jueves, 15 de abril de 2010

SECTOR DEL LIBRO

El sector editorial está que echa chispas, a pesar de vivir rodeados de un material tan inflamable. Después de lo que está ocurriendo en otros países, después de esa macroempresa llamada Google-books, después de Amazon y su lector digital Kindle 2, ahora vienen nuestros editores a advertirnos de la cantidad de pérdidas que está sufriendo la industria del libro. Desde luego que en España parecemos tontos. Años hace que se advirtió que si el negocio de la lectura no se adaptaba a las nuevas condiciones de mercado, sufriría las mismas pérdidas o más que la industria de la música. Pues nada, como quien oye llover. Ya se sabe, somos el país más arcaico en términos culturales, anclado en el pasado y en estructuras obsoletas, haciendo oídos sordos a todo lo que ocurre a nuestro alrededor.
Me compré hace meses un E-reader, un libro digital de esos que hoy parecen hijos del demonio. La única forma que existe, prácticamente, de sacarle partido es descargando títulos de algunas páginas web de usuarios que, gentilmente, ofrecen la lectura sin ánimo de lucro. Se sorprende uno de lo que llega a encontrar. En España no hay mercado para el libro digital. Sencillamente. Mientras en otros países la oferta es variada y barata, entre cinco y nueve euros, aquí ni siquiera tenemos posibilidad de compra y solamente podemos buscar y buscar hasta dar con un foro de descargas gratuitas. Paradójicamente, estos lectores digitales se venden en muchos casos en grandes librerías que, por supuesto, no tienen catálogo de ningún tipo. Viva España. ¿De verdad que los editores creen que, habiendo libros digitalizados en Internet, algunos modernos, sin coste alguno, el lector se va a gastar un mínimo de dieciocho euros? Esto es de cajón.
Independientemente de que sean cómodos estos nuevos soportes, eso de ir a una librería y buscar y detenerte y disfrutar y volverte loco no tiene parangón. No lo cambio por una descarga de un minuto. Los buenos lectores son fetichistas. Necesitan del tacto, del olor, de la caricia tibia de la hoja de papel. El cristal de la pantalla es demasiado frío. Lo que ocurre es que es barato, y ya se sabe.
En formato digital están también todos los cuentos clásicos de hadas, esos que la eminencia de la ministra de igualdad mira con malos ojos. La pobre. Ha descubierto que los textos son discursos ideológicos. Vaya por Dios. ¿Y ahora qué hacemos? Habría que recordarle que, incluso la etiqueta de su ministerio, es ideológica, esto es, está cargada de significados más allá de su propia denominación. Por ejemplo, nada tiene que ver la idea de igualdad con la igualdad socialista, que es torticera, rancia, mediocre y chuminosa (solo de pensar en el igualitarismo estúpido, y no igualdad de oportunidades, que ha hundido el sistema educativo…) y que solo se utiliza para ganar votos. Además, el discurso igualitario socialista (sociainjusto y sociatonto) es el que permite que las mujeres cobren menos que los hombres y que no puedan armonizar vida laboral y vida familiar. Déjese de cuentos de hadas y de hados que gracias a ustedes las generaciones más jóvenes ya no leen, porque los han ustedes embrutecido para que todos sean iguales en derechos y en injusticias, y póngase a trabajar de una manera seria. Que luchar por la igualdad no es sólo echarse las manos a la cabeza cuando el novio asesina a la novia. Eso es sólo lo que sale en la tele, lo mediático, lo que tiene renta electoral.
José María García Linares (12/04/2010)