Los últimos compases apagan la noche de Cádiz, asoma la mañana arriñonada en Santa Cruz de Tenerife y todo el jolgorio, la diversión y el desenfreno parecen evaporarse como una nube rosa, de caramelo, risueña, que va perdiendo consistencia conforme se eleva por encima de la vida de los hombres. El carnaval termina, don Carnal se aleja, cansado y victorioso, mirando de reojo a doña Cuaresma, cada año más desmejorada, agria y cenicienta. Llega el tiempo de la tortilla de patatas, los garbanzos con acelgas y las gambas a la plancha, esto es, tiempo de sacrificio y recogimiento.
Seguimos, sin embargo, asistiendo a bailes de máscaras, sobre todo ahora que tan cerca están las elecciones autonómicas, que por cierto tiene uno la sensación, con la que está cayendo,de que quienes se enfrentan no son socialistas y populares. “Yo no sé a quién votaré, si a los gallegos o a los vascos”. Menudo lío. Como les dé también por exigir el catalán, estamos aviados.
Rajoy con su careta de risa boba, Zapatero con sus cejas postizas, Zaplana disfrazado de María Dolores de Cospedal y Leire Pajín, tan sosita ella, disfrazada de sí misma. Menuda murga. Y venga mítines, papelitos y aplausos estúpidos en esas carpas circenses ( ¿habrá cosa más tonta que intentar convencer a los que ya están de tu parte? Qué ganas de ver a Magdalena Álvarez, cuando vuelva de Siberia, llevándose a su terreno con la habilidad que la caracteriza a los del PP y a Celia Villalobos, con ese don de la palabra, a los de PSOE. Malagueñas salerosas, sí señor). Política de chirigota y de comparsas, nunca mejor dicho.
Para disfraces, de todas maneras, yo me quedo con los que se han lucido en Hollywood el pasado lunes. Qué gasas, qué sedas, qué plumas. Auténticas reinas del carnaval (ay, la Jolie). Por fin a nuestra Penélope le llegó su Oscar, tan merecido y tan escurridizo. Seguro que tejía sus sueños por la mañana, mientras rodaba con Almodóvar Los abrazos rotos en Lanzarote, y por la noche la oscuridad y la humildad los deshacían, para volver a creerlos y crearlos a la mañana siguiente, en esa Ítaca maravillosa tan parecida al deseo. De Alcobendas al Paraíso. Nos alegramos por ella, aunque aquí en España somos tan españoles que la pobre duró en las portadas de los medios de comunicación na' y menos, como dice mi madre, eclipsada y sustituida (Penélope, no mi madre) por Mariano Fernández Bermejo. Esto sí que es un perdigonazo a la cultura, y lo demás, tontería. ¿De qué hablará ahora el otro Mariano en la campaña electoral? La culpa la tiene Trillo (el que no se fue por el escándalo del Yak 42, manda huevos), defensor a ultranza de la moralidad, los principios y la responsabilidad políticos, por haberle pedido la dimisión al ya ex ministro.
El carnaval, a pesar de incinerar a la sardina (mucho más higiénico y moderno) continua en Internet. Me he abierto una cuenta hace muy poco en Facebook, una de esas redes sociales que, parece, ahora tienen la culpa de casi todo (con lo fácil que es darle al botón y cerrar la ventana). Allí llegas, metafóricamente, claro, y puedes inventarte una identidad completamente nueva. Y encima, hacer amigos. Algunos dicen que eso es construir una mentira, otros que no es más que la interpretación de un papel, y que se puede ser muy coherente representando ese otro yo, o esos otros yoes. Es el tiempo de las identidades líquidas, que decía Bauman, en donde los límites de lo que somos parecen diluirse, se dejan llevar no se sabe a dónde. Época de máscaras, qué duda cabe. Yo he colocado mi foto, porque no tengo gracia para disfrazarme, pero ayer estuve a esto de convertirme en Brad Pitt no para ganar un Oscar, sino para tener cerquita a mi Angelina.
José María García Linares
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