miércoles, 4 de noviembre de 2009

EDUCACIÓN 2.0

Miércoles. Ocho de la mañana. Voy camino de mi aula con un maletín cargado de libros, otro con el ordenador portátil (mío, no del instituto), otro con el cañón (mío también, y ya va un pastón), una bolsa del Día (sí, se pagan) con los altavoces (estos no fueron muy caros, pero sumen), y otra con el alargador (como pueden suponer, pagado por el menda). He pedido una pantalla para proyectar, pero no hay dinero. Que me lleve una portátil del salón de actos, me dicen desde arriba casi sin reparar en que me faltan manos, o que proyecte en la pared, que es blanca y que con buena voluntad hace el apaño. Por suerte es temprano, porque a partir de las diez, como tampoco hay cortinas, es tanta la luz que no se ven las imágenes. Mientras, la pizarra digital continúa, dos años después, instalada en la pared pero sin conexión alguna. Evidentemente, a las ocho de la mañana, cómo va a uno a creerse el plan del gobierno de dotar de ordenadores a los alumnos, y a las ocho y media tiene todavía más claro que ésta es la última vez que monta el chiringuito en estas condiciones.
El sistema educativo vive una situación de esquizofrenia que parece no tener remedio. Mientras los ministros, altos cargos y pedagogos que no han dado clase nunca insisten en planes utópicos, inversiones por venir y modernizaciones europeístas que no se las cree ni el tato, los centros se degradan no sólo en intelectualidad, sino en infraestructuras. La ley obliga a contar con planes de nuevas tecnologías cuando dichas tecnologías no existen, a no ser que se trate de centros-piloto diseñados exclusivamente para hacer de lo digital herramienta indispensable.
A la vez, resulta escandaloso que miles de alumnos completen su paupérrima (pobrísima, para los consejeros que adoran a Dan Brown) formación académica sin haber utilizado un ordenador como instrumento educativo mientras que otros miles van a llegar a la universidad sabiendo compaginar las herramientas clásicas con las modernas. Según la ley, el derecho a la educación es igual para todos los alumnos españoles. La brecha digital entre Comunidades no sólo es injusta, sino que además plantea la duda de que todos los nacidos en el Estado español tengamos los mismos derechos, con lo que eso supone a la hora de acceder a los estudios superiores.
Para colmo de males, el hermano de Iñaki Gabilondo amenaza con alargar la obligatoriedad escolar hasta los dieciocho años, porque debemos aprender, dice tan tranquilo y tan gabilondamente, de lo que se hace en otros países como Portugal, que da la casualidad, y esto lo digo yo, que está por detrás de nosotros en el informe PISA. Qué les gusta a los socialistas copiar todo aquello que no funciona en Europa en vez de importar modelos como el sueco o el finlandés. Podrían tomar nota del número de alumnos por aula, por ejemplo. Este año tengo un Bachillerato con 37. Eso es calidad, sí señor.
En fin. Hoy escribo la columna desde Granada. Me he venido para huir de la mentira y recuperar la cordura (también por motivos de trabajo). Por cierto, hay que ver estos niños tan informatizados y tan facebookeanos lo sucia y estropeada que tienen la ciudad con tanto garabato en las paredes. Una verdadera pena.
José María García Linares (02/11/2009)