lunes, 26 de abril de 2010

LIBROS Y MAGDALENAS


Soy alérgico, así que a mí eso de que me regalen flores no me va. Si tengo que regalarlas, las regalo, claro, que uno es profesor pero caballero y de los bien educados. Ahora bien, me tengo que ver en el compromiso, porque si no, prefiero gastarme los cuartos en otras cosas. Así que esto de Sant Jordi me da a la vez escozor y un placer enorme. Abrir el libro, oler sus páginas, pasearlo por las calles mientras veo a las Yenis y los Joshuas y pienso “mirad, esto es un libro, hijos de mi vida, que parecéis Milikito con las gorras al revés y yeguas pintorrejeadas mascando chicle con la boca abierta”.
Este año quería haber ido a Barcelona, por el ambiente (el de las casetas y las editoriales, se entiende). Debe ser todo un espectáculo. Me hubiera salido un pastón, claro, porque entre el billete y el gasto en libros… Lo mismo he hecho bien en quedarme en casa, porque esto de leer es un vicio muy caro, me digo para consolarme. Alguna vez que he ido a la FNAC he visto que los ingleses y los alemanes editan a la vez el libro en pasta dura y en bolsillo, y así te puedes encontrar la última novedad a distinto precio, según lo que te quieras gastar. Es una buena política de lectura. Lamentablemente, aquí no pasa, y si quieres estar medianamente al día, prepara la cartera porque te dejas diecinueve euros aproximadamente por novedad. Un disparate.
Así que con el monedero bien cargado, me fui con mi novia a la librería. Como yo soy alérgico, ya lo he dicho, y ella es muy sensata, cambiamos las flores por magdalenas de chocolate, que son igual de efímeras pero mucho más gratificantes, dónde va a parar. Evidentemente, con el estómago lleno la vida se ve de color de rosas, así que, metafóricamente, nos llevábamos también nuestra florecilla con la magdalena.
Lo del día del libro es un número en los centros educativos. Estoy por medicarme, porque ya no entiendo nada. Exposiciones, pequeñas ferias, marcapáginas, murales… y todo tipo de actividades para celebrar el día de Cervantes y Shakespeare y la buena salud del libro, y sin embargo, hace veinte años que la asignatura de Literatura Española desapareció de los institutos (y de la vida de muchos docentes, por cierto). La unieron a Lengua Castellana, y así la dejaron morir entre generalidades, falta de tiempo y un listín de fechas de nacimientos y de muertes.
Fechas, por cierto, que ni las Instituciones conocen, porque las de la muerte de Cervantes y de Shakespeare no coinciden. La del inglés se rige por el calendario juliano, que adaptado al gregoriano (al nuestro, por si algún ministro o consejero no lo sabe) se corresponde con el tres de mayo de 1616, diez días después de la muerte de don Miguel, que además no murió tal día como hoy, sino un día antes, es decir, el 22 de abril. Un despropósito. Y ahí los tienes a todos, enchaquetados, leyendo El Quijote todo el día, cuando es un texto que ya nadie entiende en las aulas, que hay que adaptarlo, y que queda reducido a episodios desligados como el de los molinos de viento. Son los mismos los que lo leen quienes le dieron el golpe de gracia a la Literatura Española en las aulas. Esquizofrénico todo.
Un espanto, por supuesto, menos mi magdalena y las novelas que nos hemos regalado. Subimos rápidamente en el coche y zumbando para casa, yo feliz por el exceso de azúcar y recitando esto de Dichoso el humilde estado / del sabio que se retira / de aqueste mundo iletrado. Y nos tronchamos de risa.
José María García Linares (26/04/2010)