miércoles, 25 de enero de 2012

LADRONES DE JOYAS

Comparaban el otro día en el programa radiofónico de Carles Francino a los usuarios de internet que descargan películas o música con ladrones de joyas. Desde los micrófonos se hacía una llamada al consumo responsable, a pensar en los autores, en los intermediarios que hay detrás de un disco de Fulanito o Menganito, en la cantidad de artistas que están viendo mermados sus ingresos y, con ello, el futuro de su actividad. Sobra decir que el símil de los ladrones es muy desafortunado, porque quien descarga ya ha pagado una tarifa a una compañía de telecomunicaciones para tener acceso, entre otras cosas, a esos contenidos descargables. La lógica a menor inversión, mayor beneficio es la que empapa hoy en día nuestras relaciones socio-económicas. Desde un supermercado al Congreso de los Diputados, desde una entidad bancaria a los sueños que depositamos en nuestro cerdito de arcilla. Intentamos invertir lo mínimo para conseguir lo máximo. Nuestra vida se rige, pues, casi absolutamente por patrones económicos. Me llama mucho la atención que desde los medios sólo se haga una llamada al compromiso y a la responsabilidad cuando se están debatiendo cuestiones como la de las descargas de contenidos de la Web. ¿Es el usuario, el internauta, un delincuente? ¿Accede a esos archivos ilegalmente? Quienes tienen una tarifa móvil o un ADSL en su casa saben que la conexión a internet no es, precisamente, barata. Por tanto, discutir estas cuestiones en términos de piratería es erróneo, puesto que, como hemos dicho, el usuario está pagando. ¿Que ese dinero no llega a los autores? Ese es un problema que deben solucionar operadores e industria cultural, que lleguen a un acuerdo entre ambas. Cada cual se está preocupando por sus beneficios y, sin embargo, al usuario se le pide que se preocupe no por los suyos sino por los de los demás.
Si Megaupload enlaza archivos ¿está delinquiendo? ¿Entonces qué pasa con Google? Enlazar no es copiar, no es reproducir. En este sentido, quienes están cometiendo delito no son los que te indican el camino de acceso, sino los que graban en los cines, ajustan los formatos y suben los contenidos. Según el proceder del FBI, podríamos suponer que Movistar, Vodafone y Orange, por ejemplo, están también delinquiendo por abrirnos las puertas al océano digital.
Entre otras cuestiones, lo que el portal Megaupload está dejando muy claro es que hay millones de personas que están dispuestas a pagar por poder descargarse películas, series de televisión, música, libros, etc. ¿A qué está esperando la industria para crear sus sites oficiales, con productos de calidad, con formatos HD, etc.? Spotify ya lo hace, y con éxito. Se paga una tarifa mensual y se tiene acceso a una nube de música interminable. Evidentemente cambia el negocio, por supuesto. Pero eso que se lo digan a las agencias de viajes, de las que nadie se ha preocupado. Cerrar este portal Megaupload no servirá para nada. Los que teníamos una cuenta ya estamos emigrando a otro sitio, a la espera de encontrar un lugar fiable y serio. Ya ocurrió hace diez años con Napster, el pionero en las descargas de música. Lo cerraron y todos los internautas se marcharon a Audiogalaxy, y después a otro, y más tarde a Emule, etc. Estamos a la espera de que la industria se dé cuenta de que internet lo ha cambiado todo, de que no se puede pagar los 20 euros que valía un DVD por un archivo que ya no tiene consistencia física. Y que quede bien claro, no ha sido el ciudadano el que ha traído estas nuevas tecnologías. Grandísimas compañías como Sony, hoy muy perjudicadas, fueron las primeras en poner a la venta las grabadoras de cds, las de dvds, las de blu ray y los primeros reproductores de mp3. Pero es el internauta el culpable.

José María García Linares (24/01/2012)

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