lunes, 18 de octubre de 2010

ALEGRÍAS


Qué alegría tengo en el cuerpo. Es poner los pies en Málaga y me cambia la vida. Menudo viaje me tengo que pegar (y pagar) cada vez que regreso a casa. Un día y medio, en esta ocasión, con noche en el Málaga Palacio, como un señor. A veces no sé si voy a Melilla o a Estados Unidos, con estos horarios y estos precios. Hasta me crucé con el autobús del Real Madrid, perseguido por decenas de aficionados (el autobús, no yo, afortunadamente). Qué aburrida que está la gente. Como buen melillense, me di mi vueltecita por la calle Larios. Sí, lo has adivinado, lector, tú siempre tan ávido. Sí, cómo no me iba a sentar en la Lepanto, aunque fuera sólo un ratito. Con la barriga llena, rumbo al Corte Inglés, que es como la casa de Melilla en Málaga. Crucé a ver la Fnac y vuelta por la Alameda hasta, nuevamente, la Casa de Guardia. Estas buenas tradiciones las aprendí de mi padre, aunque en esta ocasión pillé el establecimiento cerrado. No me quedó otra que meterme en la librería Luces, para comprobar, como escritor vanidoso que soy, si mis libros estaban allí. Veinte minutos después salí más gordo de lo que entré. Allí estaban, en el expositor, tan hermosos, tan limpitos. Creo que es la única vez en la que coger kilos me ha puesto como unas maracas.
A todo esto hay que unirle que estoy de cumpleaños. Si me es posible celebrarlo con esta columna, es porque tú, que dedicas todos los lunes unos minutos a estar conmigo, me lo permites. Cumplo dos años como columnista, que se dice pronto. Recuerdo clarísimamente cómo se fraguó todo en la pérgola del Club Marítimo. Qué nervios, le dije a mi madre. Tranquilo, que lo harás bien, me dijo enseguida. Mi padre no intervino hasta más tarde porque es de secano, y los baños estivales ni los pisa. Después en casa todo fue alegría, orgullo, expectación.
Dos años ya. Semana tras semana este diario me permite conectarme con mi gente, con mi tierra y con sus luces. Me ayuda a sentirme más cerca, a no estar tan lejos, a que el océano se reduzca a un breve charco que se cruza en minutos. Después Iberia se ocupa de que las cosas no sean tan idílicas, pero ese no es el tema, que estos son capaces de todo, de perder maletas y de romper metáforas. Dos años en los que he aprendido a mirar las cosas desde otro punto de vista, dos en los que la gente, siempre tan generosa, me ha parado por la calle, a mí y a mi familia, para decirnos que nos siguen, que no dejemos de escribir ese trocito los lunes. Para todos vosotros, toda esta alegría.
Finalmente, la celebración no queda aquí, sino que continúa. Esta semana estaré en Melilla para presentar dos libros. Por eso, lector, te he contado mi recorrido malagueño. Nunca consigo llegar en el mismo día, por los enlaces en los aeropuertos. Así que tengo que echar paciencia y ganas y montármelo de la mejor manera posible.
A vosotros que estáis hoy lunes ante esta columna, gracias. Que no me faltéis, que no dejéis de invitarme a desayunas con vosotros cada lunes, y que sigáis haciéndome feliz con vuestra fidelidad y vuestra lectura.

José María García Linares(18/10/2010)

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