lunes, 22 de noviembre de 2010

PADRES NO HAY MÁS QUE ALGUNOS...


En una columna como esta prometí no ir más al cine. El ruido, los móviles, la falta de educación… Lamentablemente sufrí ayer sábado una recaída y planté mis posaderas en una butaca para ver Harry Potter y las reliquias de la muerte, Parte 1, no autorizada para menores de siete años. La culpa es mía, por supuesto, por pensar que lo que me pasó la vez anterior fue un hecho excepcional y puntual. Me he vuelto a equivocar. Tres mamás celebraban el cumpleaños de un demonio de cinco años y llevaron a todos sus amiguitos a ver una película que no es para niños. El follón era inevitable. Estuvieron toda la película poniéndose de pie, llamando a los críos, sacándolos al baño, y tan contentas. Estos mini-revolucionarios son los adolescentes que dentro de diez años estarán liándola parda en mitad de otra película cualquiera, porque nadie les ha dicho que al cine se va para estar en silencio y para ver una película.

Esto que te cuento, lector, no es más que una pequeña anécdota, pero que viene al caso en una semana en la que se han sucedido varias noticias relacionadas con la educación que reciben o no reciben los hijos en sus casas. Un padre compungido porque su joven pipiolo ha estado a punto de morir con catorce años porque sus amigos le echaron drogas en el cubata (el problema eran esas sustancias, no que con esa edad estuviera refrescándose el gaznate); una chica que tuvo que cambiar de instituto porque la acosaban por Tuenti; unos menores y tres jóvenes más que dispararon a la casa y al coche de dos profesores… Tres noticias que han compartido la parrilla de la actualidad con otra mucho más desagradable. Dos perros matan a bocados a un hombre e hieren de gravedad a otro, el hijo de la víctima mortal. No había dudas. Los dueños, nos han dicho desde las tertulias televisivas, los diarios, los informativos y demás, son responsables de los animales, y es más, depende de cómo se eduque al perro, así serán sus comportamientos. No cabe solución distinta. El dueño debe pagar por los comportamientos de su perro. El paralelismo, por simple, es demoledor.

Lo que es incompresible es que cuando se habla de menores toda esta evidencia se ponga en cuestión. Por supuesto que los padres del acosador por Tuenti deben pagar los cinco mil euros de multa. Son los tutores legales de sus hijos, los responsables de su educación y de sus comportamientos. Ya está bien de buscar fuera, en las instituciones, a los responsables de los actos de los niños y adolescentes. Las nuevas generaciones de padres y madres se han acostumbrado a que lo que antes era responsabilidad de los progenitores ahora lo sea del Estado. Cuando se trata de tener un hijo, todo es pedir. Ayudas, becas, libros de texto…, y todo gratuitamente. Si el Estado obligara a las familias que se desentienden de la educación de sus hijos en los centros de enseñanza a devolver lo que ese mismo Estado ha invertido durante el curso en el niño, otro gallo cantaría, por poner un ejemplo. Estamos ante un problema de educación en los hogares, de despreocupación por lo que hacen los pequeños, de abandono de las responsabilidades paternales más básicas. Nos dicen también en los periódicos que el consumo de alcohol entre jóvenes de 12 y 16 años ha aumentado considerablemente. Digo yo que alguien los tiene que dejar salir y volver, como dice el estudio, a las cuatro de la mañana. Luego hay peleas, violaciones, robos, navajazos, y claro, la culpa es de la policía…

A esos hijos de Belcebú que no me dejaron ver a Potter nadie les regañó en un momento en el que debieron ser advertidos. Cualquiera les dice nada dentro de unos años.

José María García Linares (22/11/2010)