viernes, 17 de diciembre de 2010

DESASOSIEGO


Ya están las calles llenitas por las tardes de gente dando vueltas y comprando de todo, o al menos esa es la impresión. Parece que este año lo de salir se sigue manteniendo como tradición, pero lo de gastarse los cuartos está resultando más complicado de lo habitual. Es como el dicho aquel tan ordinario pero certero de “mear y no echar gota”. Pues lo mismo. Entrar en mil tiendas y no comprar en ninguna. Me acuerdo de mis abuelos, cuando tenían las tiendas de zapatos, y alguna vez nos quedábamos mis hermanas y yo con ellos, en la trastienda o sentaditos junto al mostrador, porque éramos muy buenos o teníamos que serlo, que los Reyes Magos acechaban (este componente siniestro de los Magos es muy necesario, y más a ciertas edades). Eran tardes de castañas y zapatería, y había gente que pedía que le enseñaran tropecientos modelos, que llegaban incluso a probarse, para no llevarse después ninguno. Ay, las ventas, decía mi abuela. En palabras de los expertos, esta campaña navideña será así o peor. Ya veremos.
En estas fechas tan borbónicas, es decir, tan señaladas y llenas de satisfacción, las pequeñas ciudades parecen despertar de su letargo otoñal y respiran esperanzadas, ojalá todo el año sigua igual, ojalá siempre estén de vuelta los estudiantes, por Dios que el Alcalde no nos quite las luces, etc. Qué bonita es la inocencia, que dicen nuestros mayores. Claro, así el ocho de enero esto es un crujir de dientes.
Mi parienta y yo no hemos podido dar la vueltecita este fin de semana porque hemos estado secuestrados por el Concurso de Traslados. Aquí en Canarias, por el desfase horario, digo yo que será por eso, hemos tardado unas quince horas en cumplimentar la solicitud por Internet, porque las lumbreras de la Consejería de Educación han puesto a nuestro alcance una página web arcaica, lenta, desesperante y que ha estado caída durante todo el puente pasado. Hasta cuarenta y cinco minutos ha llegado a tardar una compañera en introducir un centro en su solicitud. Algo vergonzoso. Además, con esto de hacerlo ahora todo telemáticamente, uno no sabe a quién llamar para que le solucionen los problemas. Los responsables administrativos viven escondidos tras las pantallas de los ordenadores y no hay forma humana de dar con ellos.
Así que aquel texto de Larra tan conocido y español de “Vuelva usted mañana” ha pasado a convertirse en un “Búsquese la vida” digital y posmoderno. Qué angustia, qué nervios y qué indignación. Hemos llegado, fíjate qué extremos, lector, a beber vino y gintonics para poder pasar con dignidad este mal trago. Quién nos devuelve a nosotros nuestro paseíto por el centro, amarraditos los dos, espumas y terciopelo, y con los monederos pelados el sábado por la tarde.
Y ya es domingo. Acabo de levantarme con todo tipo de dolores musculares. En el cuello, en la espalda, en los antebrazos, de tantas horas como hemos estado delante del ordenador para poder concursar. Me llama hace un rato mi señora para decirme que hoy sí, que hoy me saca, que estamos apolillados y olemos al baúl de La Piquer. Más contento que unas Pascuas te dejo, lector amigo y confidente, porque estoy reventado y sin ideas, exprimido y desasosegado, y casi no doy ni para una columna. Voy a airearme, a llenarme la vista de luces y a no comprar nada.


José María García Linares (13/12/2010)

domingo, 12 de diciembre de 2010

CONCURSO DE TRASLADOS

Una tierra única… Es éste el encabezado de la aplicación informática que la Consejería de Educación ha preparado para rellenar la documentación del Concurso de Traslados de los docentes de estas benditas islas. Y claro, después de diez horas de bloqueos, cuelgues, errores, atascos, etc., verdaderamente se puede afirmar que no sólo es única, sino irrepetible. Las susodichas horas, ni una menos en Canarias, las he repartido entre el viernes diez y el sábado once, a dos días de la finalización del plazo de entrega, no por dejadez ni falta de previsión, sino porque durante el puente de la Constitución la página ha estado fuera de servicio. Lo cierto es que no se puede hablar aquí de incoherencia. Tenemos una Administración en sintonía con los resultados del último informe PISA. De las primeras pero por la cola. Ya se sabe que estos datos siempre son interpretables.
No debemos perder nuestras tradiciones. Hay que proteger el pasado de los envites del olvido, por eso esta Consejería sigue apostando por una red arcaica, lenta, inoperante y apolillada, de esas que sufríamos cuando teníamos tarifa plana, allá por el año 2000, cuando teníamos un correo ole.com. Le dabas a la pestaña y podías ponerte a calar, a jugar a la bola, a tomarte una cerveza, qué suerte vivir aquí. Luego hay que ver a los responsables en los medios de comunicación hablando de las nuevas tecnologías y de la calidad de los servicios. Las bocas llenas, a punto de estallar de orgullo, con ese subidón de gofio digital que lo flipas. Pero si lo tecnológico no funciona por ineptitud o tacañería, lo tradicional, lo de toda la vida, tampoco. En la misma página web se informa al profesorado de que los sobres oficiales para participar en el Concurso se han acabado y que deberá ser el participante el que los aporte. Toma castaña. Menuda convocatoria. Cubiertos hasta las trancas de gloria. Les ha faltado decirnos que nos acerquemos al estanco, mire usted, o al quiosco de la rambla. Como puede suponer el lector de estas líneas, no es por el hecho de comprar un sobre. Es por lo patético de la situación, por la precariedad del servicio.
A todo esto, llames a donde llames, nadie sabe nada, porque desde que el papeleo se hace telemáticamente, como ellos llaman a este desastre, la vida se la tiene que buscar uno, como en los tiempos de nuestros abuelos, que ahora están ustedes acostumbrados a que se les dé todo hecho. En las sociedades contemporáneas, líquidas como las llama Bauman, las instituciones que antaño ofrecían seguridad, solidez, a los ciudadanos, se van deshaciendo, licuando, con la pérdida de responsabilidades que ello supone. De la misma manera, estas formaciones sociales digitalizadas y tecnológicas se caracterizan porque en ellas las fuerzas en lucha, los poderes en otro tiempo bien localizados, ahora parecen haber desaparecido. No es que no haya poderes, sino que no se sabe bien dónde están. La llamada ubilocación. Hacia dónde mirar, cuando se necesita ayuda.
Y así llevamos días perdidos, sofocados, nerviosos, aburridos y desesperados, porque además no es que estemos hablando de Hacienda, del Catastro, de Tráfico, sino de nuestra propia Administración, la educativa, la misma que luego exige que las notas y los informes estén en el día establecido, sin retrasos ni demoras. Estamos llegando a un límite en el que la brutal burocratización de nuestra vida y nuestro trabajo está haciéndoles olvidar a quienes tienen la obligación de no hacerlo que no somos un número, sino trabajadores, personas. Junto a todo ello, esta nueva telematización de la docencia está desviando el trabajo de los administradores hacia los propios docentes, que, por ejemplo, una vez que tenemos impresa la solicitud, debemos escribir en cada documento aportado el número de registro que genera el programa, es decir, como si le diéramos un registro de entrada a un papel en una administración cualquiera. Como modelo laboral no está mal del todo. Podríamos preparar para el próximo curso un temario que explicarían los padres y madres en sus casas, mientras nosotros nos quedamos sentados en la nuestra o tomando desayunos de hora y media y que examinaríamos de vez en cuando. Así trabajaríamos menos y cobraríamos lo mismo. No me digan que no es interesante.
Una tierra única, ya lo dice la página web de la Consejería. Es la guinda del pastel. Alumnos hacinados, aulas prefabricadas, como los mcnuggets de pollo, plan de sustituciones cortas, bajas sin cubrir, arcaicas tecnologías… Una educación de calidad, moderna y vanguardista (no de avanzada, sino de que se lo van guardando…). En fin. Un desastre.
José María García Linares (12/12/2010)

