martes, 2 de octubre de 2012

INAUGURACIÓN



Tiene guasa que el príncipe Felipe haya declarado en la inauguración del curso escolar en un colegio toledano, acompañado del ministro Wert, que es “preciso trabajar continuamente en el incremento de la calidad de nuestra formación y en que ésta se extienda cada vez más y con mayor profundidad”. Qué manera de chotearse del personal. La verdad es que lo que diga o deje de decir la familia real importa cada vez menos, conscientes como somos de que sus palabras vienen impuestas o recomendadas por otros, pero habría que exigirles un poco más de honestidad y respeto viviendo los momentos que vivimos. Con todos los recortes habidos y por haber en la enseñanza y con tus infantitas en un colegio privado, es ganas de dar que hablar y de que la opinión pública te ponga a caer de un burro. Por supuesto que cada uno puede llevar a sus hijos a donde buenamente quiera, faltaría más, pero después hay que ser coherente con esas decisiones y no predicar aquello que no quieres ni para ti ni para los tuyos. En fin. Hablando de incoherencias, junto a Wert y los príncipes estaba una felicísima Cospedal, orgullosa de que las medidas de ajuste no hubieran cruzado esa línea roja de la sanidad y la educación de la que hablaba hace más de nueve meses. Tiene su gracia esta señora. Ahora ha propuesto que los políticos no cobren, ella, que gana tres sueldos. De traca.
            El curso escolar lo he inaugurado yo esta mañana con mi tostada de aceite y mi café con leche, sin reírme de nadie y sin engañar a la buena gente. Nos hemos sentado mis alumnos y yo, nos hemos presentado y nos hemos visto otra vez allí, más apretujados, sin libros de texto, sin presupuesto para fotocopias y sin suficientes ejemplares para todos de la lectura del trimestre. Según Wert la situación no exactamente como nosotros la contamos, que somos unos exagerados. La calidad educativa, dijo hace unos días mientras colocaba a su esposa en TVE1, está garantizada. Basta con darse una vuelta por los centros públicos de enseñanza para ver que calidad y cantidad van de la mano, es decir, cuantos más profesores haya más servicios se pueden ofrecer. Es tan evidente que ni merece la pena insistir en ello.
            En estas últimas semanas he estado leyendo algunos textos sobre la crisis y el mundo que nos espera. Coinciden en señalar que un Estado que no invierte en los más jóvenes está condenado al inmovilismo, al enquistamiento. De todos, los más divertidos e hirientes son Posteconomía. Hacia un capitalismo feudal, de Antonio Baños, y Simiocracia y Españistán, ambos de Aleix Saló. El de Ernesto Ekaizer, Indecentes. Crónica de un atraco perfecto, es escandaloso.
            Así que España no está para inaugurar nada, sino para reparar lo estropeado. Y si el destrozo es tan inmenso que no hay arreglo posible, mejor será cerrar el pico y no caer en lugares comunes que ya no se cree nadie. No hace falta dar una imagen de normalidad. Sabemos perfectamente dónde estamos. Quizá sea ese el problema. Los últimos datos aportados sobre el patrimonio de la clase política sugieren que quienes nos gobiernan viven en un mundo distinto, a salvo de los envites del paro y la desesperanza. Posiblemente ignoren las condiciones en las que viven millones de ciudadanos. y Cuando la desgracia no la vives en carne propia…
José María García Linares (18/09/2012)

No hay comentarios: