miércoles, 16 de junio de 2010

SIMULACROS



Cómo está la tele de simulacros. Rescates en el mar, control de vertidos, intervención de los bomberos, desastres naturales, etc. Telediario que pongas, simulacro que te tragas. Come tranquilo, parecen decirnos, que en caso de que te pase algo ahí estaremos. Confieso que no soporto este tipo de noticias, porque no las considero como tal. Estaría bueno que con lo que se paga de impuestos no supieran sacarme del agua y hacerme el boca a boca. Entre eso y el recuento diario de víctimas de accidentes de coche, no le pasa a uno el melón por el gaznate. De tanto muerto en la carretera, al final se acaba uno acostumbrando y escucha impasible que la moto se ha estrellado contra el muro en un pueblo de la sierra de Cazorla.
En uno de estos espacios desinformativos (porque te cuentan lo que les da la gana y como les da la gana) soltaron la semana pasada que tenemos un sistema educativo moderno, porque nuestros abuelos empiezan a formar parte de los consejos escolares. Y te lo dicen sonriendo, como si fueras tonto o tonta, mira qué bien, qué bonito, qué entrañable, ¿no? Tendremos que ir haciendo cambios en nuestro imaginario colectivo, y desechar la estampa del señor mayor con su gorrilla puesta mirando una obra para poder ubicarlo en una habitación desconchada, sin apenas muebles, y oyendo estupideces. Qué horror. La noticia, una vez superado el primer momento de sorpresa, y a poco que se reflexione, es una ejemplificación, una consecuencia, mejor dicho, de la lamentable política familiar que nuestro país lleva arrastrando décadas. La gracia no está en que nuestros mayores puedan participar en la vida escolar de sus nietos, que es como te lo venden. La gracia, si es que la tiene, está en que los propios padres de los alumnos no pueden asistir a este tipo de reuniones ni responsabilizarse lo suficiente de sus hijos porque no tienen tiempo. Esto es como lo de los accidentes de coche. Estamos tan acostumbrados que ya ni nos damos cuenta de lo que se está diciendo.
Porque al final no somos más que lo que decimos, no sabemos más que aquello que somos capaces de decir (como dice mi amigo José Luis Fernández de la Torre). ¿De verdad que no tenemos tiempo? ¿Somos conscientes de lo que decimos cuando lo decimos? ¿Nos importa verdaderamente o nos hemos acomodado tras un enunciado cada vez más falto de todo? ¿Son nuestras palabras simulacros? Libertad, igualdad de oportunidades, derechos, diálogo social, sindicatos, ajustes, mejoras, trabajador, crisis… ¿Dicen lo que dicen? Libertad ¿de quién?, derechos ¿de quién?, ajustes ¿de quién?, crisis ¿de qué o de quién? Y así hasta llenar periódicos, programas radiofónicos y páginas web. Si el lenguaje puede llegar a anestesiar, me pregunto si seremos capaces de despertar masivamente alguna vez, de decirles a quienes hacen con las palabras malabarismos delictivos que los hemos descubierto, que hasta aquí hemos llegado.
El show de Truman, Matrix, La vida es sueño… Mentiras, sueños, simulaciones. Mientras tanto, el tiempo que no tenemos sigue pasando y seguirá diciendo lo que somos y lo que no podremos volver a ser.
José María García Linares (14/06/2010)