jueves, 9 de diciembre de 2010

GRAN WIKI


Quién le iba a decir a Mercedes Milá hace diez años que aquella frase de “la vida en directo” iba a ser premonitoria hasta el exceso. Había precedentes, claro, con la novela de Orwell, 1984, y su Gran Ojo controlándolo todo, y el film El Show de Truman, en donde la vida de un hombre se retransmitía, sin él saberlo, desde su nacimiento en un programa de televisión. Todos los que lo rodeaban eran actores y todo lo que lo rodeaba era un enorme plató de televisión. Una mezcla, en ambos casos, de engaño y transparencia.
Que estamos vigilados es obvio. Obvio es también que cuando hablamos por un móvil o mandamos un e-mail, alguien está pendiente, y no precisamente el destinatario escogido por nosotros. Igualmente, es evidente que desde que tenemos un DNI estamos registrados y que eso de vivir en libertad es uno de los grandes mitos de la modernidad. Hay cámaras por todos sitios, en las calles, en los institutos, en los centros comerciales. Nuestros ordenadores, por poner otro ejemplo, son diariamente asaltados por programas casi imperceptibles que transfieren información privada.
Así que si ahora les ha tocado a los gobiernos aguantar las intromisiones, sólo nos queda disfrutarlo. Wikileaks se ha convertido en el Gran Hermano de la política y además haciendo gala de los valores democráticos tan ensalzados. Sin castings, para todos igual. Cualquier mandatario tiene una cama en esta nueva casa de Guadalix de la Tierra. Julian Assange, mucho mejor vestido que la Milá, todo hay que decirlo, ha llegado hasta nuestros hogares con este experimento sociológico tan denostado en otros tiempos pero que ha acabado por evidenciar lo que ya se sospechaba y se intuía, es decir, que vivimos en un estado en donde la mentira se denomina transparencia. El espectáculo está garantizado, y así hemos podido ver insultos entre lo concursantes, edredoning entre embajadores y jueces, sexo entre el gobierno español y el norteamericano, pruebas semanales como “persigue a Garzón” o “esconde a José Couso”, etc.
Y todo, además, nos lo van enseñando poco a poco, para crear tensión. Hay que estar incluso pendientes de la publicidad por si acaso nos desvelaran entre noticia y noticia algún otro dato. Apasionante. Las expulsiones están, además, a la vuelta de la esquina. Una vez nominados tantos políticos, alguien tendrá que salir de la casa para que Mercedes Assange le haga la entrevista… Con un panorama como éste la ciudadanía debería tomar medidas “a lo controlador”, es decir, salvajes. Me estoy acordando de Saramago y su Ensayo sobre la lucidez, premonitoria también como la novela de Orwell, en la que, de repente, el día de las votaciones todos los ciudadanos, sin ponerse de acuerdo, votan en blanco (no a Blanco). Qué bien sonaría eso de “la audiencia ha decidido…que deben abandonar la casa… todo quisqui”. Qué pandilla de sinvergüenzas.
Nos toman el pelo, nos engañan, nos tratan como a estúpidos, incluso no secuestran, como en estos primero días del puente de Lo Inconstitucional, o de Lo Maculado, de la cantidad de mierda derramada por los aeropuertos. Estamos desprotegidos, desarmados y, ahora sin lugar a dudas, engañados. No le queda a uno más que aguantar lo que le caiga, porque y no se puede hacer otra cosa. Qué tiempos vivimos. Si hasta el del anuncio de El Almendro se ha quedado tirado en Barajas. Te puedes plantear incluso que estos tipos y tipas estén trabajando de tapado para RENFE. Desde luego que si yo viviera en la Península, no cogía un avión ni aunque me regalaran el billete y el sándwich de lechuga pocha y queso duro.


José María García Linares (06/12/2010)

lunes, 29 de noviembre de 2010

METERLA


Qué envidia. Hubo un momento la semana pasada en el que yo también quise ser catalán para poder ejercer mi derecho a meterla, hasta que me di cuenta de que estaban hablando de papeletas, claro. ¡Ay!, afloró a mi psique todo el poso antropológico de tanto anuncio electo-sexual, mis pulsiones freudianas se desataron como una cabalgata el día del Orgullo, me empaché de libido y, evidentemente, uno no es de acero. Y además, pensé de repente ante la tristura que nos rodea, cualquier día de estos nos recortan hasta los arrumacos. Todo es cuestión de confianza: en los programas, en los candidatos, en el futuro. “Hay que generar confianza en los mercados”. Hasta esta frase se me vuelve picarona recordando aquellos tiempos universitarios, cuando se encopetaba uno a ver si pillaba algo por la noche y lo único que se llevaba era la borrachera de garrafón de la calle Pedro Antonio y el más lanzado te decía a la mañana siguiente que hasta que no te lo creas, no tapeas, asqueado como estaba de la panzada de “croquetas” que se había metido. Cuántas veces quisimos, entonces, ejercer nuestro derecho al voto (o a las croquetas), ser más catalanes que nadie, con lo comprometidos que siempre han estado los jóvenes con los sufragios.
Evidentemente hasta la magia está en crisis y todo se trataba, nuevamente en el presente, de un malévolo plan publicitario. Irá poca gente a votar. A ver quién se va a conformar con meter el papelito en la urna cuando ha tenido pensamientos mucho más interesantes y conmovedores. Pensamientos anticrisis. No se extrañe nadie si acuden en masa congregaciones de religiosos y religiosas a las urnas, incluso de Móstoles. Los pobres. Toda la vida cerrando el grifo (al menos la mayoría). Eso sí que es abstención y no la de las estadísticas. Tal vez sea la única manera, el ir a votar allí en Cataluña, en la que justifiquen ante sus jerarquías los ojos vueltos, las exclamaciones, esos “vivo sin vivir en mí” tan democráticos. En cuatro años está aquello lleno de hermanos y hermanas empadronados hasta en Vic, incluso los habrá ilegales escondidos en pisos-convento. ¡Ay!, Teresa de Cepeda, qué visionaria. Cómo levitaba en mitad de sus premoniciones catalanistas e inefables. Me noto excesivamente sensible, con tanta interjección.
Total, que al final ni revolcón ni Barça-Madrid. Las elecciones (ya no erecciones) nos han dejado un domingo abstemio sin cerveza y sin ese partido que vemos incluso los que no seguimos el fútbol. Nos iba a dar la salsilla, huérfanos como estamos este año de centros comerciales y de reuniones prenavideñas. Claro, habrán pensado los políticos, vamos a echar el partido al lunes que la salsa ya la hemos puesto nosotros. Qué guarros, de verdad. No, no me acuséis a mí de cochinadas que yo no he dicho. Tal vez las haya pensado, sí, pero por mi boca no ha salido nada. ¿Tú ves lo que pasa con estas cosas? Ya no puede uno escribir ‘boca’, ‘salsilla’ ‘salir’, ‘entrar’ sin ruborizarse ni apurarse ni sentirse catalán. Adéu.

José María García Linares (28/11/2010)

lunes, 22 de noviembre de 2010

PADRES NO HAY MÁS QUE ALGUNOS...


En una columna como esta prometí no ir más al cine. El ruido, los móviles, la falta de educación… Lamentablemente sufrí ayer sábado una recaída y planté mis posaderas en una butaca para ver Harry Potter y las reliquias de la muerte, Parte 1, no autorizada para menores de siete años. La culpa es mía, por supuesto, por pensar que lo que me pasó la vez anterior fue un hecho excepcional y puntual. Me he vuelto a equivocar. Tres mamás celebraban el cumpleaños de un demonio de cinco años y llevaron a todos sus amiguitos a ver una película que no es para niños. El follón era inevitable. Estuvieron toda la película poniéndose de pie, llamando a los críos, sacándolos al baño, y tan contentas. Estos mini-revolucionarios son los adolescentes que dentro de diez años estarán liándola parda en mitad de otra película cualquiera, porque nadie les ha dicho que al cine se va para estar en silencio y para ver una película.

Esto que te cuento, lector, no es más que una pequeña anécdota, pero que viene al caso en una semana en la que se han sucedido varias noticias relacionadas con la educación que reciben o no reciben los hijos en sus casas. Un padre compungido porque su joven pipiolo ha estado a punto de morir con catorce años porque sus amigos le echaron drogas en el cubata (el problema eran esas sustancias, no que con esa edad estuviera refrescándose el gaznate); una chica que tuvo que cambiar de instituto porque la acosaban por Tuenti; unos menores y tres jóvenes más que dispararon a la casa y al coche de dos profesores… Tres noticias que han compartido la parrilla de la actualidad con otra mucho más desagradable. Dos perros matan a bocados a un hombre e hieren de gravedad a otro, el hijo de la víctima mortal. No había dudas. Los dueños, nos han dicho desde las tertulias televisivas, los diarios, los informativos y demás, son responsables de los animales, y es más, depende de cómo se eduque al perro, así serán sus comportamientos. No cabe solución distinta. El dueño debe pagar por los comportamientos de su perro. El paralelismo, por simple, es demoledor.

Lo que es incompresible es que cuando se habla de menores toda esta evidencia se ponga en cuestión. Por supuesto que los padres del acosador por Tuenti deben pagar los cinco mil euros de multa. Son los tutores legales de sus hijos, los responsables de su educación y de sus comportamientos. Ya está bien de buscar fuera, en las instituciones, a los responsables de los actos de los niños y adolescentes. Las nuevas generaciones de padres y madres se han acostumbrado a que lo que antes era responsabilidad de los progenitores ahora lo sea del Estado. Cuando se trata de tener un hijo, todo es pedir. Ayudas, becas, libros de texto…, y todo gratuitamente. Si el Estado obligara a las familias que se desentienden de la educación de sus hijos en los centros de enseñanza a devolver lo que ese mismo Estado ha invertido durante el curso en el niño, otro gallo cantaría, por poner un ejemplo. Estamos ante un problema de educación en los hogares, de despreocupación por lo que hacen los pequeños, de abandono de las responsabilidades paternales más básicas. Nos dicen también en los periódicos que el consumo de alcohol entre jóvenes de 12 y 16 años ha aumentado considerablemente. Digo yo que alguien los tiene que dejar salir y volver, como dice el estudio, a las cuatro de la mañana. Luego hay peleas, violaciones, robos, navajazos, y claro, la culpa es de la policía…

A esos hijos de Belcebú que no me dejaron ver a Potter nadie les regañó en un momento en el que debieron ser advertidos. Cualquiera les dice nada dentro de unos años.

