martes, 24 de abril de 2012

LECTURAS


Premio Cervantes, día del libro y Barcelona reventando de vendedores de flores y de textos. Es una imagen que se repite año tras año. En esta ocasión, nos dicen, hay incluso puestos en los que se pueden adquirir libros digitales. Es inevitable escuchar las quejas de escritores y las acusaciones de piratería en estos tiempos en los que nos duele más que nunca el bolsillo. Almudena Grandes clamaba al cielo ayer por la falta de leyes que protejan los derechos de autor, como tantos otros hemos clamado incluso al infierno al comprar su última novela a 19,95€ (ya se sabe que los derechos del comprador no los protege casi nadie). A cada uno le duele su dinero, y mientras el sector editorial no se dé cuenta de esto, la descarga ilegal será inevitable. Existen fórmulas para frenarla, como hacen en el Reino Unido. Allí sale a la vez la edición cara y la de bolsillo, que no suele subir de los nueve euros. Es de peor calidad, aunque llega a más público. Pero es que, además, si quisieras, lector, no podrías comprar la versión digital y oficial de El lector de Julio Verne porque no existe. Así que las opciones son muy claras. O pagas casi 20€ por una novela que leerás una vez o te la descargas de una página web sin coste alguno. Aún así, en España está ocurriendo algo que perjudicará todavía más al negocio editorial, y es que las versiones digitales de los libros más vendidos apenas suponen unos cuatro o cinco euros de ahorro con respecto a la “analógica”. Es decir, entre el libro de papel, tangible, físico, y la edición electrónica hay una diferencia de precio ridícula. Ya se sabe el dicho. Con su pan se lo coman. El lector será muchas cosas, pero tonto no. De todas maneras toda esta algarabía con las descargas hay que cogerla con alfileres, porque ya ha quedado demostrado en varios estudios que quienes descargan muchos libros no son compradores potenciales de los mismos que han optado por su versión gratis. Es decir, que si no los descargaran, tampoco los comprarían, así que el debate debería de replantearse.
Unos buenos euros pagué el otro día por La civilización del espectáculo, el último ensayo innecesario de Mario Vargas Llosa. Se repite la tendencia. Ganan el Nobel y se estropean. Entre Günter Gras, el Saramago del elefante y este refrito de ideas de otros autores que hace Vargas Llosa va a ser verdad eso que decía alguno de que, una vez recibido el premio, deberían tener prohibido publicar en mucho tiempo. Es un texto, en definitiva, previsible, repetitivo, de muy poca profundidad intelectual y, sobre todo, conocido antes de ser publicado, puesto que todo lo escrito allí ya lo dijeron autores como Lipovetsky o Debord, mucho mejor justificado y argumentado. Pero hay que vender, por supuesto. Y tiene gracia porque esa es una de las cosas que critica en el ensayito.
Pocos serán los euros que se gasten nuestros jóvenes en la lectura, salvo contadas excepciones. Parece lógico que generaciones de adolescentes que no estudian en las aulas literatura española se aficionen a un vicio tan sano y peligroso como es el de pasar horas leyendo. Esa mezcla inconsistente denominada Lengua Castellana y Literatura, hoy vigente, es uno de los mayores fracasos de la LOGSE y la LOE. Ya no se profundiza en los textos porque no hay tiempo. Las cuatro horas de Literatura Castellana que había en BUP y COU para los alumnos de letras desaparecieron hace décadas. Luego nos dicen los de PISA que los niños españoles no entienden lo que leen. Claro, es que sus gobernantes les quitaron la asignatura que les enseñaba esas cosillas. Ay, Almudena, si es que todas las leyes son un desastre.
José María García Linares (24/04/2012)