domingo, 18 de abril de 2010

LA CABRA


El Domingo de Ramos hizo un día buenísimo. Fue una verdadera pena que el parque estuviera en obras, porque no pudimos ver la procesión rodeados de palmeras, sino de edificios modernistas por la Avenida. Ver el trono parado frente a La Montillana, otro mito, resultaba chocante pero a la vez sociológicamente atractivo. Llenaba de matices el sentimiento y la esperanza, como quien dice. Sin embargo, desde la esquina en la que nos habíamos colocado, no pude ver a la cabra de la Legión. Tanto es así que pensé que no habría salido, que estaría repasando Ciencias Naturales o haciendo un trabajo pendiente de Educación para la Ciudadanía. Al día siguiente la vi en el periódico. Ya me extrañaba a mí, pensé.
Reflexiones parecidas bullen en mí desde que me invitaron en Facebook a formar parte de un grupo llamado “Si matriculas a una cabra en 1.º de ESO, seguro que llega a 4.º. Desde entonces, cada vez que veo a estos animales, a alguna oveja o algún borrego, no puedo evitar hacer cábalas sobre el curso que estarán haciendo o el centro en el que estarán matriculados. Es, ciertamente, lastimoso. Siempre he respetado a los animales y no me gustaría dañarlos ahora. Sé que es ofensivo, para las cabras, relacionarlas con nuestro actual sistema educativo.
A los incrédulos, a quienes estén leyendo esto y digan que exagero, les propongo que hagan la prueba. En Primaria solo se puede repetir una vez. Ya se puede suspender el resto de cursos en su totalidad que el alumno o la alumna llega a sexto sin tener que haber aprobado ninguna, y como ya no puede volver a repetir, pasa a 1.º de ESO. El niño o la niña y la cabra empiezan a estudiar en Primero de Primaria. Los dos repiten, porque han suspendido todo. Al año siguiente, vuelven a quedarles tropecientas pero pasan automáticamente. En los años sucesivos, como ya no se les puede frenar, a pesar de que no saben leer, ni sumar, ni restar, ni se han aprendido las tablas de multiplicar, siguen escalando cursos y cursos y más cursos, hasta el punto que la cabra y el infante, ya hombrecito y mujercita, aparecen una mañana en un Instituto de Enseñanza (¿?) Secundaria después de llevar cinco años sin hacer nada. Ambos repetirán, ahora sí, 1.º de ESO, porque la ley lo permite, pero después volverán a promocionar automáticamente. La pobre cabra, que no sabe en dónde se ha metido y que sólo ha aprendido en estos años a mascar lápices y comerse los libros que su Comunidad Autónoma le ha regalado, se encuentra de pronto en 2.º de ESO. Lleva, como podrá comprobarse, dos años de retraso ( 1º de Primaria y de ESO), motivo por el cual ya no puede perder otro, siempre según la ley, y al año siguiente nos la meten en un PCI o en un Programa de Diversificación Curricular. Total, que si ha llegado hasta tercero, aunque sea por otro itinerario, que de caminos sí que saben estos animales, no la vamos a dejar en la calle y sin título, dicen desde Orientación, cuando eso es lo que querría la cabra, la pobre, y, por tanto, la mandan a 4º el curso próximo.
En fin. Así Fulanita, que está en mi tutoría, me dice, mascando chicle como si fuera una cabrita, que repitió 2.º de Primaria y que no ha vuelto a repetir hasta 1.º de ESO, es decir, cinco años después. Que en el colegio se vivía mejor porque sin hacer nada te pasaban de curso. Ilusa, pienso sin decir ni mú, sin decir ni beeeee, aquí te ocurrirá lo mismo pero te lo pasarás mejor.
José María García Linares (19/04/2010)