José María García Linares (22/11/2010)

martes, 16 de noviembre de 2010

EL INSOPORTABLE PESO DE LA LETRA DIGITAL



Cómo está el sector editorial en estos días de premios y comilonas. Los editores no esperaban que la crisis les iba a afectar también a ellos de esta manera, heraldos de la cultura y la ambrosía. La gente no sólo no compra libros, sino que además reconoce abiertamente descargárselos por Internet. Pobre Lara, lo mal que lo estará pasando su Planeta. La situación se parece a la que vivió y sigue viviendo la industria musical, con la diferencia de que las editoriales han tenido mucho tiempo para buscar soluciones y se han dormido en los laureles. Cuando la cultura se convierte en mercancía, las leyes que la rigen son las económicas, como en el resto de los sectores. Se trata de que el cliente lo quiera todo, lo desee, lo anhele y lo compre, que entre en una franquicia de ropa y quiera veinte camisetas…
Los mercados negros, las falsificaciones y la piratería son un producto del atroz mercado capitalista. Relojes, jerséis, botas de fútbol, pantalones, perfumes, juguetes, discos, etc., todos copiados, robados o imitados para poder satisfacer el deseo artificial que las propias empresas falsificadas han creado en los clientes. Convertir al libro en un objeto de consumo, en un producto de cultura de masas, tiene su beneficio para estas empresas pero también sus inconvenientes. Se despierta en los supuestos lectores el deseo de tener éste y éste y éste también, vaya a ser que se acaben. Llenar las librerías de novedades día sí y día no tiene los mismos efectos que si Sony pusiera a la venta cada dos días un nuevo aparatito para escuchar música. Qué es el Premio Planeta si no un negocio editorial, y el Alfaguara y el Primavera y tantos otros más que los propios jurados reconocen, años después, que calidad, lo que se dice calidad, tenían bien poca, pero a alguien había que entregárselo para que pudiera venderse. Además, haber convertido al libro en mercancía supone que lo importante para los compradores es precisamente el poder comprarlos, dado que los autores se convierten en marcas, el tenerlos, por encima de cualquier otra cosa. El último modelo de zapatillas, el último de calzoncillo, el último de mp3 y el último libro de Fulanito, aunque no valga un pimiento.
Pero hay algo más. La sobreproducción de libros en papel, la excesiva oferta por encima de la demanda, provoca que, igualmente, la Red se sobrecargue de textos. En cinco minutos un usuario puede descargarse quinientos libros, en media hora mejor ni pensarlo. Y si eres, lector, de los que tiene un soporte para leer libros digitales, comprobarás que ver en tu aparato dos mil libros por leer resulta agotador y terrorífico. La letra digital se convierte así en un monstruo incapaz de controlar, siempre al acecho, recordándote continuamente todo lo que no has leído aún. El libro pierde su individualidad, desorientado en un mar de páginas inacabables. Qué leer entonces cuando todo está a tu alcance. La opción podría ser, así, no leer nada. Admito que me resulta casi imposible cargar varios libros en mi tablet. Llevo uno o dos, como mucho, porque cuando he llevado bastantes libros más grabados, ni siquiera he querido encenderlo.
Por eso sigo acudiendo a la librería. Primero porque allí están los títulos que nunca estarán en Internet, los que no interesan a la mayoría y por eso no se ven afectados por la moda. Segundo, porque tengo que elegir. Así de sencillo. Afortunadamente no me los puedo llevar todos.


José María García Linares (15/11/2010).

martes, 9 de noviembre de 2010

YO CONFIESO


Confieso que estoy agotado. Tengo la sensación de haber estado en Santiago de Compostela y en Barcelona a la vez, y encima sin haberme atiborrado de cigalas y de chocolate. Ay, Dios mío, qué país éste en que vivimos. Qué servidumbre.
Me he levantado con una resaca papal que ni con paracetamol, ni primperán, ni nada que se le parezca. Los garrafones religiosos hay que padecerlos en silencio, como las almorranas, haciendo acto de contrición, penitencia, ayuno y abstinencias de todo tipo, sobre todo de sentido común. Menuda semanita llevamos con la visita de Benedicto XVI, que más que un peregrino parece la bajada de un tipo de interés. Los medios de comunicación nos lo han traído directamente a nuestro comedor, a nuestra sobremesa, incluso a nuestras tertulias.
Los españoles, que siempre hemos sido muy incultos, jamás entendimos muy bien esa terminología rara que se utilizó en la Constitución de 1978. Ahora, más vale tarde que nunca, por fin sabemos que aconfesional significaba cristiano. Qué cosas tiene el lenguaje, ¿verdad? Con razón nos molesta tanto la expresión de otras religiones en nuestro Estado. Aquí somos aconfesionales, apostólicos y romanos, así que vaya usted a poner sus templos allá donde se lo permitan.
La cobertura mediática ha sido exagerada. Ni siquiera Berlusconi, que también es un señor mayor y que continuamente está protagonizando escándalos sexuales, a veces con menores, es objeto de semejante pleitesía medieval. No se trata de si se condena o no el uso de los condones, de si la Iglesia ayuda o no a los más necesitados. Están en su derecho de hacer o no hacer, de decir o de callar. La libertad de expresión debe siempre prevalecer. Lo que realmente importa es que la curia más rancia y reaccionaria sigue convencida de que España es un país católico, a pesar de su pluralidad, y que el discurso del Vaticano, por tanto, está por encima del de sus gobernantes y del de otras autoridades religiosas. De ahí las críticas al laicismo “feroz” de Zapatero, al matrimonio homosexual o al aborto, asuntos todos recogidos en leyes civiles. La intromisión, como se ve, es evidente.
Agotador, en definitiva. Menos mal que la visita nos ha dejado algunos momentos gloriosos, incluso divertidos. Confieso que son impagables las imágenes de decenas de pijas coreando al son de sus carísimas mechas el nombre del Papa y reconociendo que están “superemocionadísimas”, o esa insistencia en contar cuántos jóvenes han ido a recibir a este señor, miles, cien miles, millones, siempre intentando contrarrestar esa imagen de decadencia y acabamiento. Un gigabyte de jóvenes, qué coño, animando a un incansable Benedicto, como si se tratara del último concierto de Fangoria. Deben ser todos ésos que luego compran sus condocillos de sabores y sus píldoras anticonceptivas (porque las ventas de estas cosas pecaminosas no bajan ni en tiempos de crisis) y que no pisan una iglesia a lo largo del año, digo yo, porque las parroquias están vacías (yo tampoco las piso, estaría bueno, con todo lo que tengo que leer, pero mi madre, que es una magnífica narradora, me lo cuenta). Familias cristianas con sus hijos (uno o dos, que más no se puede… ¿Cómo conseguirán no tenerlos?) porque hay que dejar que los niños se acerquen… Y ese altar o escenario a la manera de estación espacial para alcanzar el cielo. Qué vergüenza habrán sentido miles de creyentes y religiosos ante tal derroche, ostentación y atentado contra el mensaje cristiano.
José María García Linares

IPAD


Como si de una reposición o continuación de Los pilares de la tierra se tratara, ensimismado y arrepentido por mis repetidas ausencias, puse los pies de nuevo en El Corte Inglés de Santa Cruz en busca de redención posmoderna y de un Ipad. Cómo estaba aquello de fieles, cada uno con su plegaria particular (y su tarjeta de crédito) y bien acompañados por familiares y amigos, tan necesarios en estos momentos de fe y arrepentimiento. No olía a humanidad, todo hay que decirlo. Los años nos han hecho a algunos bastante más limpios, así que en estas nuevas catedrales no hace falta ahogar a la gente en incienso. Mucho mejor recibir al peregrino con efluvios de chocolate, yema, hojaldre o masa frita. Qué despliegue de buñuelos y huesos de santo. Esto sí que es un milagro, es decir, un puente, pensé, y qué mejor oración de agradecimiento que llevarme medio kilito de cada delicia. O aprovecho ahora o cuando el Papa inicie su tour 2010 esto estará de bote en bote.
La Navidad está a la vuelta de la esquina. No, no estoy hablando de ninguna prostituta de Barcelona, de ésas que se persiguen ahora para que no las vea el Santo Padre cuando haga el honor de visitar una gran urbe, pero este no es el tema. Me refiero a los fastos navideños, cargados de excesos de todo signo. Ya se ven adornos, portavelas y espumillones. Ya está a la venta toda la felicidad posible, qué maravilla. Este año, sin embargo, esperaremos más que nunca a que la alegría baje un 50%, porque los bolsillos estarán en diciembre más pelados que otros años. Por ahí se hacen cálculos de lo que los funcionarios vamos a perder en la paga extraordinaria. Todo lo que nos quiten, se lo quitan al comercio, porque ya se sabe que más de la mitad de ese sueldo extra acababa en Zara, Cortefiel, Woman Secret y demás. El tijeretazo se notará ahora más que nunca, por muy ilegal que resulte ser, por mucho Tribunal Constitucional y todo lo demás. Desde luego que de lo que gastábamos en años anteriores no gastaremos ni la mitad. Qué ojo. Qué política económica tan bien estudiada.
Yo, por si acaso, he trincado mi Ipad ahora que puedo (financiado por mis padres, benditos sean) y he puesto pies en polvorosa. Hasta dónde llegará la Informática, si es que podemos seguir llamándola así y no ‘la vida misma’. En poco más de lo que es el tamaño de una cuartilla, sin teclado, sin monitor y sin ratón, prácticamente cabe el mundo, o al menos este ‘mundo nuevo’ que las tecnologías han traído para sustituir al otro. Vas usando el dedo para pasar de un programa a otro, de una ventana a la siguiente, de un video a un texto. Algo así tuvieron que provocar los primeros libros cuando surgió la imprenta. Todo un universo en la palma de la mano, la sospecha de lo inabarcable conforme pasabas las páginas.
Algo así debió de sentir Sánchez Dragó no sólo cuando escribió sobre sus “zorritas” de 13 años, sino cuando descubrió que hay gente en España que, efectivamente, lee lo que él publica. Es lo que ocurre con la hoja impresa, que a diferencia de la digital, no se desvanece en el vació ni en las memorias saturadas. Un escaparate cualquiera seguirá señalando sus desaguisados lingüísticos y morales, que no literarios. Con lo que llegamos, así, a uno de los problemas fundamentales del mundo editorial español, que por encima de la calidad y el rigor de un texto se encuentra el nombre propio del autor convertido en franquicia. ¿Se leyó alguien de Planeta el manuscrito de este libro infecto? ¿Alguien de los que lo presentaron llegó a terminarlo? Da igual. Es conocido ergo se publica.
Total, que estoy deseando llegar a casa para conectar el Ipad y ponerme dedos a la obra. Prometo escribir alguna columna con el aparatito, a ver si queda igual. Mientras lo voy desenvolviendo en el asiento de atrás del coche, Santa Cruz se aleja, entrada ya la noche, con todo su señorío y su calidez, con su tranquilo mar y sus amplias avenidas. Ay, Santa Cruz… Parezco la Pradera con los Sabandeños.

