sábado, 3 de enero de 2009

KAMPAÑA



Qué calor hace siempre en las tiendas de Zara. Ya sea en Tenerife, en Madrid o en Melilla, uno acaba saliendo aturdido y asfixiado, con el abrigo en la mano, y haciendo aspavientos por el bochorno que se sufre en los probadores o frente a las americanas. Quien dice Zara dice cualquiera de las franquicias de ropa de éstas de andar por casa como Springfield o Stradivarius, cuyas entradas están atestadas de adolescentes que quedan allí, más que para ver modelitos, para escuchar la música que huye por la puerta, cansada de sí misma, y que resulta ser la misma que llevan estos chicos en los móviles, a los que prestan más atención que a sus propias amistades. Sólo falta que te pongan un buen whisky de garrafón para sentirte como en una discoteca, rodeado de menores y de ritmos frenéticos.
A propósito de músicas y ropas, me decía un alumno el otro día, ataviado con una camiseta de deporte tres tallas mayor de la que le corresponde y unos tenis de esos que parecen tartas gordas de nata y chocolate, que le encanta el hip hop porque las letras transmiten mensajes que son inexistentes en canciones como las del llorón de Bustamante. Cuando me habla no sé si sus palabras salen de la boca o de las manos, que mueve a una velocidad pasmosa, y que van acelerándose conforme entramos en materia, en este caso, el rapero Nach y su disco Un día en Suburbia. En el cedé se encuentra una canción o experimento o qué sé yo que consiste en ir diciendo e hilando palabras que sólo contengan una vocal determinada y que resulta ser un ejercicio de incoherencia, nada original, además de agresivo. Hay estrofas con la ‘a’, con la ‘e’, etc.
Esta es la idea que el Ministerio de Sanidad ha tomado para su campaña, mejor, kampaña, “solo con condón, solo con koko”, en donde todas las palabras contienen únicamente la vocal ‘o’. Como no podía ser de otra manera, el cantante ha denunciado en los juzgados un caso de plagio, pero este es otro tema.
La canción, en general, es un despropósito lingüístico y semántico. El vocabulario no sólo es simple, sino que raya en la estupidez. La incorrección ortográfica es evidente en el anuncio y, además, algunas de las expresiones tienen tan poco sentido que incluso los propios jóvenes a quienes se les ha preguntado confiesan no saber qué significa “con condón yo floto pronto” o “como fosos, como pozos. Somos dos”. Pero independientemente de estas cuestiones, que al Gobierno no le importan en absoluto, empeñado en formar analfabetos funcionales que escriban Quijote con ‘k’ por cortesía de la LOGSE y la LOE, la kampaña es un despropósito social. Parece que el adolescente hoy tiene que ser inculto, hiphopero y malhablado. Si el objetivo era decir que es necesario usar preservativos para evitar embarazos y enfermedades, hay que usar un registro mayoritario para llegar a las masas, no uno de minorías desfavorecidas, porque no olvidemos que el hip hop nace en comunidades afroamericanas de barrios pobres neoyorquinos, por mucho que algunos quinceañeros españoles, aburridos de tenerlo todo, quieran tener incluso la pobreza y la incultura como seña de identidad y como estética. En una sociedad como la actual, en la que la sobreinformación es la causante principal de que la gente está desinformada, los mensajes deben ser cuanto más claros mejor, porque si no se convierten en una moda pasajera que se consume inmediatamente en Youtube pero que mañana se habrá olvidado, como va a ocurrir con este anuncio.
Lo preocupante de todo el asunto, aparte del calor que hace en la planta de señoras y de Britney Spears, es que parece que el condón, en vez de para todos (porque el sexo nos define) es para los guays, para las nínfulas que piden unas tetas nuevas a los reyes y los muchachos hulkianos de abdominales verdosos o para los que se van de casa, este tipo de adolescente antenatrenero que está lejos de la realidad (el lunes veintidós empieza una nueva serie con jóvenes de torsos desnudos, bailarines y llenos de cadenas, y todavía no nos ha dado tiempo a recuperarnos del esperpento de Física o Química) y que fundamenta su existencia en la vacuidad y el piercing.
José María García Linares

