domingo, 12 de abril de 2009

TÉ A LAS CINCO



Decía Superobaman que lo que más ilusión le hacía de su paseo por Europa era tomar el té con la reina Isabel de Inglaterra. La invitación es más que un gesto hospitalario, por supuesto, porque de servir las infusiones, limpiar las casas, recoger el algodón y cuidad a la señorita Escarlata a que te pongan la taza de porcelana por delante sin blanquearse la piel como Michael Jackson distan muchísimos años. Luego habrá tiempo para hablar de paraísos fiscales, dinero negro, tipos de interés y primeras damas. Ahora solo hay cabida para el aroma de la justicia y de la victoria. Parece ser que, para más inri, Michelle, la mujercísima, terminó de darle una patada a la historia y abrazó a la anfitriona, algo impensable protocolariamente, pues según dicen, nadie pueda tocar a Su Majestad, salvo su personal autorizado.
Nuestra Sonsoles no se dejó ver por los escaparates de la vieja Europa, y muy bien que hace. Estas no son citas para la frivolidad, con la cantidad de gente que está pasando hambre y está teniendo que salir de sus casas con lo puesto y en busca de otro lugar en donde guarecerse sin miedo a que se lo embargue el banco. Eso es para la Bruni, que tiene que vender discos con sus jadeos orgásmicos acompañados de acordeón. Se percibe cierto tufo a machismo en estas comilonas que se están dando los altos dirigentes a costa de los contribuyentes. Hay que lucir, más que ideas y políticas, a las mujeres, con sus modelitos y sus faldas largas, que ya en los postres y con el puro, cuando las hayan mandado a las habitaciones a dormir, los maridos hablarán de temas serios. Qué antiguo. Menos mal que la Merkel está ahí con esa cara de alemana para compensar un poco.
Esto de las cumbres del G-20 se ha convertido en una indecente fiesta internacional. Reuniones que, salvo excepciones, tienen muy poco que aportar. Momentos para la foto, para quedar bien, para dar la impresión de que se trabaja con el fin de arreglar las cosas, pero a la hora de la verdad, nada de nada. No sé de qué nos extrañamos. ¿Cómo van a refundar el capitalismo o a impulsar el cambio aquellas potencias que, precisamente, están en esas reuniones por su poderío capitalista? Es tirar piedras sobre su propio tejado.
Por eso estaba tan entusiasmado Obama con su té. Es el único momento real de cambio. Todo lo demás se quedará en casi nada, en palabrería. Conminó, más adelante, a los jóvenes a luchar contra la pobreza, él, representante de un país que ha inyectado miles de millones de dólares para salvar a los banqueros, que luego se los han gastado en primas y bonificaciones.
Beba, beba té, Presidente, que la palabrería inútil deja la lengua seca.

José María García Linares (06/04/2009)

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