José María García Linares (01/11/2010)

lunes, 25 de octubre de 2010

SERIALES


Desde muy corta edad he sentido debilidad por los seriales. Me pirraba por un capítulo de Falcon Crest, por ver al malísimo de J.R. en Dallas, o a la desmemoriada Fallon Carrington en Los Colby. Mi madre me grababa las idas y venidas de Angela Channing mientras yo estaba en el colegio, y aprovechaba mi ausencia para censurarme las escenas más subiditas de tono. Le daba al odioso pause de los primeros videos y me reventaba, sin yo saberlo aún, mis futuras fantasías sexuales. Con razón me costó ligar tanto en la adolescencia. Lo que más me gustaba, cuando anunciaban la próxima emisión de la nueva temporada, era ver la cancioncilla famosa con el rostro de los actores, los que continuaban y los nuevos, y me iba imaginando qué podría pasar, quién moriría, porque alguien tendría que hacerlo para mantener la emoción, quién resucitaría y reforzaría mis enseñanzas religiosas en esos años escolares, quién sería el más malo. En fin, todo un mundo de intrigas y celos que me daba la vida y que me haría fiel seguidor de tramas e historias familiares posteriores.
Algo así es lo que sentí la semana pasada cuando, recién levantado, entré en Internet y me encontré los rostros de los nuevos ministros. Aparecían dos filas horizontales. En la superior, los que entraban, los que aportarán lo inimaginable, los que protagonizarán los romances más turbios. Debajo, los que se marchan, aquellos que, desgastados, engañados, divorciados, no han podido sobreponerse a la alargada sombra de J.R. Perdón, de ZP. Qué emoción, fue como volver en el tiempo a esas tardes de galletas con mantequilla mojadas en té, porque en mi casa no hemos sido nunca de leche. Te juro, lector, que me puse con el tin tirintín tintin tin y empecé a oler a vino y a campo. Menudo momento. Vi a Melisa en el rostro de Trinidad Jiménez, a Chu-Lin en Rubalcaba, al nieto guapo de la Channing en Jáuregui… No consigo situar a la Pajín. Podrían ser cualquier personaje, hasta el halcón. Puede dar tanto juego que habrá que ver por dónde sale.
Por lo pronto, allí estaba doña Leire (que luego se ofenden) en los Premios Príncipe de Asturias. Vaya tarde. Qué algarabía con los jugadores de la selección. Aclamados tanto en la calle como en el interior del propio Teatro Campoamor. Por allí pasaron también personalidades como Bauman, Maalouf, Touraine, la Transplantation Society, los arqueólogos de los Guerreros de Terracota, etc. Me llamó mucho la atención que compartieran escenarios quienes trabajan contra la miseria (Manos Unidas) y quienes ganan cada año millones de euros por practicar un deporte. Independientemente del mérito y del espíritu de equipo que los hacen merecedores, creo que una vez más dejamos en evidencia las prioridades del pueblo español. Que no se aclamen a estos médicos y biólogos, a estos pensadores que han escrito páginas tan necesarias para la convivencia y en denuncia de las injusticias, a estas personas que viven para ayudar a los más necesitados. Las calles llenas de niños y niñas gritando a sus ídolos, con todo el derecho, por supuesto, pero también con todo el desconocimiento sobre todo lo demás, que es lo que hace avanzar al mundo. Quizá los medios de comunicación deberían de ofrecer mayor espacio al terreno de la ciencia y la cultura, y no tanto al último pedo de Mourinho o al jersey de Guardiola. El gesto de Vicente del Bosque con Luis Aragonés ha ocupado las portadas de todos los periódicos, no solo los deportivos, este sábado pasado aquí en España, por su generosidad y humildad. Pero en ese escenario había muchísima más generosidad, demasiada.
Fútbol y toros, como siempre. No me digan que no es inquietante, más que el final de la última temporada de Lost.


José María García Linares (25/10/2010)

viernes, 22 de octubre de 2010

PRESENTACIONES DE NEVERLAND Y MUROS

Esta entrada es muy especial. No es ninguna columna, aunque para mí supone la suma de todas ellas. Durante la semana del 18 al 22 han ocurrido tres acontecimientos muy importantes. El primero, mi segundo aniversario como columnista del Melilla Hoy. Dos años ya. Se dice pronto, y parece que fue hace muy poco cuando comencé a colaborar en este diario. Afortunadamente, Canarias Ahora me ofreció también un espacio para participar igualmente con ellos. En nada estaré de nuevo de cumpleaños, esta vez soplando velas cual alisio. La segunda de mis felicidades es la presentación de mi libro Neverland en Melilla. Virginia Ruiz, amiga entrañable, dijo palabras hermosísimas tanto de los poemas como de quien los escribe. Estoy muy agradecido. Supo llegar a Neverland, aprendió a volar y desde entonces sigue revoloteando por allí la mar de contenta. Aquí dejo algunas fotos.
La tercera, la presentación de Muros, de la que ahora mismo no puedo colgar fotos por cortesía de blogger. Ya las pondré. Saludos a todos y gracias.




lunes, 18 de octubre de 2010

ALEGRÍAS


Qué alegría tengo en el cuerpo. Es poner los pies en Málaga y me cambia la vida. Menudo viaje me tengo que pegar (y pagar) cada vez que regreso a casa. Un día y medio, en esta ocasión, con noche en el Málaga Palacio, como un señor. A veces no sé si voy a Melilla o a Estados Unidos, con estos horarios y estos precios. Hasta me crucé con el autobús del Real Madrid, perseguido por decenas de aficionados (el autobús, no yo, afortunadamente). Qué aburrida que está la gente. Como buen melillense, me di mi vueltecita por la calle Larios. Sí, lo has adivinado, lector, tú siempre tan ávido. Sí, cómo no me iba a sentar en la Lepanto, aunque fuera sólo un ratito. Con la barriga llena, rumbo al Corte Inglés, que es como la casa de Melilla en Málaga. Crucé a ver la Fnac y vuelta por la Alameda hasta, nuevamente, la Casa de Guardia. Estas buenas tradiciones las aprendí de mi padre, aunque en esta ocasión pillé el establecimiento cerrado. No me quedó otra que meterme en la librería Luces, para comprobar, como escritor vanidoso que soy, si mis libros estaban allí. Veinte minutos después salí más gordo de lo que entré. Allí estaban, en el expositor, tan hermosos, tan limpitos. Creo que es la única vez en la que coger kilos me ha puesto como unas maracas.
A todo esto hay que unirle que estoy de cumpleaños. Si me es posible celebrarlo con esta columna, es porque tú, que dedicas todos los lunes unos minutos a estar conmigo, me lo permites. Cumplo dos años como columnista, que se dice pronto. Recuerdo clarísimamente cómo se fraguó todo en la pérgola del Club Marítimo. Qué nervios, le dije a mi madre. Tranquilo, que lo harás bien, me dijo enseguida. Mi padre no intervino hasta más tarde porque es de secano, y los baños estivales ni los pisa. Después en casa todo fue alegría, orgullo, expectación.
Dos años ya. Semana tras semana este diario me permite conectarme con mi gente, con mi tierra y con sus luces. Me ayuda a sentirme más cerca, a no estar tan lejos, a que el océano se reduzca a un breve charco que se cruza en minutos. Después Iberia se ocupa de que las cosas no sean tan idílicas, pero ese no es el tema, que estos son capaces de todo, de perder maletas y de romper metáforas. Dos años en los que he aprendido a mirar las cosas desde otro punto de vista, dos en los que la gente, siempre tan generosa, me ha parado por la calle, a mí y a mi familia, para decirnos que nos siguen, que no dejemos de escribir ese trocito los lunes. Para todos vosotros, toda esta alegría.
Finalmente, la celebración no queda aquí, sino que continúa. Esta semana estaré en Melilla para presentar dos libros. Por eso, lector, te he contado mi recorrido malagueño. Nunca consigo llegar en el mismo día, por los enlaces en los aeropuertos. Así que tengo que echar paciencia y ganas y montármelo de la mejor manera posible.
A vosotros que estáis hoy lunes ante esta columna, gracias. Que no me faltéis, que no dejéis de invitarme a desayunas con vosotros cada lunes, y que sigáis haciéndome feliz con vuestra fidelidad y vuestra lectura.

