lunes, 13 de septiembre de 2010

SECUENCIAS


Hubo un momento el viernes pasado, viendo United 93, en que perdí la noción de la realidad. Los pasajeros de ese vuelo se rebelaban contra sus secuestradores nada más enterarse de que otros dos aviones habían impactado contra las Torres Gemelas. Después de reducir a dos de los terroristas, consiguen echar abajo la puerta de la cabina y acceder a los mandos, en medio de forcejeos con otros dos radicales que habían usurpado el puesto de los pilotos. En medio de toda la tensión, confié en que varios pasajeros lograrían deshacerse de los usurpadores y remontar el vuelo, que descendía vertiginosamente y sin control. En un instante imaginé la escena. El avión, nuevamente equilibrado, conseguía aterrizar gracias a las indicaciones de la torre de control, en plan americano. Y fue aquí cuando se me pusieron otra vez los pelos de punta. Vista desde el principio, las escenas de las torres humeantes, del segundo avión explotando en las entrañas de una de ellas, parecían secuencias que alguien robó y nos emitió hace ya nueve años.
Fueron imágenes que nadie pudo controlar. Una dosis de terror tan elevada que apenas resultaba creíble. Sólo con el avance del día la conciencia pudo ir asimilando la salvajada que había hecho añicos los umbrales del siglo XXI. Lo que vino después nos es de sobra conocido. Una respuesta igualmente delirante de Estados Unidos, las armas de destrucción masiva, el metro de Londres, los trenes de Madrid…pero sobre todo la consideración equívoca de que el Islam y el terrorismo de Aqaeda eran la misma cosa. Nueve años después, según las estadísticas, casi el 50% de la población española admite su rechazo sin tapujos de la cultura y el mundo musulmanes.
Afortunadamente, el pastor desequilibrado que ha tenido en jaque al mundo con el anuncio de la quema del Corán se ha estado quietecito. Hasta Clinton y Obama han tenido que intervenir. La que podía haber liado el tipo este, o mejor, la que han estado a punto de liar los medios de comunicación estadounidenses faltos de noticias importantes. Cualquier persona razonable sabe dos cosas. La primera, que este señor es un radical, un intolerante y un inculto al que no hay que dar cobertura mediática. Y segunda, que una banda terrorista no representa ni a una cultura ni a una religión, sino a sí misma. Es en sí misma intransigente, es en sí misma violenta y se aprovecha de ciertos valores culturales que manipula para sentirse arropada y para darle la justificación que por sí misma no tiene.
Si algo intuimos aquel día, el 11 de septiembre, cuando se vinieron abajo las torres, es que estábamos solos. Quienes buscaron a Dios no encontraron más que escombros, los mismos con los que se quiso reconstruir su imagen en un lado y en el otro, como divinidades en guerra, rodeadas de truenos y de llamas, de libros y de locos, de políticos y terroristas. A partir de ahí todo se volvió una pesadilla, secuencias de otras tantas películas imposibles que siguen teniendo al espectador pegado en la butaca y con la boca abierta.


José María García Linares (12/09/2010)

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