Lo reconozco. Creo en las sincronicidades. Seguro que a ustedes también les ha pasado. Llevamos todo el día preocupados, un pensamiento no deja de rondarnos hora tras hora, no sabemos cómo vamos a resolver un problema, empezamos a fatigarnos, comemos chocolate o ponemos Telecinco para, entre estupideces, desconectarnos un ratito. Entonces se nos ocurre abrir el libro que estamos leyendo y, de repente, como si se tratara de un fogonazo, se nos ponen los vellos de punta y encontramos la solución. Un razonamiento, una palabra. La respuesta. A mí me da por reír y soltar un buen ¡joder! Es algo extraordinario.
Hoy, sin ir más lejos, he vivido uno de esos instantes. Llevaba un rato mirando por la ventana. Ha hecho un día precioso por estas latitudes, con el cielo azul naciente de la primavera, moteado de nubarrones en la distancia. Una ligera brisa, también, para oxigenar el cuerpo de tanta casa cerrada e invierno lluvioso. En lo que esperaba a que vinieran a recogerme, he abierto La vida de otro modo, de Ángel Campos Pámpano, y ha surgido, como una flor entre la nieve (es una cursilada, lo sé, per viene que ni pintado), “Mientras dure la luz / seré fiel a la tarde”. Y es esta fidelidad la que a mí, desde luego, todos los años me da la vida, cuando altero el tiempo en las agujas del reloj el último fin de semana de marzo y entra de golpe el sol, los paseos por la playa, el salitre en el costado y el olor a mar con el que escribo mis cosas. Y esos adolescentes, por qué no decirlo, que regresan a casa, que es donde mejor se está.
Y tiene guasa, además, que sea precisamente hoy cuando el mundo entero (eso dicen) se ha puesto de acuerdo en apagar la luz a las ocho y media de la noche para ahorrar energía o protestar por el cambio climático. He sido tan fiel a la tarde que esta columna la estoy escribiendo en dos partes, la primera mientras había claridad y la segunda, a las diez de la noche, porque me he ido al cine y así he matado dos pájaros de un tiro. Que digo yo que es ganas de tomarle el pelo a la gente, hacerle creer al ciudadano de a pie que somos todos una piña y que luchamos y nos comprometemos por un bien común. Qué bien queda la Torre Eiffel apagada, como la Cibeles o los rascacielos de Tokio. Yo, desde luego, de haber estado en mi casa, no las habría apagado. No hasta que dejen de echar mierda (no, no hay otra palabra que lo defina mejor, que te escandalizas por nada) a los ríos, a la atmósfera, a los mares y mientras sigan endiñando millones de euros y de dólares a empresas de automóviles para que fabriquen todoterrenos que no tienen nada de ecológicos. Ya está bien de tomaduras de pelo. A ver si mi Xbox va a contaminar más que las empresas madereras que están arrasando el Amazonas, con lo que disfruto yo mi partidita, o que las ilegalidades urbanística en las costas españolas. La que estará abatida es Endesa. Pobrecitos. Qué de pérdidas. Menos mal que lo previeron haces meses y nos pasaron el recibo más de una vez, que si no...
José María García Linares (30/03/2009)
Hoy, sin ir más lejos, he vivido uno de esos instantes. Llevaba un rato mirando por la ventana. Ha hecho un día precioso por estas latitudes, con el cielo azul naciente de la primavera, moteado de nubarrones en la distancia. Una ligera brisa, también, para oxigenar el cuerpo de tanta casa cerrada e invierno lluvioso. En lo que esperaba a que vinieran a recogerme, he abierto La vida de otro modo, de Ángel Campos Pámpano, y ha surgido, como una flor entre la nieve (es una cursilada, lo sé, per viene que ni pintado), “Mientras dure la luz / seré fiel a la tarde”. Y es esta fidelidad la que a mí, desde luego, todos los años me da la vida, cuando altero el tiempo en las agujas del reloj el último fin de semana de marzo y entra de golpe el sol, los paseos por la playa, el salitre en el costado y el olor a mar con el que escribo mis cosas. Y esos adolescentes, por qué no decirlo, que regresan a casa, que es donde mejor se está.
Y tiene guasa, además, que sea precisamente hoy cuando el mundo entero (eso dicen) se ha puesto de acuerdo en apagar la luz a las ocho y media de la noche para ahorrar energía o protestar por el cambio climático. He sido tan fiel a la tarde que esta columna la estoy escribiendo en dos partes, la primera mientras había claridad y la segunda, a las diez de la noche, porque me he ido al cine y así he matado dos pájaros de un tiro. Que digo yo que es ganas de tomarle el pelo a la gente, hacerle creer al ciudadano de a pie que somos todos una piña y que luchamos y nos comprometemos por un bien común. Qué bien queda la Torre Eiffel apagada, como la Cibeles o los rascacielos de Tokio. Yo, desde luego, de haber estado en mi casa, no las habría apagado. No hasta que dejen de echar mierda (no, no hay otra palabra que lo defina mejor, que te escandalizas por nada) a los ríos, a la atmósfera, a los mares y mientras sigan endiñando millones de euros y de dólares a empresas de automóviles para que fabriquen todoterrenos que no tienen nada de ecológicos. Ya está bien de tomaduras de pelo. A ver si mi Xbox va a contaminar más que las empresas madereras que están arrasando el Amazonas, con lo que disfruto yo mi partidita, o que las ilegalidades urbanística en las costas españolas. La que estará abatida es Endesa. Pobrecitos. Qué de pérdidas. Menos mal que lo previeron haces meses y nos pasaron el recibo más de una vez, que si no...
José María García Linares (30/03/2009)
2 comentarios:
Yo tampoco hice lo del apagón... tanto simbolismo, aquí no hay nada que reivindicar, hay o que actuar o no... pero no tanta gilipollez (con perdón).
Muchos casos de sincronismo en mi vida… Si estás atento…
He dejado la dirección de tu excelente espacio a mis colegas…
Un grupo de amigos tenemos un rincón para intentar que brote la cultura, la imaginación…Te animo a visitarlo…
http://laconspiracionhedonista.groups.live.com/?sa=658160067
Lágrimas de Lanzarote
Ahogada en el Atlántico,
insultada por las promesas,
desahuciada por su sangre
flota mi tierra;
asfixiada por la corrupción
enterrada entre la desidia
y palabras volátiles
grita al continente;
azotada por el tiempo
se revuelca en sus entrañas,
agotada de tanta ferocidad
llora mi isla;
desde el fondo de los volcanes
la lava de Lanzarote se agita
para hacerla renacer …
…..
(Teguise 2003)
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