viernes, 17 de diciembre de 2010

DESASOSIEGO


Ya están las calles llenitas por las tardes de gente dando vueltas y comprando de todo, o al menos esa es la impresión. Parece que este año lo de salir se sigue manteniendo como tradición, pero lo de gastarse los cuartos está resultando más complicado de lo habitual. Es como el dicho aquel tan ordinario pero certero de “mear y no echar gota”. Pues lo mismo. Entrar en mil tiendas y no comprar en ninguna. Me acuerdo de mis abuelos, cuando tenían las tiendas de zapatos, y alguna vez nos quedábamos mis hermanas y yo con ellos, en la trastienda o sentaditos junto al mostrador, porque éramos muy buenos o teníamos que serlo, que los Reyes Magos acechaban (este componente siniestro de los Magos es muy necesario, y más a ciertas edades). Eran tardes de castañas y zapatería, y había gente que pedía que le enseñaran tropecientos modelos, que llegaban incluso a probarse, para no llevarse después ninguno. Ay, las ventas, decía mi abuela. En palabras de los expertos, esta campaña navideña será así o peor. Ya veremos.
En estas fechas tan borbónicas, es decir, tan señaladas y llenas de satisfacción, las pequeñas ciudades parecen despertar de su letargo otoñal y respiran esperanzadas, ojalá todo el año sigua igual, ojalá siempre estén de vuelta los estudiantes, por Dios que el Alcalde no nos quite las luces, etc. Qué bonita es la inocencia, que dicen nuestros mayores. Claro, así el ocho de enero esto es un crujir de dientes.
Mi parienta y yo no hemos podido dar la vueltecita este fin de semana porque hemos estado secuestrados por el Concurso de Traslados. Aquí en Canarias, por el desfase horario, digo yo que será por eso, hemos tardado unas quince horas en cumplimentar la solicitud por Internet, porque las lumbreras de la Consejería de Educación han puesto a nuestro alcance una página web arcaica, lenta, desesperante y que ha estado caída durante todo el puente pasado. Hasta cuarenta y cinco minutos ha llegado a tardar una compañera en introducir un centro en su solicitud. Algo vergonzoso. Además, con esto de hacerlo ahora todo telemáticamente, uno no sabe a quién llamar para que le solucionen los problemas. Los responsables administrativos viven escondidos tras las pantallas de los ordenadores y no hay forma humana de dar con ellos.
Así que aquel texto de Larra tan conocido y español de “Vuelva usted mañana” ha pasado a convertirse en un “Búsquese la vida” digital y posmoderno. Qué angustia, qué nervios y qué indignación. Hemos llegado, fíjate qué extremos, lector, a beber vino y gintonics para poder pasar con dignidad este mal trago. Quién nos devuelve a nosotros nuestro paseíto por el centro, amarraditos los dos, espumas y terciopelo, y con los monederos pelados el sábado por la tarde.
Y ya es domingo. Acabo de levantarme con todo tipo de dolores musculares. En el cuello, en la espalda, en los antebrazos, de tantas horas como hemos estado delante del ordenador para poder concursar. Me llama hace un rato mi señora para decirme que hoy sí, que hoy me saca, que estamos apolillados y olemos al baúl de La Piquer. Más contento que unas Pascuas te dejo, lector amigo y confidente, porque estoy reventado y sin ideas, exprimido y desasosegado, y casi no doy ni para una columna. Voy a airearme, a llenarme la vista de luces y a no comprar nada.


José María García Linares (13/12/2010)