MELIJAZZ




Hacía muchísimos años que no me dejaba caer por el Café Musical. Tal vez hayan sido la moda, el botellón y la concentración de locales los que se han llevado la marcha y el jolgorio a otros espacios que hoy están excesivamente concurridos pero que, ciertamente, gozan de buena salud y del beneplácito de la mayoría de jóvenes (de ánimo, no de edad, que somos muchos los que vamos tiñendo canas a ritmo de gintonics y frutos secos como el primer día). Y es ese mismo tal vez que tanto me gusta, que me llena la vida de opciones, que me evita anquilosarme y aburrirme, el que ha hecho posible que, a espaldas de los ruidos de la novedad, se haya dibujado una ruta perdida hacia un tesoro inexistente, un mapa olvidado de la noche melillense que conserva el encanto y el sabor de los caldos viejos y la luz de un tiempo pasado que pudo ser mejor, lo fue o lo será, quién sabe.
En plena selva de laureles y recuerdos (a unos metros está la casa en la que he vivido más de veinticinco años, la fuente de Trara, la cuesta del colegio) nos bajamos en Reyes Católicos del coche de Manolo, artista de balones y amistades, para asistir a un concierto de Melijazz.
La noche tiene una voz solitaria. Puede hablar en compañía de otros humos, de carcajadas entre amigos, de taconeos por las aceras, pero sus palabras, si se presta un poco de atención, siempre se escuchan por detrás. Hablan del amor y el desengaño, del miedo y el deseo, de la vida boca arriba y boca abajo. Eso fue lo que me dijo el saxo nada más empezar. Hacer buena música es difícil, pero lograr que quienes la escuchan puedan romper con sus anclajes y dejarse llevar por imágenes, por vuelos y por versos es casi una quimera en los tiempos que corren.Van pasando las copas por la barra mientras las canciones de Triana, Antonio Flores o Diego el Cigala se beben el cuerpo y el alma y se funden en una mezcolanza bien pagá de ritmos emocionantes y sugerentes que me lleva de un lado al otro como el viento de Levante.
No estás pero te trae el bajo desde lejos. No hace falta que te diga que me muero por tener algo contigo, que estas noches ausentes lloran lágrimas negras como mi vida y que no dudaría en volver a reír si giraras la cabeza y me guiñaras desde octubre. Que me has dejado en el abandono, que mis noches de amor son tan deseperadas, y que es tanta la frialdad que me atormenta...
El Café se llena también del cante gitano, seco como un caballo blanco, de palma azul gitamoraima y pupila negra. Coge el micrófono, cierra los ojos y se abre el tiempo en su rostro cuarteado por el arte y la guitarra, para colmar los sueños de bendiciones y tocar la vida con nuestras manos. Ahora lo recuerdo, lo recuerdo ahora.
La música llega y sacude nuestra intimidad como ningún otro lenguaje. Sabe colarse por cualquier resquicioy reventar las barreras que le vamos poniendo a la emoción para que no se nos desequilibren las penas y las alegrías.
Al salir del local llevo en la boca un regusto a Camborio, a malecón, a bolero y rumba y la sensación de haber convertido esta noche vieja en una noche buena, buena de verdad, entre amigos, jazz y baile, todo mezclado y agitado, gestos y maneras de una educación sentimental que hace que lloremos porque sí, porque me recuerda el piano tantas cosas, tantas el punteo, tanto Melijazz.


José María García Linares

PRESENTACIÓN




Desde el mes de octubre colaboro semanalmente en el diario Melilla Hoy con una columna de opinión. A partir de ahora las iré publicando en este lugar, como me han sugerido amigos y lectores en Un café con dos de versos. Iré intercalando las ya escritas con las nuevas para que estén en este blog todas recogidas y disponibles. Gracias por vuestro tiempo e interés.