lunes, 12 de octubre de 2009

ANIVERSARIO


Como la mayoría de los españoles, estoy de puente. Bendito catolicismo, que viene a rescatarnos de la rutina y los despertadores. Será la fiesta de la hispanidad, claro, pero no puedo evitar que me siga saliendo este ramalazo cristiano-melillita que me inculcaron en el colegio y en mi propia casa. Ay, qué maravilla de puente del Pilar que estoy pasando en Santa Cruz de Tenerife. Total, al final el nombre es lo de menos. Lo importante es esta mañana lúcida, de brisa ya otoñal, de barraquitos y zumo de mango.Esta capital canaria sí que acoge al visitante. Abierta al mar y a las gentes, a la alegría y a la serenidad, despliega los sábados por la mañana todo su abanico de secretos, luces, sombras, de calle señorial y flamboyanes. Hoy, con este tiempo, todo se multiplica. Solemos repetir el recorrido como una manera de cosernos a la tierra, de hacernos partícipes de una isla a la que queremos y en donde esperamos instalarnos pronto. Mientras tanto, qué mejor consuelo que el café El águila, la calle San José, la librería La isla, la Plaza España, la calle León y Castillo. No sería honesto si no dijera que también he estado en El Corte Inglés, como melillense de buena cepa, y que sigue estremeciéndome como cuando tenía siete años y acudimos a verlo en Málaga (la primera vez, para bien o para mal, nunca se olvida). Es cierto que las escaleras mecánicas han perdido toda su magia, pero en mi subconsciente quedan restos de esa sensación de imposibilidad y grandeza. El que me quiera llamar cateto, que lo haga. Es verdad. Pero que os ocurre lo mismo a muchos de los que estáis leyendo esto también es cierto. Ni franquicias ni nada de nada. No tenemos "Corty", y eso forma parte de nuestra identidad, algo melancólica y siempre deseosa.Durante todo el paseo por Santa Cruz he estado pensando en la temática de la columna de hoy. El Nobel de Obama, el cese de Costa, el soldado canario muerto en Afganistán, etc. Es una semana cargada, no como otras. Qué tal si hilase la ciudad, las sensaciones y alguna noticia, le digo a los ojos verdes que me acompañan desde hace casi cuatro años. "Quedaría muy bonito, pero también podrías escribir sobre tu primer aniversario como columnista del periódico".Como puede ver quien hoy me lea, al final he acabado mezclándolo todo. Tenía hasta un guión hecho, notas en el margen de un diario local y un título en una factura (se me ocurrió en plenas compras). Estoy hablando hasta de los entresijos de mi propio oficio, que tiene mandanga, y todo porque estoy ciertamente emocionado, contento y muy satisfecho por estos doce meses en los que el tiempo se me ha vuelto escritura. Vivir lo que se escribe o escribir la vida. Tal vez ambas cosas. Lo que sí que es cierto es que octubre ya no tiene cuatro semanas, sino cuatro columnas.Es casi de noche. Llevo sentado delante del ordenador un par de horas, dándole vueltas y vueltas a estas palabras. De mi mañana de sábado me quedo con la luz, con el croissant y con la sensación de agradecimiento que me ha acompañado hasta que hemos llegado a casa. Agradecimiento a la dirección del periódico por dejarme hablar un poquito cada lunes; a tantos amigos de mis padres que los paran por la calle y los acercan a mí un poco más a pesar de las distancias; a los míos y, entre ellos, a José Luis Fernández de la Torre, que es el primero en leer la columna y en darme su siempre acertada opinión (le encanta que lo cite y no me hubiera perdonado no hacerlo hoy). Y sobre todo a ti, lector, que me abres la ventana de tu mundo y me dejas pasar para quedarme un rato. Gracias por tu tiempo y por tu lectura.

José María García Linares (12/10/2009)