viernes, 25 de diciembre de 2009

SORTEO

De pequeños mis hermanas y yo siempre veíamos el sorteo con el batín puesto. Eran mañanas de cuadros escoceses, babuchas, lumbre bajo la mesa y décimos ordenados junto a una lista que mi padre preparaba en media cuartilla y en la que apuntaba terminaciones, premios, esperanzas y que al final terminaba usando de posavasos para la copita de anís. Qué bueno estaba el colacao el primer día de vacaciones aunque hubiera que madrugar. El anís también, pero no nos dejaban ni olerlo por aquel entonces.

A mí me interesaba bien poco lo de la lotería, como me ocurre ahora. Lo mío era más saborear el ambiente, porque el Gordo ya me había tocado unos días antes cuando dije adiós a mis profesores, pero era tal la expectación en mi casa que, te gustara o no, acababas participando de toda aquella ilusión.

Soy de mal perder, lo reconozco, así que como sé que no me va a tocar nada, compro sólo algún décimo pero por si acaso. Hay que ver cómo disfrutan los ganadores por la tele y cómo llenamos de salud nuestras casas los que los vemos con esa cara que se nos queda cuando no rascamos ni un raquítico euro. Alguna devolución, pero por no desanimarte. Mi abuela clamaba enseguida lo de la salud, que era lo más importante en la vida. La pobre me miraba y más fuerte lo decía, claro, ahogándome como me he ahogado durante mucho tiempo hasta que inventaron eso de los chufichufis que te quitaban el ataque de asma en un santiamén. La salud está bien, por supuesto, no seré yo el que diga lo contrario, pero en aquellas mañanas nos hubiera gustado también a nosotros echarnos la sidra fría por el cogote en plena calle.

En casa seguimos esperando. Lo nuestro roza ya lo religioso. Estoy casi seguro de que una de mis hermanas incluso reza mientras mira la tele en pleno trance de fortunas, gafes, desencantos y sueños. La de cosas que podríamos hacer si nos tocara algún millón, me dice. Mejor no pensarlo, contesto, aunque es inevitable. No somos de coches caros, ni yates, ni joyas. Las hipotecas sí, ésas nos las quitaríamos de un plumazo, que ya está bien. Nos iríamos a algún balneario de esos lujosos llenos de pompas, de mujeres con la cara cubierta de barro y de columnas cuasi-espaciales que adornan todo el circuito, y al volver pondríamos nuestros cargos a disposición de la Administración, para que se los metieran por donde les cupiese, dicho sea de paso, que en los sueños todo es posible. Últimamente parece que en la vida también todo lo es, pero lo dejaré para otra columna, que me enveneno y se me amargan estas letras de hoy, tan festivas, dicharacheras y jocosas.

Hemos superado lo de los batines, es de justicia decirlo, que Melilla es muy chica y luego paran a mi madre por la calle y me la ponen colorada. Tampoco podemos ver el sorteo todos juntos porque o trabajamos ese día o no he llegado yo aún, que soy el verdadero premio de mi casa. El que no se consuela es porque no quiere, evidentemente. Cuando aterrice el día 23 tal vez seamos ricos. Si no, seguiremos igual de bien, nos reiremos como todos los años, y brindaré con mi broncodilatador por la salud de los míos y la mía propia. Suerte a todos y felices fiestas.

José María García Linares (21/12/2009)