lunes, 14 de marzo de 2011

VISITAS


Recién llegado estoy de mis vacaciones de Carnaval. Qué manera de perder el tiempo en los aeropuertos. Retrasos continuos, reclamaciones por ruptura de maletas, pérdida del enlace por llegada tarde del otro vuelo… Bueno, un desastre. La gente que viaja en la Alsina no sabe la suerte que tiene. Y del Ave prefiero ni comentar. Qué cansado estoy de tanto avión y de tanto viaje.
Los que parecen no cansarse nunca de viajar son nuestros mayores jubilados, esa especie en peligro de extinción (todavía están ágiles, felices y les queda una pila de años por delante sin trabajar) que llena las calles de gritos y los autobuses de improperios. Nos hemos encontrado grupos de estas características en la mismísima Granada, y no porque no pudieran estar allí, sino porque se les notaba que donde querían mover el palmito realmente era en Benidorm. Entraron en el museo de la Capilla Real, recién restaurada, avasallando con todo. No respetaban el silencio, ni la admiración de otros visitantes, ni el disfrute de quienes estaban allí dejándose empapar de belleza o, porque esto queda algo cursi, dejándose impactar por los lienzos y las esculturas que tenían justo al alcance de su mano. Una colección fantástica de la Escuela Flamenca que llenaron de carcajadas por lo feas que eran las mujeres en ese tiempo (…) o “hay que ver lo que le pesaría la túnica esa al sordao de turno, yo no me lo pongo ni muerta”, y todo a voz en grito, para que nos enteráramos todos, y mirando de un lado al otro a ver si encontraba a la chica que preparaba los mojitos. Algo espeluznante.
No fue el único episodio vergonzoso y ridículo al que asistimos. Nuestra visita a la Alhambra también será inolvidable, por supuesto, con los extranjeros haciendo fotos cuando se les acababa de advertir justamente lo contrario, o una adolescente de esas poligoneras, bastas, ordinarias y con el tanga por el cuello que soltó un eructazo en las escaleras de acceso a la Abadía del Sacromonte. Todas sus amigas, las jenis, jesis y vanes aclamándola, cómo no, el gesto y el buen gusto. Otras que estarían mejor en una de esas playas olvidadas que facilitan, a su vez, el olvido de los demás. Esperpéntico todo.
Y es que resulta que ahora todo el mundo tiene que visitar un museo por narices. Te guste más, te guste menos, está dentro de la ruta que organiza tu agencia de viajes, cuando, a lo mejor, tú lo que quieres es que te lleven a los mejores bares y garitos de la zona, o a tomarte una buena bamba de nata. Claro, te joden el viaje, y qué mejor manera de consolarse que haciendo uno lo propio con los demás. Un asco. Esta mezcla de intereses artificiales, este igualitarismo ridículo, este hacerse el listo cuando hace años que no se ha cogido un libro, y menos de arte, es, incluso, ofensivo. A estos lugares, a los museos, monasterios e iglesias, por ejemplo, deberían acudir quienes realmente lo desearan, quienes sabedores de sus ignorancias, buscan la sorpresa, el sobrecogimiento, la admiración y una fortísima experiencia estética. No la catalana que andaba por allí dando voces a sus hijos (en catalán, claro) mientras estos bellacos se tiraban al suelo intentando deslizarse. Mi dieron unas ganas de coger la espada real…


José María García Linares (14/03/2011)

