lunes, 13 de febrero de 2012

CONGRESOS Y REFORMAS


Se me ha muerto ya una pila de peces. Me regalaron un acuario en Reyes y no doy con la tecla. A priori las especies eran compatibles, según me dijeron en la tienda. Sin embargo, a uno de ellos se lo comieron dos que eran bastante más corpulentos. Otros dos fenecieron atrapados en un cofre del tesoro que puse como adorno, otros, creo, por la turbiedad del agua. Tengo la pecera, pues, peor que un congreso del PSOE. Aguas oscuras, ejemplares que se devoran entre sí, soledad en determinadas esquinas por la pérdida de individuos… En fin, un desastre. Hoy el agua está peor que ayer, incluso apesta, como las expectativas de Griñán para la Junta de Andalucía. Desde luego, lo que parece claro es que de los supervivientes de mi acuario no ha salido reforzado ninguno. Están ahí, a su bola, comiendo lo que pueden y persiguiéndose sin parar. Me da que del congreso, tampoco se ha sacado nada en claro.
            Leía este domingo en El Mundo (sin que sirva de precedente) la entrevista realizada al ministro de Educación, Cultura, Deportes y otras hierbas José Ignacio Wert. Está bastante más gordo que cuando participaba en las tertulias de Concha García Campoy y, por cierto, bastante más subidito. Qué falta tiene de la contraofensiva sistemática que le hacía Arturo González, ahora en el diario Público, que debía estimular su metabolismo. Wert tiene la intención de arreglárnoslo todo y ya sabemos que el que mucho abarca poco aprieta. Toros, Educación Cívica, Ley Sinde, etc. Ha abierto la boca y el PP ha perdido cuatro puntos en intención de voto, según las últimas encuestas. Nos amenaza con una nueva reforma educativa, de esas que no sirven para nada porque no abordan realmente los problemas. Con la que les está cayendo encima a los docentes, habría que preguntarles, como se hace en otras áreas profesionales, cuáles son su principales preocupaciones, cuáles son los problemas que se deben abordar en primer lugar, qué soluciones pueden plantearse desde los propios centros educativos, etc. Sin embargo, una vez más, lo primero que sale a la palestra es la necesidad de cambiar la asignatura de Educación para la Ciudadanía por otra de parecido nombre. Y nos hemos quedado todos los profesores boquiabiertos. Luego plantea la posibilidad de ampliar un año de Bachillerato reduciendo uno de Secundaria, pero sin rebajar un año de la obligatoriedad, es decir, que tan sólo consistirá en cambiar el nombre de Cuarto de ESO por Primero de Bachillerato, puesto que todos tendrán que cursarlo si no quieren ir a Formación Profesional. ¿Tan difícil es reconocer que sólo los que quieren terminarán estudiando? ¿Por qué no dar la opción de que, una vez concluido ese Tercero de ESO, el alumno decida voluntariamente, no por obligación, lo que quiere hacer? No levantaremos cabeza jamás. También habla el ministro de fomentar la cultura perdida del esfuerzo y la excelencia, perdidas desde hace años en el fango de la mediocridad y la teoría del antiempollón. Muchos estamos de acuerdo con la iniciativa, pero convendría resaltar que el fracaso escolar no es sólo hijo de la LOGSE de los socialistas, sino que durante los ocho años de Aznar no se hizo tampoco nada para pegar un frenazo y reconducir el desastre.
            Le deseo desde aquí mucha suerte a José Ignacio Wert. Que aplique la misma valentía de las tertulias a las reformas que se avecinan y que no olvide que para que cualquier iniciativa tenga éxito, debe contar con el apoyo de quienes tienen que materializarla.

            José María García Linares(07/02/2012)

VOCES


Antes de ayer me llamaron de una compañía de telefonía móvil para ofrecerme un nuevo modelo de esos que tienen las teclitas chiquititas y conexión a internet, mensajes gratis y toda la parafernalia de siempre. Me lo daban prácticamente gratis, no recuerdo si salía a uno o dos euros. Es la tercera vez que me telefonean en los últimos meses para persuadirme de que tengo que cambiar de terminal y de que, además, es conveniente y recomendable y, sobre todo, barato contratar una tarifa para navegar por la red. Volví a rechazar la propuesta seguro de que no hay necesidad alguna de cambiar de móvil cada año y de contratar una tarifa de conexión a internet teniendo un ADSL en casa. Mi rechazo no viene provocado ni por recortes ni por crisis de ningún tipo, sino por lo que considero que debe ser el principio de austeridad: hacer un consumo responsable no cuando falta, sino cuando se tiene. Hasta qué punto es necesario conectarse, por ejemplo, a una red social en un bar, durante un paseo, en la misma playa, por muchos euros que ganes al mes. Puede parecer absurdo, pero es una manera de decir no al aluvión capitalista que no deja de empujarnos hacia una única dirección posible. Seguramente claudico por otro lado, pero no me considero entregado y vencido, sin un pequeño margen de decisión.
            Resultan escandalosos los datos publicados esta semana sobre las condiciones de esclavitud en las que trabajan niños y adultos para empresas como Apple en Asia. Los procesos de fabricación y producción de Ipad y Iphone, al parecer, vulneran todos los derechos de los trabajadores, desde los horarios hasta los sueldos. Y, cómo no, enseguida las voces de la vieja Europa claman contra las multinacionales que someten a los pobrecitos chino, explotados como están, y, además, cuestionan la moral de quienes compran estos productos, cómplices, desde su punto de vista, de la inmoralidad y la deshumanización. Estas voces olvidan (olvidamos) que para que el nuestro se llame Primer Mundo deben haber otros que se designen Segundo, Tercero y Cuarto. No hace falta irse a China, basta con mirar a nuestro alrededor. No puede existir capitalismo alguno sin explotación, porque en la base misma del sistema la lógica no es otra que la de a menor inversión, mayor beneficio. Funcionan así los bancos, por ejemplo, y nadie saca de allí sus ahorros, ni el que esto escribe. Extraer hasta la última gota de los trabajadores ha sido siempre el objetivo del Mercado, con mayúsculas. Todo lo demás no es más que palabrería. Si volvemos a mirar no a China, sino a España, ahí tenemos a todos estos señores engominados y encorbatados abaratando despidos, implantando minijobs, reduciendo la subida de salarios, aumentando horas laborales sin retribución laguna, proponiendo el voluntariado para cubrir lo que antes era empleo público, etc.
            Tal vez esta crisis nos aplaste, nos desanime y nos empobrezca durante décadas, pero también ha motivado posturas individuales de concienciación, de responsabilidad, de crítica a un sistema al que pertenecemos todos, que nos engulle y nos vomita a todos y nos deja varados cuando lo estima pertinente. Y plantea, no obstante, alguna pregunta interesante, viendo la desazón del Primer Mundo ante la crisis financiera y las estadísticas sobre principales preocupaciones de los ciudadanos. Más allá de tener cubiertas nuestras necesidades básicas, ¿debe ser el dinero el centro de nuestra vida?

José María García Linares (31/01/2012)