Se me ha muerto ya una pila de peces. Me regalaron
un acuario en Reyes y no doy con la tecla. A priori las especies eran
compatibles, según me dijeron en la tienda. Sin embargo, a uno de ellos se lo
comieron dos que eran bastante más corpulentos. Otros dos fenecieron atrapados
en un cofre del tesoro que puse como adorno, otros, creo, por la turbiedad del
agua. Tengo la pecera, pues, peor que un congreso del PSOE. Aguas oscuras,
ejemplares que se devoran entre sí, soledad en determinadas esquinas por la
pérdida de individuos… En fin, un desastre. Hoy el agua está peor que ayer,
incluso apesta, como las expectativas de Griñán para la Junta de Andalucía.
Desde luego, lo que parece claro es que de los supervivientes de mi acuario no
ha salido reforzado ninguno. Están ahí, a su bola, comiendo lo que pueden y
persiguiéndose sin parar. Me da que del congreso, tampoco se ha sacado nada en
claro.
Leía
este domingo en El Mundo (sin que sirva de precedente) la entrevista realizada
al ministro de Educación, Cultura, Deportes y otras hierbas José Ignacio Wert.
Está bastante más gordo que cuando participaba en las tertulias de Concha
García Campoy y, por cierto, bastante más subidito. Qué falta tiene de la
contraofensiva sistemática que le hacía Arturo González, ahora en el diario
Público, que debía estimular su metabolismo. Wert tiene la intención de arreglárnoslo
todo y ya sabemos que el que mucho abarca poco aprieta. Toros, Educación
Cívica, Ley Sinde, etc. Ha abierto la boca y el PP ha perdido cuatro puntos en
intención de voto, según las últimas encuestas. Nos amenaza con una nueva
reforma educativa, de esas que no sirven para nada porque no abordan realmente
los problemas. Con la que les está cayendo encima a los docentes, habría que
preguntarles, como se hace en otras áreas profesionales, cuáles son su
principales preocupaciones, cuáles son los problemas que se deben abordar en
primer lugar, qué soluciones pueden plantearse desde los propios centros
educativos, etc. Sin embargo, una vez más, lo primero que sale a la palestra es
la necesidad de cambiar la asignatura de Educación para la Ciudadanía por otra
de parecido nombre. Y nos hemos quedado todos los profesores boquiabiertos.
Luego plantea la posibilidad de ampliar un año de Bachillerato reduciendo uno
de Secundaria, pero sin rebajar un año de la obligatoriedad, es decir, que tan
sólo consistirá en cambiar el nombre de Cuarto de ESO por Primero de
Bachillerato, puesto que todos tendrán que cursarlo si no quieren ir a
Formación Profesional. ¿Tan difícil es reconocer que sólo los que quieren
terminarán estudiando? ¿Por qué no dar la opción de que, una vez concluido ese
Tercero de ESO, el alumno decida voluntariamente, no por obligación, lo que
quiere hacer? No levantaremos cabeza jamás. También habla el ministro de
fomentar la cultura perdida del esfuerzo y la excelencia, perdidas desde hace
años en el fango de la mediocridad y la teoría del antiempollón. Muchos estamos
de acuerdo con la iniciativa, pero convendría resaltar que el fracaso escolar no
es sólo hijo de la LOGSE de los socialistas, sino que durante los ocho años de
Aznar no se hizo tampoco nada para pegar un frenazo y reconducir el desastre.
Le
deseo desde aquí mucha suerte a José Ignacio Wert. Que aplique la misma
valentía de las tertulias a las reformas que se avecinan y que no olvide que
para que cualquier iniciativa tenga éxito, debe contar con el apoyo de quienes
tienen que materializarla.
José
María García Linares(07/02/2012)
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