miércoles, 25 de enero de 2012

NAUFRAGIO

Vaya imagen la del naufragio del buque Costa Concordia en las costas italianas. Habíamos visto algo parecido en películas como Titanic o Poseidon, pero siempre albergando la esperanza de que cosas así, aunque hubieran ocurrido en el pasado, sólo suceden hoy en las películas. Sin embargo, nos quedamos todavía más estupefactos cuando vemos los videos grabados con los teléfonos móviles de algunos pasajeros en los momentos previos al abandono del barco, y nos damos cuenta de que coinciden con escenas recreadas en esos dramáticos filmes norteamericanos. A ver si va a resultar que, finalmente, la realidad no supera la ficción, sino que ficción y realidad son la misma cosa.
    Medio hundido (y hundiéndose lentamente), el crucero ha aparecido en los medios como metáfora de la crisis económica. La grande y vieja Europa agonizando, con sus altos mandos a lo suyo, mientras el pasaje observa con terror cómo la única opción que le queda es saltar con chaleco salvavidas o sin él porque el protocolo de evacuación no ha funcionado. Desorientación, miedo, dejación de responsabilidades, sueños ahogados. En fin, todo parece hoy irse a pique.
    Los buques insignias de la democracia española también están haciendo aguas. No hablo de Fraga, que ayer era la mejor persona del mundo, la más buena y la más honesta, sin la que no estaríamos aquí y demás. Nuestra memoria histórica sigue aquejada de un profundo alzheimer casi incurable. No, hablo de pilares como la educación y la sanidad. En Castilla-La Mancha seis doctorandos han perdido sus ayudas sin haber finalizado sus investigaciones; en Valencia han dejado de pagar 50 millones de euros a más de 400 centros escolares; en Cataluña no hay dinero para guarderías y, para colmo de males, el obispo de Córdoba acusa a las escuelas de incitar a la fornicación (mira que son repetidos). En mi caso no puedo negarlo. Voy al centro con una liga debajo del vaquero, por si encarta algo, que están los mozalbetes como el queso.
    En estas fechas nos pide la administración que hagamos los profesores las famosas propuestas de mejora, que año tras años son las mismas porque, curso tras cursos, los problemas son los mismos, y así los hacemos constar. Ay, qué poco leen nuestras autoridades. Una vez que remitamos nuestros escritos con dichas propuestas, deberíamos la comunidad docente pedir, igualmente, los correspondientes análisis a nuestros superiores, que, entre otras cosas, están ahí para eso. Cuestiones como la reducción del profesorado de necesidades educativas especiales, el disparate antipedagógico de hacinar en aulas prefabricadas a 38 alumnos en los Bachilleratos, la ausencia o retraso en las sustituciones por motivos tan impepinables como una reciente maternidad o enfermedad de larga duración, etc.
    Total, y todo esto por un barco. Como se le acaba a uno retorciendo el pensamiento y el alma.

    José María García Linares (17/01/2012)

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