martes, 30 de junio de 2009

APAGÓN


Nos hemos quedado, al menos en algunas ciudades, sin televisión analógica. Lástima que su desaparición no supongo la llegada de otra televisión, en este caso, analgésica, que nos aliviara esas dolencias que sentimos en el sofá cuando aparece el novio de Falete o Coto Matamoros, sino digital y de contenidos igualmente malos. Ahora se le ve mejor la mala leche a Jorge Javier Vázquez y en 3D la vena de María Patiño. Es decir, la misma mierda de ultimísima generación. En defensa del cadáver tengo que decir que, por lo menos, la señal no se iba. Estuviera nublado, soplara el viento o hubiera interferencias, podías tragarte tranquilamente los documentales de la 2 (para algunos) o el Tomate (para el resto).
Nos hemos quedado, igualmente, sin la Final de la Copa Confederaciones. ¡Hemos perdido! ¿Qué ha pasado? ¿Cómo ha podido suceder esto? ¿Será culpa del entrenador? La mayoría de periodistas deportivos, además de hablar mal y escribir peor, es muy dada a las exageraciones y a la desmemoria. España ha perdido, como le ha pasado siempre, menos el año pasado. Tanto “podemos” que nos lo hemos creído. Si no hubiésemos ganado la Eurocopa, los periódicos y el inefable J.J. Santos estarían entusiasmados por haber alcanzado unas Semifinales y haber roto el maleficio de Cuartos. Perdimos las últimas colonias contra EEUU y ahora este partido. Miedo me da el día en que Zapatero sea presidente de la Unión Europea, acontecimiento planetario según la eminencia aquella, y tenga enfrente a Obama. ¿Usará nuestro ZP una táctica defensiva? ¿Echará balones fuera como hace todos los días?
Se ha ido Michael Jackson. Nos hemos quedado sin su ritmo. Uno de los iconos internacionales de la cultura popular que deja huérfanos a varias generaciones para las que el cantante representaba lo que en otros tiempos representaron Lennon o Elvis. Su música podrá gustar más o gustar menos, pero es indiscutible que consiguió hacerse un hueco importantísimo en el imaginario colectivo, a pesar de todos los escándalos de su vida privada. Introvertido, excéntrico, desequilibrado, genial, Jackson vivió como un rey cuya corona pesara demasiado. Hombre-lobo, hombre-niño, black or white, Michael Jackson ha regresado a Neverland en busca de las hadas que una vez lo abandonaron, a la espera de que llegue alguna madre para contarle cuentos. No fue el suyo el síndrome de Peter Pan, sino, más bien, el de los Niños Perdidos, igualmente abandonados, igualmente solos, pero sin una identidad marcada. En pocas horas se ha convertido también en el rey de las descargas musicales de Internet. La venta de sus discos se ha disparado en las tiendas y grandes almacenes, como un ejercicio de memoria, de combate contra el olvido de la muerte. Tocar al hombre ya convertido en mito.
La muerte nos hace humanos. Deberíamos convivir serenamente con ella. Y sin embargo sigue pareciendo imposible, extraño, incomprensible la luz apagada en la estrella Jackson. Es la ausencia lo que aterra, tal vez, el comprobar que no hay perdón posible, que venimos del frío y a él regresaremos, que somos restos luminosos de la cola de un cometa siempre a punto de extinguirnos.


José María García Linares (29/06/2009)