lunes, 3 de octubre de 2011

ENFERMEDAD

Hemos visto con espanto en estos últimos días que EEUU ha ejecutado a dos prisioneros que llevaban años encerrados en el corredor de la muerte. Les han inyectado ese final intravenoso sin que las autoridades tuvieran la absoluta certeza de que, en ambos casos, los reos fueran culpables. En uno de los casos, de los nueve testigos que en un primer momento declararan estar frente al asesino, siete han dado marcha atrás, asegurando (valga la paradoja) no estar seguros de que la persona inculpada fuera, efectivamente, culpable. A pesar de esas dudas terribles en una circunstancia como esta y a pesar de defender por activa y por pasiva su inocencia, la primera potencia mundial ejecutó la sentencia de muerte dictada por un alto tribunal, siempre en defensa y en nombre de la justicia. Menuda rachita llevan estos que se hacen llamar defensores de la democracia y de los valores tradicionales. Vengativos, irascibles, soberbios. Se sienten los dioses del mundo incluso para matar según sus intereses. Luego rezan en las plazas públicas y se sonrojan cuando algún político aparece en calzoncillos haciéndose fotos para colgar en Twiter.  Lo peor de todo es que este es el modelo que se exporta, ya sea en forma de hamburguesa o de satélite espacial. “Vuestra civilización es vuestra enfermedad”, que decía Gauguin.
Para enfermedades terminales de una sociedad, el poco respeto hacia las personas mayores y su condena al olvido. Aquellos que atesoran la experiencia, el conocimiento sosegado, el jugo de una vida exprimida con alegrías y tristezas, ellos, han sido reducidos a meros abuelos que ejercen las funciones de padres o a tristes y olvidadizos jubilados que aguardan el final en un banco del parque o frente a una obra. Lo peor es que estamos empezando a creer que” bueno, la vida es así, qué le vamos a hacer, las cosas son como son”. Tal vez sea por eso por lo que el anuncio del enlace de la duquesa de Alba y Alfonso Díez ha levantado tanto revuelo y tanta mofa. Cómo va a amar una señora tan mayor, si lo que debería estar haciendo es punto en su casa, con una toquilla sobre los hombros y una mantita sobre las piernas. Ay que ver, con lo vieja que está, todo el día de un lado para otro… y así un improperio tras el siguiente. Incluso en las tertulias indecentes de la televisión se hacen chascarrillos con lo que ocurrirá en la noche de bodas. Es la reducción de la vida, en definitiva, a la imagen, a la belleza, a la juventud. Es dejar de lado cualquier dimensión de lo humano más allá del atractivo físico y del sexo, la condena de la arruga, de las canas, de la posibilidad de ser feliz mientras se está vivo. Me gusta ver a esta señora ponerse por montera a la tan inculta sociedad española, y, ahora también, tan injusta y estúpida. El famoso “pienso, luego existo” cartesiano esconde tras sus palabras otras de tremendo poder y belleza, “existo, luego amo”. En las portadas de las revistas, en los programas de televisión, en cualquier sitio en donde aparezca su imagen, la veo como el icono de la lucha por la vida, por el deseo de gozar hasta el último suspiro, por defender la dignidad del ser humano en esa tercera edad que nos tocará vivir a todos pero que solo defienden unos pocos. Cuántas señoras que se pasan las mañanas en los centros de día no querrían vivir un nuevo amor como está viviendo Cayetana.
 De la mezquindad de los hijos de la duquesa hablaremos otro día. Que hay que callarlos con dinero, se los calla. Que atrás quede el dinero que, frente a ella, está la vida por delante.
José María García Linares (03/10/2011).