José María García Linares(18/10/2010)

lunes, 11 de octubre de 2010

"CIEN AÑOS DE SOLEDAD", DE VARGAS LLOSA


“Estoy buscando 'Cien años de soledad', de Vargas Llosa”. Los viernes por la tarde tengo el ánimo de hierro. Ya puede tronar, que me siento más feliz que unas castañuelas. Me doy mi paseo por la Calle Real con el mismo porte que una octogenaria recién salida de la peluquería con su cardado imposible y sus perlas a flor de piel, esto es, feliz, con los ojos llenos de la luz del atardecer y sin ningún tipo de prisa. Es una de las pocas calles de Arrecife que tienen árboles, inmensos flamboyanes que además de la ligera sombra, le dan color y vida a un paisaje volcánico tremendamente arcilloso, gris, agotado. Pero como es viernes, tampoco me importa en ese momento que otros días el alma se me vaya a los pies de tanta sequedad. Ya ves, lector, no me importa nada, como diría Luz Casal.

Le oí esas palabras a un cliente en la librería. La fiebre del Nobel ha disparado las ventas de las novelas de Vargas Llosa y la gente es tan exagerada con las modas que incluso inventa obras imposibles. Si García Márquez (el autor de Cien años de soledad) se enterara, con lo mal que acabó con don Mario. Los dos autores son enormes, absolutamente diferentes, pero ambos imprescindibles para quien guste de la buena lectura, de las historias inolvidables. Porque al final leer consiste precisamente en eso, en recordar lo inexistente, en vivir lo imposible. La literatura, como se intuye a estas alturas, no sirve para nada, salvo para vender libros, pero es en esa inutilidad donde radica, precisamente, su valor. Tampoco sirven para nada el amor, la amistad desinteresada, las frustraciones, los deseos o la tristeza, por eso el ser humano está cada vez más solo, esclavizado por lo que parece ser lo único realmente importante, la producción de beneficios económicos.

A Vargas Llosa ya le dimos los lectores el Nobel hace muchos años. Alegra ver su rostro en todos los diarios de los quioscos, en los informativos de las televisiones, en la prensa digital. Le llega tarde, dijeron algunos. Mejor que haya sido así. Son bastantes los casos de autores premiados por la academia sueca que a partir de ese momento empiezan a publicar cualquier cosa, pocas veces merecedoras de un galardón como el recibido.

Me hablaron de Mario Vargas Llosa en el Bachillerato, cuando todavía existía una asignatura llamada Literatura Española. No consistía en saber cuándo había nacido ni lo que había escrito, sino en estudiar y comentar corrientes y autores. Me pregunto qué importancia puede tener para las nuevas generaciones la concesión de un Nobel de Literatura, cuando los conocimientos se reducen hoy a fechas y nombres, mezclada como está la Literatura con la Lengua Castellana en un Bachillerato de sólo dos años. Cómo hablarles de La ciudad y los perros a jóvenes que llegan a los cursos superiores sin saber leer ni escribir correctamente y con el convencimiento de que tampoco es que sirva todo eso para mucho.

Pero bueno, es viernes, y a mi plin. Que cada palo aguante su vela. Leo, disfruto, imagino, sueño, me divierto, añoro, deseo y voy más allá de mí mismo. Bienvenido sea el Nobel de Vargas Llosa y bienvenida, de nuevo, la buena literatura.

José María García Linares (11/10/10)

lunes, 4 de octubre de 2010

POR SI HAY UNA PREGUNTA EN EL AIRE


La pregunta que sobrevuela los benditos desayunos con periódico del lunes no puede ser otra. Está ahí. Casi se masca. A poco que te esfuerces, lector, y reflexiones mientras untas de mantequilla la tostada, la sacas. Sí, en efecto. ¿Habrá ido la Pantoja a la Huelga General? La cuestión, como se ve, de baladí tiene poco. Pero además surgen otras incógnitas verdaderamente inquietantes. ¿Habrá sufrido piquetes en Cantora? ¿Pudo coger el metro para ir a Natura a comprarse un poncho? Y sobre todo. ¿Le habrá dado datos María del Monte a Cándido Méndez sobre los movimientos de la tonadillera?

Y es que la huelga es algo que afecta a todos los ciudadanos. La huelga somos todos, como la Iglesia, y la Pantoja es, también, una ciudadana, ergo Iglesia, claro. Acusada e imputada, por supuesto, pero ciudadana católica de pleno derecho. Entonces, según la regla de tres… ¡La Pantoja somos todos! Toma castaña. Respiremos unos instantes. Debe de haber un error. Estos cálculos me los enseñó un profesor que estaba continuamente equivocándose, así que de fiables tienen poco, como las cifras de participación de los sindicatos o las que ofreció el propio Gobierno tras el 29-S. No sabe uno a quién creerse. Si para Zapatero un parado está formándose y, por tanto, trabajando para su país, un huelguista que defiende sus derechos y que trabaja pacíficamente (no hablo de los piquetes) por la defensa de sus condiciones laborales y la de sus hijos también estaría trabajando igualmente… Claro, con razón nos dijo el Ministro que el seguimiento de la huelga no había sido mayoritario. Estaba todo el mundo trabajando.


Hayamos ido o no, el resultado ha sido el mismo. Seguimos agotados por los bandazos de la política, por la demagogia barata, por la mentira descarnada. Si un partido que se dice de izquierdas ha sido el que le ha dado el golpe de gracia al Estatuto de los Trabajadores, es mejor que lo dejemos. Si un Presidente es capaz de decir, en la situación en la que se encuentra España, que los Presupuestos Generales del Estado que se acaban de aprobar para este curso son los mejores y los más importantes desde hace veinte años, apaga y vámonos. Un mandamás está legitimado para muchas cosas. Tiene derecho a equivocarse, faltaría más; incluso puede tenerlo para estar contra las cuerdas. Pero de todo lo que puede perderse por el camino, son la honestidad y la perspectiva cualidades que no deberían faltar en el ejercicio de las responsabilidades gubernamentales.


Fíjense si no en La Pantoja, que casi fue la presidenta de Marbella, además de serlo en sus propias casas, apartamentos, pisos, moralejas, etc. Coherente donde las haya. Con una misma idea, con un solo proyecto y con un único objetivo, sin vaivenes, sin perder la perspectiva. “Por si hay una pregunta en el aire…”, cantaba no hace mucho con las lágrimas a punto de nieve. Pues claro, y no sólo una. Tendrá usted que responder a un montón “pa matar los rumores de aquella esquina”, como han hecho los lectores de esta columna al principio de la misma. “Me llaman la bien pagá, porque tus besos compré…” Algo más debió de comprar esta señora, según el juez Torres. Si cambian ‘besos’ por ‘trajes’, Camps también podría arrancarse, que tiene pinta de saláo, con eso de “por si hay alguna duda sobre mí, hoy quiero confesarme”.

José María García Linares (04/10/10)

