jueves, 6 de mayo de 2010

LA PALOMITA


Qué cochina es la gente. Desde ayer por la noche tengo decidido que iba a comenzar esta columna así, desde que llegué del cine con una palomita de otro pegada en el pantalón. ¿Cómo es posible que decenas de personas abandonen una sala de cine y dejen en el suelo los cartones y los vasos de refresco, habiendo papeleras a la salida? Me parece inconcebible. Es algo elemental el que, cuando acudes a un lugar público que cientos de personas disfrutan diariamente, hay que cuidarlo y respetarlo. Pues nada. Se le quedan a uno los pies pegados en el suelo cuando termina la película. Qué mala educación, qué falta de civismo. Qué asco de gente.
No me extraña que el cine esté en crisis. No de creadores ni argumentos ni nada por el estilo. De crisis económica. Nos clavaron ayer seis euros y medio (¡más de mil pesetas!). Cuando estábamos esperando a que comenzara la proyección, entró una familia de cinco miembros, tres de los cuales (los niños) iban cargados con sus golosinas respectivas y sus Cocacolas. No lo pude evitar y enseguida eché cuentas. Más de cuarenta euros, aparcamiento aparte. El precio es desorbitado, y lo es todavía más cuando, en esta época que vivimos o malvivimos, con un clic en tu casa puedes ver la misma película sin que te cueste un euro. Parece un insulto a la inteligencia cada vez que sale alguien en los medios lamentándose de que las salas están vacías y de que cada vez vaya menos gente al cine. Pues claro. Hoy en día uno elige la película que mejor se vería en pantalla grande y las demás se las descarga en su casa. Es evidente. Así que la crisis de la gran pantalla es consecuencia de la del bolsillo de los espectadores. ¿Alguien se ha planteado bajar los precios para llenar las butacas?
Sin embargo el cine tiene algo que no poseen ni la música ni el libro que se pueden descargar. Y es que el original sigue siendo mil veces mejor que la copia. Cualquier película que se precie se disfruta más en la oscuridad y la grandeza de las salas que en el sofá de tu casa. Puedes descargarla o verla online, pero sabes que no sería lo mismo estar allí, envuelto en sonidos y en imágenes, casi participando de las tramas, lejos de tu mundo y de tu vida diaria. Seguiremos yendo al cine, por supuesto, pero menos.
Y es que Iron Man 2 no podía perdérmela, así de sencillo. Esto de que tus héroes de la niñez se hayan hecho realidad, de carne y hueso, es fantástico. No era yo mucho del Hombre de Acero, no. Me gustaban más El Increible Hulk o Spiderman, ambos también con varias películas a sus espaldas. Son como tú y como yo, le dije a mi acompañante. Entonces es posible que tú seas un superhéroe, me contestó. Así que llegué a casa dándole vueltas a esa respuesta. ¿Volaría algún día? Mejor no, que no me gustan los aviones. ¿Podría escalar grandes edificios? Ummm. Tengo un principio de artrosis en una mano y no creo que fuera lo más conveniente. Entonces apareció la palomita pegada en mi vaquero. Si fuese el Increible Hulk acabaría con todos estos guarros y con el cine mismo. Les pisaría la cabeza como a cucarachas. Les rompería todos los móviles que suenan en mitad de la película y… Total, que lo único que haré será echar el pantalón a la lavadora y no volver al cine en una temporada, como suele ocurrirme de un tiempo a esta parte. Qué asquerosos…
José María García Linares (03/05/2010)