Menuda contrariedad sufrió el mundo hace unos días.
El sistema de la Black Berry se vino abajo. La nube, que llaman ahora al
ciberespacio, se deshizo, tomando el ejemplo de las de verdad, que este año no
aparecen por nuestro país ni en pintura. Ni gota de agua para esta España seca,
ni gota de Internet para tanto navegante desesperado. Lo único que se podía
hacer durante esos días con ese modelo de teléfono era llamar y mandar
mensajes, se quejaban los usuarios, olvidando, tal vez, que esa es la función
primordial de un teléfono móvil. O al menos así lo creíamos hasta hace bien
poco, cuando no era obligatorio llevar a cuestas las jodidas tres uves dobles
que han elevado al cubo nuestra ansiedad, nuestro narcisismo y, cómo olvidarlo,
nuestro gasto. Hay que estar conectado en todo momento, parece ser la premisa
de estos tiempos que vivimos. La cópula digital define al ser humano en este
mes pre-electoral, bien a través del 3G, bien mediante puerto USB. Qué imagen
esta, ¿verdad? El pendrive penetrando en el oscuro mundo de los puertos,
siempre abiertos y generosos a la espera de la descarga de información. En fin,
ahí queda para mentes más perversas que la mía. No sé de dónde surgirá la
necesidad de tener que subir al Facebook lo que acabas de comprar en el
supermercado o que te ha saltado el aceite de los calamares. Hay gente para
todo. Nada ocurriría si no supiéramos que detrás de la tecnología se esconde
todo un edificio ideológico y económico que se va colando en nuestros hogares
día tras días hasta el punto de que acaba sentado con nosotros en el sofá y no
nos damos cuenta. Porque, al final, está uno conectado continuamente a su
trabajo, a la publicidad y a la espera de que le llegue determinado correo
electrónico que tiene que leer para la reunión de mañana. La panacea en
Educación se llama ahora Moodle, una plataforma digital en donde se cuelgan los
contenidos, las actividades y se moderan los foros. Lo gracioso es que se está
convirtiendo en algo cotidiano y, sin embargo, no hay horario complementario
para que el docente preparare todos esos materiales. Y ahí tienes a la gente,
loca con el Moodle en las salas de profesores, y sin darse cuenta de que le
están enchufando el pendrive por el USB como el que no quiere la cosa,
multiplicándoles trabajo sin remuneración de ningún tipo.
A este paso votaremos a través de nuestros móviles,
tiempo al tiempo. Una especie de “Si quieres que gane Rubalcaba, manda RUBA al
555 lo que sea. Si, por el contrario, quieres que gane Rajoy, envía RAJO al 545
lo que sea. Seis mil euros te están esperando y pueden ser tuyos, no te lo
pienses y envía…”, así, a lo María Teresa Campos o Jorge Javier Vázquez. Lo
bueno de este sistema es que no votar te supondría un ahorro de un euro con
cuarenta céntimos, más o menos, que es dinero, oye. No me convence ninguno.
Rajoy no me gusta, ya lo he manifestado muchas veces, es un daño colateral del
holocausto socialista. Rubalcaba me parece un cínico. Hablar ahora de dación
cuando ha estado en el poder y no han hecho nada al respecto, aparte de
soltarles billetes a las entidades bancarias. Cómo esperar que se haga cuando
se ha estado y no se ha hecho. Hubiera preferido a Chacón, mire usted por
dónde… Sigo sin creerme nada de lo que dicen. Más bien parecen propuestas y
programas propios de una nube demagógica y embustera (el arte de la mentira,
que decían los griegos) que lleva caída desde hace mucho tiempo y no hay Black
Berry que la levante ni se conecte a ella.
José María García Linares (17/10/2011)