miércoles, 10 de febrero de 2010

VENDIDOS

He pasado una noche de perros, sin parar de toser. No era una tos exagerada de esas que te dan hasta dolor de cabeza y te hacen botar en el colchón, no, más bien una tosecilla casi ridícula pero lo suficientemente molesta para no dejarme dormir. Así que estoy ahora machacado, como en los viejos tiempos, hace ya tantos años, cuando tenía mis brotes asmáticos y no había los medicamentos que existen hoy. Jodido pero contento, como dice el dicho, porque me quedaba en mi casa sin ir al colegio, aunque tuvieran que ponerme un urbasón de ésos que te dejaban el trasero anestesiado. Hoy, sin embargo, de contento poco, porque es domingo. Ya veremos cómo evoluciono, porque me duele desde los riñones hasta la coronilla, y un lunes con estos dolores y treinta bajitos chillando puede ser espantoso.
No he podido evitar pensar en mí mismo cuando tenga 66 años, si llego, y haya de levantarme el lunes con mis achaques para ir a cuidar a los adolescentes. No soy de los que defienden y predican la tontería ésa de que el trabajo dignifica. Estaría bueno. No es que me sienta, que me siento, igual de digno un sábado que un martes, sino que mi dignidad aumenta cuando acomodo mis posaderas en una terraza para tomarme un cortado con la felicidad de saber que no hay que ir a trabajar.
Esto siempre ha sido así. Son unos pocos los que se benefician de muchos. Eso es el mercado. Los poderosos siempre han estado contaminando las mentes de quienes no lo son para su propio beneficio. Desde la época de la esclavitud, pasando por las sociedades feudales hasta llegar al reinado del capitalismo, la clase dominante no ha dejado en su empeño de contagiar su ideología al pueblo llano por lo bajinis para enriquecerse más un poquito cada día.
Ahora resulta que para los grandes empresarios y para los banqueros, jubilarse a los 67 años es una medida necesaria para España. Será, digo yo, una medida que ellos necesiten, porque si algo define a una empresa y a un banco es el mirar por el interés propio. Por qué dejar de producir si se puede seguir produciendo. En esta sociedad tardo-capitalista el individuo sólo es un número, un eslabón en la cadena de producción. No importa la edad, la salud, las expectativas. Ni siquiera importa la familia (por eso los niños se crían sin sus padres). Importa la ganancia. Vivir para trabajar, tan simple como eso.
Evidentemente Emilio Botín, que es uno de estos profetas de la nueva jubilación, no estará trabajando hasta esa edad. Tampoco los del BBVA, que están aprobando para sus directivos jubilaciones de 67 millones de euros (con el dinero que les inyectó el Gobierno, dinero de los contribuyentes). Seguiremos, o eso esperan ellos, trabajando los de siempre. Lo terrible de esto es que la reforma esté impulsada por un gobierno socialista. Todo es igual, todo lo mismo. Se vote a quien se vote, quien gobierna es el poder económico.
Qué simplicidad y qué pobreza la de las mentes que sólo ven en el tiempo una excusa para aumentar el capital. La vida es mucho más. Nos estáis vendiendo y os habéis vendido. Y a mí me toca el jarabe, que total, toda esta palabrería no va a servir de nada.
José María García Linares (08/02/2010)