lunes, 9 de marzo de 2009

ALERGIAS



Es llegar el mes de marzo y empezar a estornudar. Mira que me preparo para el advenimiento de la primavera, pues nada. Siempre me pilla el toro. Se me ponen los ojos rojos y la nariz como un tomate. En el cajón de la mesita de noche, una caja de antihistamínicos y mi broncodilatador. De nada sirven. Los tres miramos desalentados desde la cama cómo la ventana se va llenando de arena, de polen y de otro sinfín de condenas. De los ácaros ya ni me quejo. Me falta echarles de comer por la mañana. Esto de las alergias es terrible. Picores y escozores mucho peores que los de Rajoy, dónde va a parar. La nube de Camps sí que es verdad que le va a suponer un par de días encerradito sin salir para no asfixiarse, pero las demás son moco de pavo. Como mis ácaros, ya debe estar acostumbrado.
Y todo por culpa de marzo, que nos altera la vida, el ánimo y la sesera a golpe de viento. A Obama, incluso, le están saliendo canas. Los aires difíciles, que decía Almudena Grandes, y que en regiones como Cádiz o Canarias elevan el número de enfermos mentales y de suicidios. Cuando el viento se convierte en una voz no deja de hablar nunca. Nosotros, en Melilla, también estamos acostumbrados a jornadas ventosas. Tanto levante como poniente, lo mismo da. Si dice de soplar, sopla con mala sangre. Leía el otro día en el periódico que las fuertes rachas de los días pasados habían tirado por tierra bastantes metros de la valla fronteriza. Fue inevitable acordarme de tantos hombres y mujeres que esperan escondidos una oportunidad para cruzarla. Que tenga que ser la fuerza de la naturaleza y no la del hombre la que derribe fronteras y separaciones entre los seres humanos. A veces no es tan irracional el ímpetu de los elementos. Ojalá fuera éste el verdadero cambio climático.
Por resignación o por comodidad, seguramente por avaricia, porque el giro de la política costaría demasiados millones, hemos lanzado la sonda espacial Kepler, que se encargará de buscar vida extraterrestres y planetas similares a la Tierra. Para hallar seres cabezones, de cuerpos delgados y encorvados no hay que viajar por la galaxia. Basta con darse una vueltecita por los poblados africanos más castigados por la hambruna. Allí los marcianos tienen, además, moscas en la boca y barrigas hinchadas como globos.
¿Cómo buscar otro planeta si todavía no hemos encontrado el nuestro? ¡Achís! Jesús, María y José. Dichoso viento, dichoso polvo, dichosa injusticia.

José María García Linares (09/03/2009)