miércoles, 9 de febrero de 2011

¿QUÉ PASARÍA SI...?


Qué bien le ha venido al PSOE el subidón de libertad en tierras de Faraón. La foto de ese pacto económico ha pasado durante la última semana a un segundo plano. De poder estar diariamente mofándonos de esas manitas unidas que pretenden simbolizar la unión pero que lo que realmente representan es nuestro hundimiento, los medios de comunicación han vuelto la vista a Oriente en busca de palabras como cambio, esperanza y aires nuevos. Primero fue Túnez y, tras el reino de las pirámides, Yemen parece que ha cogido el testigo. Derrocar a un dictador siempre es una buena noticia, y es el paso previo para impulsar una transición hacia la democracia. Viendo a las masas rebelarse contra la injusticia, el abuso de poder, la corrupción, el robo, la violencia y la ausencia de derechos, uno se pregunta si llegar a un estado democrático es llegar al final del camino; si la lucha y la oposición ciudadanas sólo son válidas y están justificadas contra la acumulación de poder en una sola persona, contra un modelo de extorsión y explotación bien caracterizado, definido y, sobre todo, sentido y aprendido por la ciudadanía como nefasto, enfermizo y mortal. ¿Pero qué pasa si la corrupción, el abuso, la mentira, la injusticia y el paro se dan en un estado democrático?
Hemos conocido estos días las cifras del paro juvenil. Nuestros jóvenes no sólo no tienen trabajo, sino que no van a tener tampoco una pensión digna, puesto que o te pones a trabajar con 24 ó 25 años o no te da la cifra mínima de cotización para cobrar la paguita, como decía mi abuela. A todo eso, añádele los cuatro millones y medio de parados de todas las edades, las familias enteras en donde no hay ni un solo miembro que reciba ingresos, la cantidad de ciudadanos que acuden a comedores sociales porque no tienen con qué pagar un plato de comida, otras tantas familias que deben dejar su casa porque no pueden pagar la hipoteca, los recortes en los sueldos, el empobrecimiento sistemático de la población y el también sistemático enriquecimiento de la banca… Y sin embargo seguimos día a día vagando no se sabe hacia dónde, como si no pudiéramos hacer nada, lamentándonos de todo y esperando a que el chaparrón escampe. Hemos sido educados para claudicar, para concebir el sistema como el único y el natural, como si más allá de lo que vivimos no pudiera levantarse un mundo distinto. Esa es la gran victoria del capitalismo. ¿Pero qué pasaría si una mañana nos levantáramos y decidiéramos, sin sindicatos de por medio, plantarnos y no ir a trabajar?
Saramago publicó hace ya unos años una novela titulada Ensayo sobre la lucidez en la que ocurría algo parecido. En plena jornada electoral, todo el mundo decide votar en blanco. A partir de ahí, el sistema empieza a caer estrepitosamente. ¿Y si de repente, voy más allá, y si de repente nadie fuera a votar en mayo? Estamos educados, insisto, para juzgar cualquier opción distinta a la impuesta por las clases dirigentes como utópica, fantasiosas e, incluso, perjudicial. Nuestros padres y abuelos votaron después de cuarenta años de dictadura. Votaron, pues, contra la dictadura. ¿Contra quién han de votar los estudiantes universitarios próximamente? ¿Y los jóvenes sin trabajo?

José María García Linares (07/02/2011)