martes, 13 de enero de 2009

CRISIS


De un tiempo a esta parte, el sabor del café de las siete de la mañana tiene un regusto a euribor, francamente, desagradable. La lengua áspera, la boca pastosa y todo el peso de de la desgracia económica me hacen todavía más difícil, si cabe, el madrugón y el afeitado. La cosa no puede ir peor. Ni siquiera la intervención de los Estados ha conseguido frenar la caída de la Bolsa. Menos mal que, al menos, los directivos de AIG, después del préstamo de ochenta mil millones de dólares del Tesoro Público Estadounidense a la economía americana, han vuelto a recuperar la calma y, para celebrarlo, se han ido una semana a un hotel del lujo en California con el fin de desestresarse por el módico precio de medio millón de dólares (públicos, por supuesto).Una pequeña luz en medio de tanta oscuridad.
Crisis financiera mundial. Crisis económica global. Aumento del paro, quiebra de compañías aéreas, subida de hipotecas (en estos días nos advierten de que bajan los tipos medio punto pero no lo notaremos hasta que pase un tiempo. Qué rápidos los efectos de las subidas, y sin embargo…). Mientras tanto, un nuevo cayuco con 100 inmigrantes llegó hace unos días a Tenerife, otro naufragó a pocas millas de la costa africana y cada día 16.000 niños mueren por causas relacionadas con el hambre. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), los índices de crisis alimentaria en todo el mundo han aumentado, desde 1980, de un 15 % a un 30% por año. De la misma forma, según el Banco Mundial, más de mil millones de personas viven por debajo de la línea de pobreza internacional (sus ingresos son inferiores a un dólar al día).
Hablar de crisis en un sistema capitalista, en teoría, no debería suponer ningún problema, puesto que el mercado consiste en el beneficio de unos pocos a costa de la pobreza de otros muchos, y esto ha sido así desde hace siglos. El planteamiento está asumido hasta tal punto que podemos hacer vida normal, y la hemos hecho durante muchísimos años, conviviendo con datos como los que se han expuesto anteriormente, colaborando en telemaratones y galas benéficas navideñas y disfrutando de nuestra paella mientras en los telediarios aparecen imágenes dramáticas de bebés famélicos comidos por moscas. Ahora, cuando nos toca a nosotros…
No hay una crisis económica global en estos momentos. No se puede falsear la realidad ni manipular el significado de las palabras hasta ese punto. Lo que hay es una crisis del principio de sobreabundancia, como lo ha llamado Peter Sloterdijk, de los países desarrollados, de un estado de confort que ha dado la espalda sistemáticamente al verdadero holocausto económico que arrasa los países más desfavorecidos. Para ellos no hay ni tan siquiera el 0,7% del PIB.
De camino al Instituto, bien desayunado, mientras voy haciendo números con la gasolina, los libros, el seguro y el móvil, la preocupación se me va mezclando con la vergüenza de mis 31 años de buena salud, de mi buena situación y de mis planes de futuro. A pocos metros del paso de peatones, un subsahariano busca en un contenedor los suyos.


José María García Linares (12-10-2008)

1 comentario:

Victoria dijo...

Solidario, comprometido con unos valores que no siempre están bien vistos, crítico con un sistema que deshumaniza... ¡Vivificante!
Enhorabuena.
Saludos.