lunes, 2 de mayo de 2011

BEATIFICACIONES


En el Vaticano también están de feria. El Alumbrao lo han cambiado por encendido de velas y el rebujito por buches de agua bendita. Se cantan y se bailan vaticanas y cientos de mujeres y hombres acuden ataviados con el traje típico. Qué gasas, qué vuelos los de las túnicas, qué alegría, qué alzacuellos. Los jóvenes se reúnen en la calle con entusiasmo de garrafón a bajo precio para no fornicar, como diría Kiko Arguello y como sí que hacía el padre Marcial Maciel, cabecilla de los Legionarios de Cristo, muy apoyado entonces por Wojtyla, que en varias ocasiones dio carpetazo e hizo oídos sordos a los rumores, hoy evidencias, de abusos de menores.
Anda que se iba a perder María Dolores de Cospedal un sarao como este, con la de amiguetes del Opus Dei que había ayer en la Plaza de San Pedro. Lógico, por otra parte, si se hace un poco de memoria y se recuerda que Juan Pablo II fue uno de los que más libertad y poder dio a esta secta. En todo caso, se le queda a uno cara de haba cuando, al hacer zapping, aparece esta señora, la portavoz del Partido Popular, del partido de los obispos, henchida y sonriente, divorciada y requetecasada, a punto de elevarse cual Santa Teresa postmoderna de lo feliz que se siente. ¿No es el partido a quien ella representa el que defiende a la familia cristiana de los peligros socialistas y sale a la calle y encabeza manifestaciones? A González Pons le pasa lo mismo, pero a este no lo he visto por la tele en mitad del Vaticano. Tiene tres hijos de su primera mujer, está casado en segundas nupcias con otra señora que aporta otros tres hijos de un matrimonio anterior y, finalmente, tienen otro descendiente, esta vez sí, de ambos, por aquello del compartir. Nunca acaba uno de sorprenderse.
De bote en bote en Roma y de bote en bote en el Reino Unido. Qué de banderitas, de vajillas, de recuerdos en las tiendas. El pueblo inglés rindiendo pleitesía, junto con el resto del mundo, a la casa real inglesa. Unos 34 millones, no de parados españoles, sino de euros ha costado la boda de esta pareja, mientras Cameron sigue recortando derechos y sueldos de los trabajadores. Pero, evidentemente, a quién puede importarle eso cuando la novia lleva un vestido de fulanito y en su elegancia se parece a menganita. Sigue, pues, funcionando eso de poder llegar, desde las clases bajas o medias, a lo más alto y casarse con un príncipe azul. Una de esas menganitas estuvo, por cierto, hace una semana en España acompañando a su jeque. Elegante, discreta, comprometida, nos decían los medios. ZP quiere dinero como sea, por eso, a pesar de haber aprobado la ley de matrimonios homosexuales, con el reconocimiento de los derechos de estas minorías, a pesar de eso, digo, hace ahora negocios con un país que los persigue y los condena a muerte. Esto sí que es una conducta nazi (no la de Zapatero, aunque…) y no la de los médicos de cuidados paliativos, a ver si se entera Miguel Ángel Rodríguez, el que fuera portavoz del gobierno de Aznar. Por cierto, que Aznar, pese a la condena de Juan Pablo II a la guerra de Irak, no sólo la apoyó sino que fue recibido posteriormente por el Santo Padre y como si nada.
Ay, Dios mío, estas beatificaciones, estos poderes, estas miserias. Menos mal que a la que sí que han canonizado ha sido a Ana María Matute. Sin olor a incienso, sin sepulcros blanqueados, sin milagros, todo a fuerza de escribir y de ser honesta en vida. Qué necesitados estamos de personas que inventen y que no mientan, que curen milagrosamente los temblores en las manos de la hipocresía y la inmoralidad.
José María García Linares (02/05/2011)

domingo, 1 de mayo de 2011

DESCONECTADO


Esta es mi particular operación retorno. Abrir el ordenador después de diez días, consultar una ristra interminable de correos electrónicos, echarle un ojito al Facebook, pasarme unos minutos por mi blog (www.periodicoenelcafe.blogspot.com) y perder, a continuación, el tiempo yendo y viniendo de una página a otra. Pensé que me costaría más estar tantos días de vacaciones sin poder conectarme, y sin embargo ha sido mano de santo, tal vez por eso de la Semana Santa. Me he dedicado a salir a la calle, algo tan simple como eso, y a disfrutar del tiempo libre, Teide para arriba, Teide para abajo, Laguna por aquí, Santa Cruz por allá. Desconectado pues, y desintoxicado. Había olvidado lo bien que se vive sin tener que estar todo el día pendiente de una pantalla de ordenador, alerta por si a alguien se lo ocurre mandarme no sé qué bobería o pendiente de mil historias. Han sido unas vacaciones para mí, para mi familia y para la lectura.
Con decirte, lector querido, que ayer mismo, domingo, me enteré de que lluvia había impedido la salida de los tronos en ciudades como Málaga o Sevilla y de que la famosa Madrugá tendrá que esperar al próximo año para lucirse en la noche de Andalucía. Sí, lo has adivinido. Tampoco he visto la tele, salvo el Miercóles Santo, con M de Mourinho. Me alegré sobre todo por aquellos que silbaron al himno español y a las instituciones. No soy monárquico, pero educado sí. Si alguien a quien no soportas te invita a cenar a su casa, no vayas, porque si lo haces habrás de comportarte de manera correcta. Pues eso, no hay mucho más que decir. Qué faltita está la gente de buena educación.
Así que he aprovechado, salvo este sobresalto bendito y madridista, para leer sosegadamente. El sábado fue el día del libro, por lo menos en Barcelona, con esas Ramblas llenas de capullos, porque en el resto de España, salvo excepciones, se ha postpuesto para el próximo miércoles. Si en condiciones normales, dicen las estadísticas, a los españoles la lectura ni les va ni les viene, en vacaciones no hace falta ser muy listos para intuir cómo sería esta celebración mercantilista. Preocupa sobre todo el futuro, nos dicen en la prensa, del libro y de las librerías, con ese tsunami que parece ser la edición digital. La mayor parte de las librerías desaparecerá, evidentemente, como lo hicieron los pequeños ultramarinos y droguerías por obra y gracia del capitalismo atroz y de sus grandes superficies. Es cierto que existen casos esperanzadores, países de la UE que tienen leyes para proteger a la librería de toda la vida... Aquí, que no se preocupe nadie, ni existen ni existirán leyes semejantes, así que calma. Igualmente, la discusión en los medios gira en torno a esas descargas que se denominan ilegales y que amenazan al sector, dicen, casi apocalípticamente. Sólo un ejemplo. Una novela recién salida está a 20 euros en papel. Su versión digitalizada lo está a 17. ¿No nos decían que la edición, maquetación y el uso de algunos materiales eran los causantes de los desorbitados precios de algunos libros? De todas maneras no es lo mismo leer en papel que hacerlo en una pantalla, aunque sea de las más modernas, táctiles y todo. Son experiencias absolutamente distintas. En fin, que lo que realmente está encima de la mesa en nuestra España iletrada es si se saca o no una buena tajada de todo esto. Mientras, nuestros niños van cumpliendo años sin saber leer ni escribir. ¿Qué ocurrirá dentro de 20 años, cuando estos pobres apaleados por los informes PISA lleguen a la edad madura? Las librerías parecerán iglesias. Llenas todas de personas mayores.
José María García Linares (25/04/2011)