sábado, 29 de enero de 2011

RESEÑA DE NEVERLAND


Buenos días. Os dejo aquí una reseña sobre mi libro, Neverland, que apareció publicada el mes pasado, a cargo de Francisco Basallote.



SOBRE "NEVERLAND", DE JOSÉ MARÍA GARCÍA LINARES.
EDITORIAL ZUMAYA. GRANADA.


José María García Linares ( Melilla, 1977) es licenciado en Filología Hispánica y profesor. Ha colaborado como articulista en revistas como Letra Clara, Extramuros, Elvira… Forma parte del consejo de redacción de la revista Entre Ríos y columnista del diario Melilla Hoy. Autor de dos poemarios, Oposiciones a desencuentros, 2007 y Muros, por el que recibió la Mención especial del Premio Internacional de Poesía “Ciudad de Melilla”, 2010.
Es Neverland una hermosa metáfora, y ese País de Nunca Jamás y todos los personajes del cuento de Peter Pan conviven en el inframundo de este poemario como elementos imprescindibles para manifestar esa tendencia a revivir el pasado que lleva implícita la poética de la memoria, la elegía por el tiempo y los espacios perdidos y sobre todo el mundo maravilloso de la infancia, paraíso perdido que es el verdadero País de Nunca Jamás.
En este hermoso poemario de la memoria, se sobreponen varios niveles: el de la ilusión
en las innumerables alegorías al cuento, como el vuelo : “ Volé con ilusión/ de un niño chico/ en busca de tesoros escondidos/…”, “El cielo de los niños es de azúcar/ de alas de algodón, de nubes gordas/…” , El tiempo que “ devora la vida, engulle los relojes…” como el Cocodrilo o la playa del Capitán Hook, “Torcida y sucia /como el garfio del olvido…”. Pero a él se sobrepone el de la pérdida: “Nadie nos dijo que en los cuentos/ podíamos perder los héroes…”,“ Nunca, jamás podré volver a oír/el eco de tu cuerpo adormecido,/…”, “ Hoy,/ desde esta isla, miro el viento/ y apenas hallo rastro conocido/...”, “ En las cortezas del árbol / escribimos, una vez, el tiempo./…”. Pero sobre todo el de la memoria: “Alguna vez la luz/ se agarra al paladar de la memoria/ “, “Voces que están hundidas en el mar,/ del revés en cada charco de memoria,” , “La memoria es un estado de ánimo, /frugal hoja de té de la melancolía./ Por eso tu y yo somos recuerdos…”. Logrando el estado de sublimación en la nostalgia: “…esta casa sin jardín,/ perdida para siempre en la nostalgia…/”, “Si algo guardo de estos años/ es la luz azul de los inviernos…”, nostalgia de los lugares de la infancia, de la ciudad : “ Melilla,/ hierbabuena varada/en la nostalgia.” ¿Puede ser más contundente ese sentimiento arraigado en el corazón del ausente que ve cómo: “Desde el faro se deshoja/ el tiempo y la memoria gota a gota…”? y “Seguir el rastro del tiempo/ hasta el sueño mismo de la torre...” Y a pesar de todo, dirá “…seguimos dejando abiertas las ventanas./ Quién sabe si una noche,/ si en un sueño/ aparecen los besos/ que dejamos volando sobre Neverland.”

Un original y hermoso poemario que nos hace volver la mirada hacia esa parte de nuestras vidas que pasó irremediablemente en brazos del tiempo y al mismo tiempo gozar de los versos de un poeta joven que camina certeramente por los espacios de la memoria.


(http://www.darrax.es/typo1/index.php?id=269&tx_ttnews%5Btt_news%5D=4405&tx_ttnews%5BbackPid%5D=288&cHash=792863f991)

lunes, 24 de enero de 2011

INDUSTRIA CINEMATOGRÁFICA


Alex de la Iglesia, Director de la Academia del Cine Español, confesaba antes de ayer que las malas cifras que se prevén en cuanto a recaudación y demás en las salas de proyecciones se debe a que los cineastas españoles no han sabido conectar con los espectadores. La misma cantinela de siempre. Pasa con la música, con la literatura, con la televisión… Es tan simple como darse cuenta de que todo se ha convertido en industria y que la industria necesita de consumidores para funcionar como es debido. Hoy, y tal vez ahí esté el gran problema, no somos público, no somos espectadores ni televidentes. Ni siquiera lectores. Somos, básicamente, consumidores. Y ya sabemos todos cómo funciona el consumo. Son cosas de la globalización. Si bien la conversión del mundo en una aldea global tiene enormes ventajas, enormes no dejan de ser también los inconvenientes que genera, porque en la lucha por llegar a todos sitios gana el que más recursos tenga. La Industria del Cine Español, que es como hay que llamarla, no puede competir contra la Industria del Cine Norteamericano. Así de claro. Es como intentar que el Telepaella le haga la competencia a McDonald’s. No se puede competir. Lo que hace décadas podía denominarse cultura se nos ha convertido en los últimos tiempos en Industria Cultural, en donde por encima de la calidad, el rigor o la valía está el beneficio económico de las empresas que lanzan un producto. Hoy no se publica un libro, o raramente se hace, si no hay certezas de que vaya a venderse con alegría. Con los discos pasa igual. Y una política como esta va dejando por el camino a multitud de artistas que ven cómo las puertas están cerradas a cal y canto con un candado hecho de euros que no se puede abrir de ninguna manera, salvo que se pelotee, se medre y se hagan favores que al final le permitan a uno entrar en el mundillo.
Pero hay otro factor que está dejando las salas de los multicines peladas como gatos. Hace diez o doce años costaba ver una película entre doscientas y cuatrocientas pesetas. Ayer, sin ir más lejos, pagué 6’90 euros por una entrada, pero me consta que en las grandes capitales españolas el precio es todavía superior, en torno a los 10 euros. Es absolutamente abusivo, y si lo es para un trabajador medio, qué será para los estudiantes universitarios, para los adolescentes o para los mileuristas. El cine tiene una ventaja sobre otros productos culturales. Aunque puedas descargar una película, nunca la verás igual en tu casa que a oscuras en una enorme pantalla, absorto por el sonido y por la imagen. Lamentablemente, muchas personas deben en estos tiempos de crisis pensar fríamente qué película van a ver, puesto que ya no se va al cine porque esté lloviendo, haga frío para estar por ahí en la calle o porque en esta maldita tarde de domingo no se tenga nada que hacer. Vas si te interesa una cinta en concreto. Es demasiado caro. Y no digamos si vas con familia. Eso de ir al cine dos veces por semana ya no es viable.
Si Hollywood está en todas las salas porque tiene más recursos que nadie, por qué no contraatacar con una estrategia de mercado más competitiva. Si la última película de Clint Eastwood (estupenda, valió la pena pagar la entrada) ronda los siete euros, pongan la de Mario Casas a cuatro (parece que es el único actor español que está actualmente trabajando) y aprovechen el tirón del producto nacional. Sería una manera muy sana de reducir el número de descargas, mucho más efectiva que la Ley Sinde, porque el ciudadano de a pie quiere ir al cine, le gusta el cine. Si no, basta mirar las estadísticas. Hace años las entradas valían menos de la mitad y se recaudaba el doble.


José María García Linares (24/01/2011)