Decía ayer Rajoy que veía a la monarquía “más viva
que nunca”. Si lo hubiera dicho un riojano, un madrileño o un turolense (Teruel
existe) nadie lo hubiera puesto en duda. Ahora, que lo diga un gallego tiene su
miga. ¿Ironizaría nuestro presidente? Una infanta divorciada, la otra en el
exilio, un yerno mangante, una reina sola a la que le interesa más la música
que las palabras de un abuelo adormecido, un heredero casado con una
republicana divorciada y reconvertida al catolicismo para acallar bocas.
Caramba con Rajoy, cómo las lanza. Vivir es esto, efectivamente. La vida está
llena de luces y sombras, de limpieza y suciedad, de honestidad y de mentiras.
La monarquía se humaniza y, como todo lo humano, está condenada a perecer.
Tufillo tiene, desde luego, a sobaco rancio.
Claro,
con afirmaciones como la anterior, “más viva que nunca”, habrá que ver qué
significa que don Mariano, al igual que Arenas, no sea partidario del copago en
sanidad. No hay que ser muy listos. Hago primero una confesión sobre mis
supuestos principios morales para luego, cuando actúe de manera contraria, dar
la sensación de que me he visto obligado por las circunstancias hasta tal punto
de tener que sacrificar mi propia ética. Esto es más viejo que el cuento de la
vieja, valga la redundancia. Él no quería, él no quería, pero no le ha quedado
más remedio. Qué tedio. En época de crisis hay que hacer reformas, eso está
claro. El problema está en que si no se hacen bien benefician exageradamente más
a unos que a otros. Mira lo subiditos que están los de la OCDE. “Un grupito no puede paralizar a todo un
país”, nos ha dicho Rossell estos días a propósito del derecho a la huelga
(¡!). Para mear y no echar gota. Que lo digan precisamente ellos, un grupito en
beneficio del cual se ha aprobado toda una reforma laboral. Es escandaloso. O
fíjate tú, lector, en los grandes banqueros. Otra pandilla. Aquí sólo molesta
el currante. De dónde que esta gentuza mal pagada pueda reivindicar sus
derechos, pensarán mientras se ponen el pegote de gomina. ¿Que hay crisis y no
es momento de paros? Habría que recordarles a todos estos empresarios que la
culpa de dicha crisis no la tiene el trabajador, que se está intentando
arreglar el desaguisado de bancos, autonomías y gobiernos a costa del sueldo de
la gente de la calle. Que mientras unos se ponen morados de dietas, coches
oficiales y enchufes de sus familiares, a otros no dejan de bajarles el salario
o de echarlos a la calle. Que nuestros jóvenes no tienen trabajo y que, los que
lo tienen, no ganan más de novecientos euros. Ya está bien de reírse de la
gente, de jugar con el lenguaje, de culpabilizar a los trabajadores, de
adormecer a la masa con la excusa de dar buena imagen o de que no son tiempos,
no son tiempos. No lo son, efectivamente, para la demagogia, la burla y el
sometimiento por miedo a perder lo que en la Constitución no es una suerte sino
un derecho, tanto que estamos rasgándonos las vestiduras con la Pepa. Vergüenza
les debería de dar nuestros políticos haber reformado el texto de 1978 deprisa
y corriendo para incluir tan sólo lo concerniente al techo de gasto.
A ver si se
entera la OCDE. Trabajar no es un regalo, ni es efecto de la fortuna, ni por
trabajar debe uno perder su dignidad. Es un derecho constitucional, sí, un
derecho y no un premio de la lotería, y si hoy no hay trabajo no es por
desinterés ni desidia de los que han estado cotizando durante muchos años a la
Seguridad Social. No hay trabajo porque quienes nos representan no han hecho
bien aquello por lo que fueron elegidos. Han mentido, han derrochado, se han
enriquecido, han especulado y se han endeudado hasta las trancas.
José María García Linares (20/03/2012)
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