DE VIAJE


Cuando estés este lunes leyendo esto, con tu cafelito y tu media de mantequilla (una entera ya es excesivo), yo estaré luciendo palmito por la Alhambra. Sí, lector querido, me marcho unos días a Granada a rememorar viejos tiempos, a pasear por sus calles pintorrejeadas de grafitis, a zamparme más de una bamba de nata en buenísima compañía y a presentar Neverland, que ya iba siendo hora. Te estoy escribiendo estas letrillas en la tarde del jueves, mientras voy de aquí para allá poniendo cosas en la maleta, los zapatos, las pastillas, algún libro y el abrigo, sí, por fin el abrigo. Qué ganas tengo de frío. Me van a venir estos días que ni pintados, de lo cansado que me encuentro. No es algo físico. Es el ánimo, que se desgasta a fuerza de oír barbaridades y de aguantar las estupideces que sueltan algunos. Llevo una semana llegando a mi casa y diciendo “puf, qué hartura. Y lo que queda”. Nos están metiendo con calzador eso de evaluar en los centros educativos las Competencias Básicas. Son muy bonitas, todo hay que decirlo. Les pones un gorro de pastelero y son clavaditas a los personajes de la serie de televisión Tarta de Fresa. Ahora tenemos que llegar a acuerdos entre nosotros a ver qué le ponemos al imberbe en matemáticas, pues la competencia matemática se trabaja casi desde todas las áreas. Así que aquí me tienes, lector, que no tenía ya bastante con mis sufrimientos ortográficos y mis incomprensiones lectoras, haciendo ahora cálculos logarítmicos para ver qué demonios pongo en la planilla. La que más me gusta es la competencia digital. Modernísima. Avant garde. Aunque se les olvidó a quienes se inventaron esta fórmula que para evaluarla hace falta que los alumnos tengan su ordenador en clase. En Andalucía los habrá, igual que en otras Comunidades, pero en un grupo considerable de regiones seguimos con pizarra “analógica” (les encanta esta palabra a los tecnócratas educativos) y con tiza o rotulador. Digo yo que esto creará una brecha digital aún mayor de la que ya había, ¿no? Estoy espeso, lo sé, me lo noto y no quiero fastidiarte la tostada. Lo más gracioso es que desde las Instituciones, que son las que han implantado este sistema, nos azuzan para que seamos los docentes quienes concretemos cómo vamos a evaluar esas competencias. Es decir, que ellos no lo saben y nos lanzan a nosotros el muerto. Conclusión. Que dependiendo del centro en donde tengas a la niña matriculada, se la evaluará de una manera o de otra, porque aquí nos tienes a todos con sistemas experimentales de evaluación, otro más, dándole en un centro más importancia a esto que a aquello, haciendo cruces en unos y porcentajes en otros, etc. En fin, que con toda nuestra buena voluntad, caminamos hacia ningún lugar, como siempre, sabedores de que si cambiamos el año que viene de Gobierno, todo esto se irá al traste.
Total, que estoy revuelto. Y encima acabo de terminar la lectura de Política del rebelde. Tratado de resistencia e insumisión, de Michel Onfray, publicado por Anagrama. Qué manera de mostrar cómo nos engañan, nos explotan, nos oprimen y nos toman el pelo quienes ostentan el poder o sus secuaces y cómo podemos hacerles frente. Tengo por dentro una cosa que me recome, que quiere salir y gritar pero que todavía controlo. Pero lo que tengo realmente encima de la cama es la maleta abierta y por terminar, así que dejo estas ideas para otra columna.


José María García Linares (07/03/2011).


COLORÍN Y SERPENTINA

Ya están aquí los carnavales con toda su alegría, su risa y su purpurina. Las calles se preparan, el ánimo se va encendiendo y fluyen la energía, la música y el baile. Lo que más me ha gustado siempre de estas fiestas son las murgas canarias y las chirigotas gaditanas, seguramente por aquello de la lengua larga y afilada como la de las serpientes, en este caso serpentinas. La vida, vista con humor, es mucho más interesante. Y a pesar de toda esa fama de desenfreno, desinhibición, locura e inconsciencia, son estos momentos de coplas populares los que aprovecha el hombre para expresar su hartura, su inconformidad y su cansancio. Allí, encima de un escenario, maquillados como payasos, disfrazados como niños, alzan su voz contra la injusticia, contra el maltrato, contra la poca vergüenza de la política, contra los abusos de la economía, contra la falta de trabajo. Enmascaradas por el colorín, las palabras pierden los hielos del invierno, las ataduras de la moral impuesta desde arriba, la inmovilidad de una rutina que vicia el lenguaje, lo deshidrata y lo acartona hasta convertirlo en polvo inútil. Postura ética, política del rebelde, defensa de la verdad contra el embuste de las instituciones.
Mentiras y engaños que necesitan cada vez menos adornos para andar a sus anchas por periódicos, televisiones y webs. Enferma y aburguesada, las sociedades occidentales están asistiendo a una masacre indiscriminada sin apenas hacer nada, por miedo a que Gadafi les limite la producción de crudo. A la vez, el temor del sur de Europa está en la cantidad de exiliados políticos que las balas pueden hacer llegar por vía marítima, además de las inversiones que Libia tiene en esta zona. La vieja y prostituida Europa que le abrió las piernas al tirano y encima le cogió gusto. La postura tibia de la UE en los conflictos del norte de África ha desenmascarado el egoísmo de Occidente, más preocupado por su interés, por su petróleo y sus límites a la inmigración que por la integridad del ser humano. Más de una semana después, y por la presión social, los dirigentes europeos, apoltronados en sus butacas, con las barrigas llenas y el botón de la camisa de rayas a punto de salir disparado, con la papada hinchada de poca vergüenza y el apestoso aliento que deja el euro aunque masques chicle, esa Europa decrépita ha decido lleva a Gadafi ante el tribunal de La Haya. No sabemos aún quién irá a por él a Libia. Estados Unidos ya ha dicho que no, que está muy liado con su cine y sus alfombras rojas. Como mucho le han dado a Gadafi el Oscar a los mejores efectos especiales.
Las tomaduras de pelo también las tenemos aquí, mucho más cerca. Rajoy ha ratificado a un imputado por delitos de corrupción como candidato a la presidencia de la Comunidad Valenciana. Total, habrá pensado, por unos trajes no pasa nada, y menos ahora que estamos en Carnaval y todo el mundo anda buscando los suyos y haciéndoselos en donde puede. Es algo alucinante. Y este es el partido que se perfila como sucesor del PSOE…Que falta de ética, qué falta de honestidad y qué falta tienen todos estos sinvergüenzas de unas buenas letras carnavaleras y un buen cachondeo hiriente.

José María García Linares (28/02/2011)