lunes, 27 de septiembre de 2010

MENOS MANTEQUILLA


Primero la miniserie sobre el Príncipe Alfonso de Borbón y la Nietísima. Después, el documental-esperpento sobre la vida de Belén Esteban, la Princesa del Pueblo. Y finalmente, la visita de Cándido Méndez a la Noria. Telecinco tiene la virtud de convertir en ridículo todo lo que toca. Es como una especie de Rey Midas, pero de extrarradio. Hemos visto a Trinidad Jiménez, a Tomás Gómez, a Pepiño Blanco, a Esperanza Aguirre, etc. Cómo debe de estar la política en nuestro país para que todos éstos tengan que acudir a La Noria. Será cosa de la postmodernidad esa de la que habla la gente culta, oye, que lo mezcla todo y al final no dice nada, o lo dice pero al revés. Un lío. Ay, Méndez. Había que verte el sábado por la noche. Con las masas, con la gente de la calle, como si fueras la de San Blas, pero con las hormonas un poco disparatadas. Se te ha metido la huelga entre ceja y ceja, y mira que ahí hay pelo. Tus razones tienes, como las pueden tener quienes no estén de acuerdo contigo… Pero, en fin, esto a mí me da igual.
Lo que más me gusta de las huelgas es el ambientillo. Está uno pendiente de lo que pasa aquí o está pasando más allá. ¿Habrá piquetes? ¿Me impedirán entrar en el Instituto? ¿Estarán las cafeterías abiertas en caso de que me decida y la secunde? ¿Me pondrán menos mantequilla en la tostada? Está todo por ver. He soñado tantas noches con que me prohibieran entrar en mi centro a la mañana siguiente, que me da cosa rajarme ahora, pero claro, es que entonces, con lo que me descuenten, irme a desayunar me va a salir un pico, y encima con un 20 % de café y un 40% de leche. Jodidos servicios mínimos. No acaba la cosa de convencerme.
Me da la sensación de que la huelga no va a ser ningún éxito. Cada día es mayor el número de ciudadanos decepcionados con la política de este país. Se intuye, se masca, se palpa, que todo va a seguir igual, que aquí hay poco que hacer y que de nada sirve la movilización porque no se cambiará el rumbo. Qué choteo. Están los bolsillos como para que, encima, te quiten el dineral que cuesta ir a la huelga. Sí que van a ir los artistas, los escritores, los actores, gente de mala vida, como se decía antes. Almudena Grandes a la cabeza, claro, que está de promoción de su nueva novela guerracivilista. Sí que habría que aclarar que en España lo que se dice cultura hay bien poca. Lo que hay es mercado, personas que venden novelas, por ejemplo, que deben estar ajustadas a las modas y sometidas a campañas publicitarias como las de Loewe o Dior. Productos de consumo que están en los escaparates y grupos empresariales que convierten a sus autores en marcas poderosas y a los que les pagan fortunas con entrevistas, concursos, premios y demás. Eso no es cultura. Eso es mercadillo. Están en su derecho, por supuesto, que cada uno haga lo que quiera. Pero que no nos vengan luego con el rollito… ¿Dejarán de escribir el día 29? ¿Dejarán los pintores sus pinceles? ¿Se puede vender el arte? ¿Deja de serlo desde el momento en que se vende? Menudo tema para una mañana de lunes, ¿verdad? Esto lo digo yo, evidentemente, porque no me dan un euro por lo que escribo (ojalá no caiga esto en saco roto). Si de aquí al miércoles alguien me pagara, iré a la huelga, como Juan José Millás. Estoy lampando por un Premio Planeta, de verdad.
José María García Linares (27/09/2010)

lunes, 20 de septiembre de 2010

QUÉ CHUNGO



Monumental fue la bronca entre Sarkozy y Barroso. A voces, nos dicen periodistas un tanto escandalizados, mientras la Merkel intentaba poner algo de paz. Como diría cualquier reportera española, "se vivieron momentos de tensión". Menuda frasecita esta última. Hasta en la sopa la tenemos. Qué dirán los hipertensos. Lo cierto es que Sálvame ha llegado a la UE, con una Belén Esteban más rolliza y con peor carácter, y además alemana, que se dice pronto. "Si me queréis, irse", parece decirles el presidente francés (libertad, igualdad y fraternidad) a los gitanos rumanos, que hacen colas en los aeropuertos o en las paradas de autobús, como en otros tiempos las hicieran los judíos en las estaciones ferroviarias. Uf, qué tiempos más chungos (no tiene nada que ver con Los Chunguitos) estamos viviendo. Tengo la sensación de que todo lo que nos rodea se fractura, se cae, empieza a desaparecer. Son tiempos de crisis, pero no sólo de la economía. La política, más que nunca, navega sola de espaldas a los ciudadanos, obsesionada con lo que ella misma ha decidido que es lo importante, devorándose y alimentándose de sus propias miserias mientras los que vivimos en estos tiempos convulsos nos las apañamos como podemos con los restos. Lo peor es que todo acaba haciéndote gracia, ¿verdad? Uno pone la tele y se ríe de todo, no porque se haya convertido en un imbécil (si alguien lo cree, está en su derecho), sino porque no puede hacer nada para evitarlo.
Mientras los gitanos son estigmatizados y expulsados, Benedicto XVI se ha ido unos días a Reino Unido a gastar 24 millones de euros por pasearse engalanado (cada día me recuerda más a Lady Gaga) y tomar el té con la Reina, oye, su derecho tiene a irse de pingoneo a donde quiera, pero digo yo que algo podría decir, y además con contundencia, sobre lo que está ocurriendo en Francia. Viéndolo así, agotadito de pedir perdón, le da a uno hasta pena. Pena de que todo sea una tomadura de pelo. Qué verdad es lo que dijo Sancho Panza, que en este mundo sólo hay dos linajes, el de los que tienen y el de los que no. De todas formas, alguien engaña a Lady Ratzinger, porque ni en primera clase te cuesta tan caro un billete de avión (bueno, en Air Nostrum por ahí anda la cosa), y si te haces con unos bonos de esos para hoteles, todo el paquete no asciende a mil euros.
Rajoy, que es una eminencia, sí se ha dado cuenta de la problemática de los billetes, y eso que habrá viajado a Melilla de gañote (Camps le ha encargado unas chilabas, que son más fresquitas y mucho menos ostentosas). A la Cospedal no le ha hecho mucha gracia. Querría haber venido también para llevarse un lámpara de esas de aceite, a ver si frotándola el genio le concede la Vicepresidencia del futuro gobierno del PP. Parece mentira que nos venga ahora don Mariano con que debemos mejorar las comunicaciones, cuando en los años dorados de Aznar, melillense de pro, teníamos los mismos problemas de transporte que en la actualidad. Qué aburrimiento. Qué risa. Sí que me gustó ver a Rajoy por la tele pasear junto al California, con todos sus simpatizantes parándolo por la avenida, con nuestras autoridades rindiéndole pleitesía, con esa luz tan bonita que tiene Melilla en el mes de septiembre. Ha venido a estar. Qué simple y qué hermoso, ¿no? A celebrar la españolidad de la Ciudad Autónoma. (Silencio. Momento de tensión, qué lorquiano me ha quedado esto…). Me voy a callar y a hablar del tiempo. La semana que viene entra el otoño. Ya refresca por las mañanas. Hay que ver el mar lo planito que está en estas fechas. Las Pascuas a la vuelta de la esquina.

José Máría García Linares (20/09/2010)

jueves, 16 de septiembre de 2010

PLAN DE SUSTITUCIONES CORTAS


El departamento de creativos de la Consejería de Educación del Gobierno de Canarias ha vuelto a hacerlo. Pionero en innovación educativa, sus integrantes ocupan de nuevo los primeros puesto en lo que a vanguardia pedagógica se refiere. Año tras año, como en los mejores tiempos de la Disney, la Consejería estrena medidas para todos los públicos (centros, quiero decir) aderezadas con humor, música y efectos especiales. Como si de una Pocahontas postmoderna se tratara, la Consejería ve cada vez más cerca los navíos de otras civilizaciones y sueña, feliz, poder exportar su modelo de vida a otros lugares remotos. Cual sirenita del atlántico, la nueva Ariel canta, desafinada, eso sí, sólo los gozos (que no las sombras) de su política educativa. Encerrada en su casita, Blancanieves espera ansiosa poder colocar a sus 700 enanitos que este año se han quedado sin poder cursar sus estudios, y así hasta llegar a Los Increíbles, porque esto no hay quien se lo crea, o Monstruos S.A. De Pinocho mejor no hablamos.

En su centro más cercano, desde el uno de septiembre se estrena el Plan de Sustituciones Cortas, con un presupuesto ridículo pero con ganancias sustanciosas. Sólo en la previa, la productora ganará millones y millones, todos los que ahorrará al dejar de contratar profesores sustitutos para cubrir las bajas de los docentes nombrados para todo el curso. Todas las horas complementarias de los profesores, en las que se preparan los materiales o se coordinan los departamentos; todas las reuniones con los equipos de orientación y con los profesores de P.T., incluso las jefaturas de departamentos, las atenciones tutoriales o los servicios de biblioteca, todos quedarán automáticamente sustituidos (qué paradoja) por horas de vigilancia en casos, como decimos de ausencias por enfermedad o por cualquier licencia, ya sea de estudios, enfermedad, violencia de género, etc. El ahorro, en estos casos, también puede sospecharse. Tal vez en un primer momento no, pero a la larga sí. Para qué pagar Jefaturas, si al final se harán guardias; para qué pagar proyectos de mejora, si no habrá tiempo para llevarlos a cabo, cubriendo como hay que cubrir las ausencias, y así hasta la eternidad.

Los efectos de una medida como ésta, lejos de ser especiales, son en exceso nocivos tanto para el profesorado como para los propios alumnos. Dar la prioridad al cuidado de los estudiantes por encima de su formación intelectual puede tener un precio demasiado elevado. Para la Consejería, cuya única preocupación es hacer dinero, el éxito o el fracaso de su alumnado no es más que un daño colateral de su política infecta, de ahí que haya aprobado la medida sin consultarla con nadie. Ahorrarán, por supuesto que lo harán. El plan supone dejar sin trabajo a miles de profesores, de la misma manera que dejan sin formación específica a cientos de alumnos, que en vez de tener un sustituto de francés, por poner un ejemplo, tendrán cinco o seis, uno distinto cada día, de una asignatura distinta, hasta que se incorpore el profesor titular. Una escuela-guardería. Mientras estén ahí dentro, no importa lo que aprendan, si es que aprenden. Hay que ser una eminencia para confeccionar una medida como ésta y hablar después de calidad educativa, una mente privilegiada, un adelantado a su tiempo.