domingo, 12 de diciembre de 2010

CONCURSO DE TRASLADOS

Una tierra única… Es éste el encabezado de la aplicación informática que la Consejería de Educación ha preparado para rellenar la documentación del Concurso de Traslados de los docentes de estas benditas islas. Y claro, después de diez horas de bloqueos, cuelgues, errores, atascos, etc., verdaderamente se puede afirmar que no sólo es única, sino irrepetible. Las susodichas horas, ni una menos en Canarias, las he repartido entre el viernes diez y el sábado once, a dos días de la finalización del plazo de entrega, no por dejadez ni falta de previsión, sino porque durante el puente de la Constitución la página ha estado fuera de servicio. Lo cierto es que no se puede hablar aquí de incoherencia. Tenemos una Administración en sintonía con los resultados del último informe PISA. De las primeras pero por la cola. Ya se sabe que estos datos siempre son interpretables.
No debemos perder nuestras tradiciones. Hay que proteger el pasado de los envites del olvido, por eso esta Consejería sigue apostando por una red arcaica, lenta, inoperante y apolillada, de esas que sufríamos cuando teníamos tarifa plana, allá por el año 2000, cuando teníamos un correo ole.com. Le dabas a la pestaña y podías ponerte a calar, a jugar a la bola, a tomarte una cerveza, qué suerte vivir aquí. Luego hay que ver a los responsables en los medios de comunicación hablando de las nuevas tecnologías y de la calidad de los servicios. Las bocas llenas, a punto de estallar de orgullo, con ese subidón de gofio digital que lo flipas. Pero si lo tecnológico no funciona por ineptitud o tacañería, lo tradicional, lo de toda la vida, tampoco. En la misma página web se informa al profesorado de que los sobres oficiales para participar en el Concurso se han acabado y que deberá ser el participante el que los aporte. Toma castaña. Menuda convocatoria. Cubiertos hasta las trancas de gloria. Les ha faltado decirnos que nos acerquemos al estanco, mire usted, o al quiosco de la rambla. Como puede suponer el lector de estas líneas, no es por el hecho de comprar un sobre. Es por lo patético de la situación, por la precariedad del servicio.
A todo esto, llames a donde llames, nadie sabe nada, porque desde que el papeleo se hace telemáticamente, como ellos llaman a este desastre, la vida se la tiene que buscar uno, como en los tiempos de nuestros abuelos, que ahora están ustedes acostumbrados a que se les dé todo hecho. En las sociedades contemporáneas, líquidas como las llama Bauman, las instituciones que antaño ofrecían seguridad, solidez, a los ciudadanos, se van deshaciendo, licuando, con la pérdida de responsabilidades que ello supone. De la misma manera, estas formaciones sociales digitalizadas y tecnológicas se caracterizan porque en ellas las fuerzas en lucha, los poderes en otro tiempo bien localizados, ahora parecen haber desaparecido. No es que no haya poderes, sino que no se sabe bien dónde están. La llamada ubilocación. Hacia dónde mirar, cuando se necesita ayuda.
Y así llevamos días perdidos, sofocados, nerviosos, aburridos y desesperados, porque además no es que estemos hablando de Hacienda, del Catastro, de Tráfico, sino de nuestra propia Administración, la educativa, la misma que luego exige que las notas y los informes estén en el día establecido, sin retrasos ni demoras. Estamos llegando a un límite en el que la brutal burocratización de nuestra vida y nuestro trabajo está haciéndoles olvidar a quienes tienen la obligación de no hacerlo que no somos un número, sino trabajadores, personas. Junto a todo ello, esta nueva telematización de la docencia está desviando el trabajo de los administradores hacia los propios docentes, que, por ejemplo, una vez que tenemos impresa la solicitud, debemos escribir en cada documento aportado el número de registro que genera el programa, es decir, como si le diéramos un registro de entrada a un papel en una administración cualquiera. Como modelo laboral no está mal del todo. Podríamos preparar para el próximo curso un temario que explicarían los padres y madres en sus casas, mientras nosotros nos quedamos sentados en la nuestra o tomando desayunos de hora y media y que examinaríamos de vez en cuando. Así trabajaríamos menos y cobraríamos lo mismo. No me digan que no es interesante.
Una tierra única, ya lo dice la página web de la Consejería. Es la guinda del pastel. Alumnos hacinados, aulas prefabricadas, como los mcnuggets de pollo, plan de sustituciones cortas, bajas sin cubrir, arcaicas tecnologías… Una educación de calidad, moderna y vanguardista (no de avanzada, sino de que se lo van guardando…). En fin. Un desastre.
José María García Linares (12/12/2010)