jueves, 30 de julio de 2009

PEQUEÑOS TIRANOS

Cuatro, el canal de Sogecable, lleva años emitiendo una serie de programas que han traído un soplo de aire fresco, tanto por sus contenidos como por sus formatos, al panorama rosa-fucsia y casposo de la televisión española. Callejeros, Desafío Extremo, 21 días…, Supernanny, Ajuste de Cuentas, S.O.S. Adolescentes, Hermano Mayor, etc., conocidos ya de sobra por el impacto que han supuesto en las audiencias. Montaña, ciudad, economía familiar, psicología o educación compiten contra el griterío y los corazones resecos. De entre toda la oferta, siempre me han parecido especialmente dramáticos aquellos espacios que buscan solucionar los conflictos entre padres e hijos, ya sean éstos de corta edad o adolescentes. Mal nos tienen que ir las cosas cuando desde la televisión nos enseñan cómo educar a los pequeños, cómo limitar sus exigencias y comportamientos.
Hablar de menores en España es muy difícil. La demagogia lleva ganándole el pulso a la razón desde hace décadas en casi todos los temas tanto políticos como sociales, pero en especial en éste. Con cada asesinato, violación o abuso cometido por un adolescente, el debate se enciende a propósito de una Ley del Menor que protege y disculpa, en vez de sancionar, a quien ha cruzado la línea de lo que es socialmente admisible. Quienes trabajamos con ellos sabemos que con catorce o quince años se sabe distinguir perfectamente entre lo que está bien y lo que está mal. Tal vez haya excepciones, tal vez haya asuntos en los que el joven titubee, pero desde luego sabe que matar a un semejante o violar a una compañera es inmoral y, además, un delito. ¿Por qué una joven es adulta para abortar a los dieciséis años y no lo es un violador para cumplir su pena?
Los niños son tiranos desde que nacen. Egocéntricos, egoístas, dictadores, caprichosos e instintivos. Educarlos consiste precisamente en corregir sus comportamientos, en reconducir sus exigencias y en poner límites a su propio yo para que no invadan el espacio de aquellos que los rodean. El arbolito, como dice el refranero, desde chiquitito. Y para que el niño aprenda lo que puede hacer y lo que no, necesita de la autoridad de sus progenitores, en un primer momento, y de sus educadores, en segundo lugar y más adelante. El terreno que pisamos es muy resbaladizo, porque para educar hay que estar presente, y la gran mayoría de padres y madres no pueden estarlo en los años más delicados de la formación de sus hijos por cuestiones de trabajo. El poco tiempo que pasan con ellos, al llegar a casa, no lo dedican a regañar, sino todo lo contrario. El niño alcanza la edad de los doce años sin un referente de autoridad, acostumbrado a chantajear a sus mayores, seguro de que sus apetencias están por encima de los deseos de los demás y, además, respaldados en ocasiones por sus padres que ya no saben qué hacer con su hijo aparte de consentirle todo aquello que al joven se le ocurra por miedo a represalias, discusiones y gritos. Hay menores que empiezan a hacer lo que les da la gana porque, precisamente, pueden hacerlo. Se han acostumbrado a conseguir todo aquello que se proponen. Pasan de curso sin estudiar, puede golpear a un compañero, puede insultar a su maestro, etc., y además saben que sus padres lo apoyarán a ellos porque los tienen en la palma de la mano.
La educación del menor no es una responsabilidad de los Estados, sino de su familia, salvo aquellos casos alarmantes para los que están los servicios sociales. No se puede tener un hijo para que lo críen y lo eduquen los demás. El problema, hoy por hoy, es que el modelo español no permite la conciliación de la vida familiar con el trabajo. Suecia, por ejemplo, sí que posee una estructura social como la que apuntamos aquí. Un sistema en el que la productividad económica está por encima de demandas como la de que un padre y una madre puedan dedicarle tiempo a su recién nacido acaba fracturándose irremediablemente, estallando por los aires.

José María García Linares (27/07/2009)

1 comentario:

Juan G. Marrero dijo...

En un artículo titulado “Hipotálamo” que publiqué en la revista del I.E.S. de Guía decía que “todos nacemos animales, y a través de la educación, algunos nos transformamos en personas”…Porque lo que vemos es que hay muchos hipotalámos sueltos
Hipotálamo: parte del cerebro que se encarga de controlar nuestras funciones primarias: Temperatura corporal, Agresividad, Apetito, Sed, Tensión arterial, Frecuencia cardiaca, Sueño y vigilia, Respuesta sexual…