lunes, 20 de julio de 2009

TODO LLEGA



El año pasado estuve veraneando, después de mucho tiempo, en Chiclana de la Frontera. Cádiz tiene un mar que ya lo quisiéramos nosotros. Transparente, fresco, limpio. Refresca por las noches y no sudas como lo haces aquí. Su levante es distinto, muy parecido a nuestro ponientazo, pero con más mala uva, aunque, afortunadamente, no llegamos a sufrirlo durante nuestras bien recordadas vacaciones. Desde Chiclana apenas empleas tres cuartos de hora para acercarte a lugares como Caños de Meca, Barbate, Zahara de los Atunes o Tarifa, emblemáticos todos por sus puestas de sol, su ambiente relajado, su gente y sus playas. Es en Zahara en donde el fuego ha vuelto a hacer, dramáticamente, acto de presencia. Llega el verano y con él los incendios. Todo es cíclico. Estamos condenados a la repetición. Todo pasa y todo queda, que decía Machado. Parece que también todo llega a pesar de las previsiones.
Todo llega, como llegó, o no, el hombre a la luna. Ver las imágenes debió de ser impactante, de ahí que muchísimas personas no acabaran de creerlo. Hay teorías para todos los gustos. Incluso el nombre de Stanley Kubrick gravita alrededor del supuesto tongo, cámara en mano, en unos decorados hollywoodienses. No se trataba sólo de llegar antes que los rusos, sino de conseguir los mejores testimonios gráficos posibles. Era y es, desde entonces, el poder de la imagen el que otorgaría otros poderes a los gobiernos. En la batalla contra Rusia había cabida para todo, así que no es de extrañar que llegaran, sí, y se posaran en la luna pero que nos hubieran colocado unas imágenes que estaban previamente preparadas por si fallaba la misión. Parece lógico en los tiempos que corren hoy. Me gusta este halo de misterio en torno al tema, porque alimenta mis fantasías de ruinas lunares y bases extraterrestres en la cara oculta. Adoro a Iker Jiménez.
Los que casi no llegan son los pasajeros del Millenium. No de la novela de Larsson, se supone, sino del barco este que todos los años monta sus numeritos en plena temporada estival. Lo de Melilla y su transporte no tiene remedio. Ya estamos otra vez a vueltas con lo mismo. Monopolios, incumplimiento de horarios, precios elevados… Aburre, incluso, hablar de estas cosas. Son como el Gurugú o Melilla la Vieja. Forman parte de nuestra identidad, están ahí y ahí hay que dejarlos. Qué sería de nosotros si, algún día, tuviésemos varias compañías marítimas y aéreas. Sufriríamos de esquizofrenia norteafricana. Las tradiciones están para respetarlas y conservarlas, y si en el aeropuerto tardan cincuenta minutos en traer las maletas desde la pista hasta la cinta transportadora como le pasó a mi hermana, o mejor dicho, a su equipaje, no pasa nada. Es lo nuestro, como lo andaluz, lo canario, lo extremeño. Saboreémoslo. Estamos en casa.
Y recién llegada, después de haberse hecho esperar, tenemos la gripe A. Ya era hora. Así nos sentimos más cerquita de la orilla de enfrente. Ahora sí que lo tenemos todo para exigir más dinero en la financiación autonómica. En invierno esto va a ser caótico, un crujir de dientes. A ver quién no se acerca a Urgencias cuando tenga algo de fiebre, a ver qué madre y qué padre no se lleva corriendo al niño del colegio, o bien al hospital, porque tenga algún síntoma, o bien a su casa para que no se contagie. Mientras tanto, y para abrir boca, faltan enfermeras (y enfermeros), no se exige especialización a la hora de trabajar en una planta o en otra, la vacuna, dicen, no llegará hasta diciembre o enero y no hay médicos suficientes. Los hospitales se van llenando de personal extranjero mientras a nuestros estudiantes les exigimos más de un ocho para estudiar Medicina y acaban contratados en Portugal porque les pagan mejor. En fin. Me voy a andar un poco por la playa. Dicen que, además de otras patologías respiratorias, la gripe A se ceba con quienes tienen sobrepeso. Joder, si es que nos pasa de todo.


José María García Linares (20/07/2009)