La respuesta de la comunidad docente y de las familias sigue sin producirse. Algún atisbo de rebelión por parte de los sindicatos. Algún escrito en donde se detallan los excesos de la Consejería, pero nada más. Muchos nos preguntamos qué se necesita para que de una vez por todas los profesores de estas islas se levanten contra una política tan enfermiza, irracional, irresponsable y, sobre todo, barata. Qué otras salvajadas son necesarias para que digamos, simplemente, no. Lo que está encima de la mesa no es otra cosa que nuestra dignidad como docentes. Después de tantos años de carrera, de especialización, de estudio, de doctorados en muchos casos, la Consejería reduce nuestra labor a un mero cuidado de infantes, sin tener en cuenta en ningún momento el aprendizaje de los mismos ni nuestra formación. De la misma manera, la medida va a afectar directamente a la progresión de nuestros jóvenes, que van a perder horas de clase sin que un especialista sustituto venga a cubrir las ausencias de su profesor. La conversión de la Educación Secundaria en un Jardín de Infancia en el archipiélago es, así, un hecho. Canarias, cuyos resultados en los informes PISA están incluso por debajo de los obtenidos en Ceuta y Melilla, a pesar del elevado número de alumnos árabes que no saben leer ni escribir en estas dos ciudades, no puede permitirse un lastre como el que aquí se denuncia. El futuro de nuestros chicos y chicas, el del futuro de las nuevas generaciones del archipiélago, vuelve a estar en entredicho, siempre que, evidentemente, nuestra prioridad sea la de su cuidado y no la de su madurez intelectual.


José María García Linares (16/09/2010)

lunes, 13 de septiembre de 2010

SECUENCIAS


Hubo un momento el viernes pasado, viendo United 93, en que perdí la noción de la realidad. Los pasajeros de ese vuelo se rebelaban contra sus secuestradores nada más enterarse de que otros dos aviones habían impactado contra las Torres Gemelas. Después de reducir a dos de los terroristas, consiguen echar abajo la puerta de la cabina y acceder a los mandos, en medio de forcejeos con otros dos radicales que habían usurpado el puesto de los pilotos. En medio de toda la tensión, confié en que varios pasajeros lograrían deshacerse de los usurpadores y remontar el vuelo, que descendía vertiginosamente y sin control. En un instante imaginé la escena. El avión, nuevamente equilibrado, conseguía aterrizar gracias a las indicaciones de la torre de control, en plan americano. Y fue aquí cuando se me pusieron otra vez los pelos de punta. Vista desde el principio, las escenas de las torres humeantes, del segundo avión explotando en las entrañas de una de ellas, parecían secuencias que alguien robó y nos emitió hace ya nueve años.
Fueron imágenes que nadie pudo controlar. Una dosis de terror tan elevada que apenas resultaba creíble. Sólo con el avance del día la conciencia pudo ir asimilando la salvajada que había hecho añicos los umbrales del siglo XXI. Lo que vino después nos es de sobra conocido. Una respuesta igualmente delirante de Estados Unidos, las armas de destrucción masiva, el metro de Londres, los trenes de Madrid…pero sobre todo la consideración equívoca de que el Islam y el terrorismo de Aqaeda eran la misma cosa. Nueve años después, según las estadísticas, casi el 50% de la población española admite su rechazo sin tapujos de la cultura y el mundo musulmanes.
Afortunadamente, el pastor desequilibrado que ha tenido en jaque al mundo con el anuncio de la quema del Corán se ha estado quietecito. Hasta Clinton y Obama han tenido que intervenir. La que podía haber liado el tipo este, o mejor, la que han estado a punto de liar los medios de comunicación estadounidenses faltos de noticias importantes. Cualquier persona razonable sabe dos cosas. La primera, que este señor es un radical, un intolerante y un inculto al que no hay que dar cobertura mediática. Y segunda, que una banda terrorista no representa ni a una cultura ni a una religión, sino a sí misma. Es en sí misma intransigente, es en sí misma violenta y se aprovecha de ciertos valores culturales que manipula para sentirse arropada y para darle la justificación que por sí misma no tiene.
Si algo intuimos aquel día, el 11 de septiembre, cuando se vinieron abajo las torres, es que estábamos solos. Quienes buscaron a Dios no encontraron más que escombros, los mismos con los que se quiso reconstruir su imagen en un lado y en el otro, como divinidades en guerra, rodeadas de truenos y de llamas, de libros y de locos, de políticos y terroristas. A partir de ahí todo se volvió una pesadilla, secuencias de otras tantas películas imposibles que siguen teniendo al espectador pegado en la butaca y con la boca abierta.


José María García Linares (12/09/2010)

domingo, 5 de septiembre de 2010

SEPTIEMBRE


Qué mala pipa tiene el mes de septiembre. Año tras año, oye. Y eso que uno le da un voto de confianza cuando agosto va mermando y ves llegar la sombra de todo aquello que dejaste aparcado antes de tomarte unas semanas de asueto. Pues nada. Si de algo sirve salir de vacaciones es, precisamente, para confirmar a la vuelta que no hay arreglo posible, que todo sigue igual e, incluso, peor y que la maldición divina de parir con dolor y trabajar con el sudor de la frente no entiende de perdones ni de misericordias. Así son las maldiciones, claro, para qué vamos a engañarnos. Afortunadamente no estoy preñado, pese a este buche veraniego que también año tras año me traigo puesto y del que empiezo a ser consciente en la última quincena de agosto. Total, me digo, para dos semanas que me quedan, y claro, dos semanas son dos semanas. Todo empieza a ir de cráneo cuando ves las primeras pelusas en el pasillo, cuando abres la maleta y toda la ropa viene arrugada y al abrir la nevera. Este último momento es el más dramático de todos. Se te vienen encima imágenes como la de la cola del súper, las vueltas para encontrar aparcamiento y cargar el coche, los precios desorbitados de los alimentos en esas islas y el llanto de los niños pidiéndoles a sus madres una bolsa de golosinas de esas que venden junto a las pilas y los condones de sabores. El alma, evidentemente, en los pies. Las cosas seguirán igual, so tonto, parece murmurar el cesto de la ropa sucia en el que me dejé una camiseta de propaganda de ron antes de irme, hay que ser inocentón e imbécil…
El trabajo dignifica, nos dijeron. Qué gran mentira. Con lo bien que está uno en un chiringuito en la playa con su caña y su tapa de calamares fritos. Depende, claro está, de lo que cada cual entienda por dignidad. Yo trabajo para pagarme la cerveza y la tapita, y así sentirme digno. Todo lo demás no es más que zurrapa ideológica. Sí, lo hago por dinero y no disfruto. Me dan por todos sitios, no me pagan lo que me merezco y tengo que dar cuentas al chulo o la chula que descansa plácidamente en un despacho de Inspección. Lo mío es como trabajar en La Boquería por las noches, pero con una fotocopiadora al lado. Vendo mi tiempo y mis energías por pasta, así de sencillo.
Me noto un poco tenso. Hace mucho calor y no tengo aire acondicionado en casa. Estoy en una ciudad y no en la que debería. Me quedan pocas cápsulas de Nespresso y voy a tener que comprarme otra impresora. Maldito mes de septiembre, por muy bonito que esté el mar y por muy contentos que estén los padres de que empiecen los colegios. Pues ahora a fastidiarse y a comprar los uniformes, los estuches, los bolis y los libros. ¿No teníais ganas? Pues toma. Uf, qué desesperación, qué angustia. Ni el PSOE de Madrid, ni el Ministerio de Trabajo.
Como no tengo hijos que hereden mis maldiciones, estoy pensando que lo que me ahorre en material escolar me lo voy a gastar en un Ipad. Tal vez lo merezca (el Ipad, no los hijos ni las maldiciones). En lo que pongo la lavadora y barro el suelo, me decido. Ay, mis vacaciones de verano. Ya me queda un día menos para volver al chiringuito.


José María García Linares (06/09/2010)

