martes, 29 de marzo de 2011

REACCIÓN


Mientras en otros países europeos la gente joven (sobre todo, pero también la de más edad) se echa a la calle para protestar contra las medidas de austeridad impuestas por sus gobernantes, aquí, en nuestra soleada España, los jóvenes usan el Tuenti y el Facebook con el fin de convocar macrobotellones. Para que luego digan que nuestros estudiantes no son competitivos. Sevilla y Granada llevan años en dura pugna por ver cuál de las dos ciudades es capaz de reunir a más veinteañeros cuando llega la primavera. Ya se sabe. La sangre alterada. Desde que se han habilitado esos grandes espacios abiertos llamados ‘botellódromos’, alejados del centro, sin portales donde aliviarse y con cuatro contenedores (eso sí, de colores, que estamos muy concienciados con la ecología), las autoridades se han desentendido del consumo de alcohol en las calles, lo que demuestra que nunca le importó a nadie tener a toda una generación bebida y tirada bajo las estrellas, sino tan sólo el descanso de los vecinos y la limpieza de los barrios, por otra parte intereses absolutamente legítimos. No choca el mero hecho de reunirse a la intemperie para beber. El botellón está perfectamente estudiado como fenómeno social. Es tan simple como que somos un país de bebedores, que vemos desde que somos pequeños a nuestros mayores todo el día con vino o con cerveza, que nuestras fiestas regionales no pueden concebirse sin el consumo de alcohol, y que un gran sector empresarial español vive de la producción de bebidas alcohólicas, etc. No es un problema de educar para no beber (porque se beberá), sino de educar y enseñar a beber racionalmente. Miren a su alrededor. San Fermín, Feria de Abril, Carnavales, Fallas… y todo el mundo empinando el codo. Y no choca, decía, el hecho de la reunión, de la convocatoria, sino que esos vehículos de transmisión y comunicación que son las redes sociales, por ejemplo, no sirvan en España para otra cosa, no se usen para otros fines. Alto índice de paro juvenil, ínfimas expectativas de futuro, sueldos ridículos, subida de tasas universitarias, mercantilización de la educación superior. La desidia, la inercia y la alienación han calado hasta tal punto de que quienes van a ser los mayores afectados de esta crisis prefieran olvidar que movilizarse. El diario El País publicó ayer los datos de una encuesta en la que más del 77% de los españoles está desencantado y afirma que no nos gobiernan los partidos, sino los mercados, y que su mayor preocupación es el paro. Sin embargo, el inmovilismo cívico ha llegado hasta tal punto en España que nos da igual que los recortes no hayan llegado, por ejemplo, al sector bancario, que obtuvo el año pasado mejores resultados que en 2008. Mientras los datos invaden los periódicos, algunos textos fundamentales hacen lo propio en las librerías. Stèphane Hessel acaba de ver traducido al español su breve panfleto Indignaos, que en Francia ha sido un éxito de crítica y de ventas. También francés es la Política del rebelde, de Onfray. Aquí, en España, la editorial Aguilar publicará en breve una recopilación de textos de Sampedro, Garzón, Mayor Zaragoza, Ignacio Escolar y otros bajo el título Reacciona. No sabemos si calará entre la mayoría de los estudiantes españoles. Tenemos nuestras dudas, productos como son, en gran número, de un sistema educativo diseñado para que no entiendan lo que leen. Tal vez haya que echarles una mano (otra más). José María García Linares (28/03/2010)