lunes, 23 de marzo de 2009

LINCES


Qué comodidad la de los diccionarios digitalizados. Confieso que consultarlos en el formato tradicional, esto es, impresos en papel, me da un coraje que viene desde mis años mozos en la E.G.B. (sí, entonces se consultaban) y del Hermano Fulanito, que estaba obsesionado por el significado (creo, pasado el tiempo, que porque el de su propia vida andaba un tanto disperso, pero no estoy seguro). No es que ahora se me caiga la baba cada vez que miro una palabra, pero como suelo tener el ordenador encendido allí donde leo, pues no me resulta tan pesado. Le das a un botón y listo.
‘Lince’ tiene dos acepciones. Por un lado, la del ‘mamífero félido europeo’ de pelaje rojizo y manchado (hace bien poco se estrenó un película de animación protagonizada por uno de ellos y doblada por don Antonio Banderas, arriba España), y por el otro, ‘persona de vista aguda’. Incluso el diccionario de la RAE recoge una tercera, la de ‘sagaz, audaz’.
Qué linces son nuestros obispos. Qué ejercicio de inteligencia comparar a un gato con un niño. En fin, debe ser inspiración divina, la misma que ha logrado multiplicar los carteles y los dípticos hasta llegar a los ocho millones de ejemplares y más de mil vallas publicitarias. ¿A quién se le ocurre preguntar quién paga ese gasto? Vulgar panda de paganos. Pues quién va a ser. El que provee.
Hombre, a estos obispos repeinados, que huelen a incienso y levitan cuando tienen sueños húmedos, habría que recordarles que después del escándalo de la curia y los abusos de menores, de siglos empalando a supuestas brujas y hechiceros, de miles de muertos en las hogueras y de negar, incluso, el holocausto nazi, a éstos, digo, habría que recordarles que no son ellos, precisamente, los que deberían impulsar de una manera tan radical la protección de nuestros niños, al menos de los que yo tenga, por Dios, qué miedo. Es comprensible el cabreo de la jerarquía católica. Es la pataleta de un viejo chocho que ve cómo va perdiendo facultades, que su poder ya no es el que era y que sus mentiras ya no asustan a nadie. Es el quejido de un lince en peligro, afortunadamente en este caso, de extinción. Por eso resulta inmoral que Ratzinger Z condene el condón allí en donde no hay cultura, sólo hambre, sida y desesperación. Al menos este Papa ha dejado claro, por fin, que para alcanzar este puesto de mando no hacen falta palomas ni milagros. Decir que el preservativo empeora la situación… Qué poca vergüenza. Qué obsesión con el placer ajeno, con el gozo humano. Qué miedo al orgasmo, a la caricia, al sudor en compañía. Qué miedo al hombre. La historia del Cristianismo no es la historia de la humanidad. Hubo mucho más antes de Constantino. Y el sexo no era ninguna epidemia. Convendría que repasáramos la Historia.
Qué tufo a fanatismo. Voy a comprarme un pack de sabores, que regalan un anillo vibrador y un frasco de lubricante de menta. ¡Oh! esto sí que son auténticas alianzas, en lo bueno y en lo bueno. Qué linces los de durex.
José María García Linares (23/03/2009)