lunes, 30 de agosto de 2010

MULTIFERIA

Ya estoy aquí otra vez. He adelantado el regreso, como hacen las estrellas del fútbol, porque, para un año que pillo la feria, había que dar constancia y celebrarlo. Y me ha costado no haber vuelto antes, vaya usted a creer, con el verano tan entretenido que hemos tenido. Con la visita del inefable y cristianorronaldizable Aznar estuve a esto, como con la de Pons (qué tío, éste tuvo que ser el chivato de la clase). El canto de un euro me faltó. Sudé, me mordí las uñas, solté tres tacos, pero uno es español y las vacaciones son sagradas, así que metí el culo en remojo, me preparé un tinto de verano con la chispita de Martini, y me puse a leer las ya famosas Lamentaciones de un prepucio (no se lo pierdan, nada kosher pero muy divertido). Cada uno vive estos sinsabores como puede y como sabe, así que menos coña.
Por eso, cuando el viernes asistí a ese despliegue de fuegos artificiales desde un conocidísimo bar del Paseo Marítimo con los bigotes moteados de cuscús, rompiendo la dieta, el ayuno y todo lo que se puede romper, me dije, macho, aprovecha que con todo esto tienes para rato. Nos llegamos a sentir muy malagueños. Es verdad que el bar no era el parador ese desde donde los pijos ven los fuegos en la capital malacitana, ni la playa de San Lorenzo es La Malagueta, pero aquí, en nuestra particular playa de La Melilleta, con su río fangoso y sus aguas verdosas, nuestros fuegos estuvieron apañaditos. Demasiados, diría yo (quince minutos), pero me lo callo. Colorido a tope y ruido a tope, como les gusta a muchos por estas tierras del Señor, de Alá, de Yahvé y de Etc. La feria, pues, quedaba inaugurada.
Hay que ver lo que cunde esa plazoleta. La Multiferia es de todos, para todos y hay de todo, hasta tienes tu rastro y tus botellones, como dice la chica ésta que hace los anuncios en la radio, más repetida que el ajo, que todo es "tu" no sé qué y "tu" no sé cuántos. En frente de un puesto de churros puedes comprarte tus calzoncillos de imitación, igual de cómodos pero más baratos. Pegados o sueltecitos, para que los churros estén bien sujetos o campen a sus anchas. Cuestión de gustos, claro. Bragas de fantasía y edredones de Bob Esponja. Me los quitan de las manos.
Los que estarán disfrutando son los dueños del hotel que hay en las inmediaciones. Un atractivo más en estos tiempos de crisis. Por si los clientes no tenían bastante con el botellón oficial que se celebra día sí y día también en sus alrededores y jardines, ahora tienen también todo un abanico de nuevas posibilidades, porque ya se sabe que la rutina cansa. Han hecho un estudio de marketing como pocos. Melilla es así, única, irrepetible. Esto no pasa en ningún otro sitio, eso de tener el botellón junto a un hotel de cuatro estrellas, la Comisaría de Policía y el Puerto Noray, y por eso tenemos la obligación de protegerlo y, además, difundirlo entre quienes nos visitan. Esa suciedad y ese olor a meado en pleno centro… Canela fina.
Ay, qué perita. Lo peor de la Feria es que te trae no sólo transaminasas, sino también la vuelta al cole. Muchos padres estarán emocionados por recuperar su vida y su tiempo. A los míos siempre les dio pena que empezáramos, pero eran otros tiempos. Los padres modernos son muy cómodos y les molesta cualquier cosa. Qué pestazo hay por algunas zonas de la ciudad a libro de texto. Aprovechemos, pues, lo que nos queda, y brindemos juntos por esta Feria del Mar, por cierto, sucio y lleno de bolsas en los últimos días. Salud.

José María García Linares (30/08/2010)

lunes, 26 de julio de 2010

SE CIERRA EL CHIRINGUITO


Estaba indeciso. No sabía si hacerlo o no. Al final, la levantera me ha iluminado y he tomado la decisión de cerrar el chiringuito durante el mes de agosto. Qué chorreones me están cayendo hoy mientras esto escribo, virgen santa. Va la gota descendiendo entre los michelines como si de un parque acuático se tratara, curva por aquí, looping por allá, y venga a darme con el kleenex como hacen las folclóricas cuando les suda el escote. En fin, un despropósito.

Y lo cierro por la salud mental de mis lectores, siempre ellos por delante, como debe de ser. Por ellos, que me paran por la playa para decirme que me siguen todos los lunes, que si soy yo el del periódico, que hay que ver lo guapo que sales en la foto y que cómo te pareces a tu padre. A todos ellos, muchísimas gracias. Porque uno escribe, al fin y al cabo, para que lo lean, por mucho que les pese estas palabras a algunos siesos del mundo de las letras. Si no tuviéramos detrás a tanta gente esperando nuestros pareceres, nada de esto tendría sentido. Podríamos dejar estas columnas en un cajón, que acabarían pudriéndose y muriendo de silencio. Sin embargo, son muchos los que dedican un ratito el lunes por la mañana para leerme en papel, en la página del periódico (www.diariomelillahoy.com) o en mi blog personal (www.periodicoenelcafe.blogspot.com), y eso te alegra la vida, o al menos me la alegra a mí.

Voy a estar unos pocos domingos, cuatro para ser exacto, levantándome y desayunando sin agobios, porque a mí me gusta escribir la columna el domingo por la mañana, con el café delante. Ni antes ni después. Soy excesivamente cuadriculado, y aunque la tenga escrita en mi cabeza desde el jueves o el viernes, no la redacto hasta ese momento. Así que hoy, que he amanecido acalorado, de postmoraga (sí, otra vez), hidrópico de sangría y humedad, me he dicho, chacho (esto se dice mucho en Canarias), para un poquito que esto no hay quien lo aguante. En vez de sentarme el próximo domingo a escribir, me podrán encontrar ustedes andando por la playa, uno de esas obligaciones que acaban convirtiéndose en placeres, que es también una forma de escribir con la arena el propio tiempo, incluso el propio deseo.

Así que no hay más que hablar. No ha sido tan difícil. Qué comprensivo que eres, lector, y qué generoso yo que voy a achantarme el pico para que puedas relajarte mientras te tomas tu tostada el lunes a primera hora. Si al final esto va a ser como una hermandad, tiempo al tiempo. Hoy iba a hablar sobre las Oposiciones de Enseñanza, fíjate, otra vez con el temita. Gente con un nueve y pico de nota se va a quedar sin plaza porque los dinosaurios de las listas de interinos y sustitutos se las arrebatarán por la experiencia laboral. Claro, no se dice si por la buena o la mala experiencia, que bien que habría que abordar ese matiz. Otro hachazo más al conocimiento. Otra vez los contenidos por debajo de no sé qué historias. Pasa en las aulas y, por lo que se ve, en los tribunales. A ver cuándo se dice en voz alta que esta práctica es, o debería ser, inconstitucional, que una persona de veinticuatro años no puede competir con otra de cuarenta cuando el punto más importante de una oposición es los años que se llevan trabajados. Qué injusticia. Es como para echar el cierre y tirar la llave. Total, que tengo que parar de hablar. ¿Lo ves? Necesito un descanso como el comer. Hasta septiembre.

José María García Linares (26/07/2010)

lunes, 19 de julio de 2010

WAKA, WAKA


Hace ya una semana que España ganó el mundial. Me sigue pareciendo increíble, pero todo apunta a que es cierto. Qué noche de pitos y de coches. Esto parecía una macroboda moruna de esas que ni en Las mil y una noches. Qué escándalo. ¿Por qué pitamos cuando estamos felices? Curioso y molesto, todo hay que decirlo. Fuimos de nuevo españoles de pura cepa, como en tiempos de Carlos V. El mundo, por fin, volvió a ser nuestro. Ay, el Imperio… Cuánta nostalgia, la misma que la que tiene a Moratinos sollozando de gusto cada vez que se trae a España a un expresidiario cubano. De verdad, la gente se queja por vicio. ¿Dónde, mejor que aquí, van a estar estos presos políticos? Para eso descubrimos nosotros América, la conquistamos, arrasamos a sus pueblos y les llevamos el catolicismo. Mira lo que hicieron los americanos. Desde luego… Si Cuba no hubiera dejado de ser nuestra, otro gallo cantaría. Waka, waka.

Lo mejor de la conquista del título mundial es que nos ha mantenido una semana ausentes de la realidad económica y política. Daba gusto poner la tele y ver nada más que a Pepe Reina diciendo estupideces y dando gritos, o a Jesús Navas ¿hablando? en su pueblo o a Piqué escupiendo en el cogote de un miembro de la Federación, creo que era. Nuestros campeones. Y todo esto hasta que Zapatero y Rajoy han vuelto a entristecernos la vida con otro Debate del Estado de la Nación. ¿Que quién ha ganado? Pues España, uno cero y con gol de Iniesta, gracias a las predicciones de un pulpo que ha tenido en vela a todo un país. Otra vez waka, waka.

Por cierto, que si alguien canta este himno mundialista por derecho propio somos nosotros, porque esto sí que es África. Se podían haber pasado por aquí los de España Directo para grabarnos un poco, porque africanos, lo que se dice africanos, somos más que nadie. Pero de la África profunda, de la más sucia, y si no, miren cómo está el Río de Oro de porquería, de olor, de estancamientos. Qué pestazo que echa el agua, y ahí mismo, en la playa. Así tenemos a los vecinos todo el día protestando, claro. Que se preparen los propietarios de ese pedazo de bloque en la esquina del Paseo Marítimo, esos que valen otro mundial, que se van a hartar de mosquitos, olores y… ¡Feria! Dentro de nada los tenemos como a las vecinas de San Lorenzo, que tanto juego nos dieron el verano pasado. Los pobres, las pobres. Todo ese dineral y toda la noche bailando en el dormitorio el waka, waka y echando baygón.

Baile y alegría. El sábado por la noche, en mitad de la playa, sonaba también esta canción mientras todos los integrantes de una academia bailaban y se divertían, vestidos de blanco y con una energía envidiable. La fueron alternando con bachatas, merengues, salsas, sevillanas y pasodobles, a la vez que unos amigos y yo, igualmente, íbamos combinando la cerveza y el tinto de verano. Ah... Mi reino por una moraga, sí señor. Quién querrá un Imperio cuando tiene a mano una neverita hasta arriba. Menos mal que los de la academia habían puesto antorchitas de esas ibicencas tan chachis y bonitas, tan prácticas en ese momento, porque se fue la luz en gran parte del Paseo. Todos los veranos la misma historia con los cortes. Será porque esto es África, digo yo. Waka, waka.

José María García Linares (19/07/2010)